lunes, 5 de julio de 2021

LA LEYENDA DE DON DIONISIO

 Don Ricardo Palma, reseña en una de sus Tradiciones un hecho transcurrido en Huacho, sobre la argucia de la que se valió un español para despojar a gente de buena fe que confiaron en él para depositar sus prendas y dinero.

Don Juan Pezo, que vivió hasta cerca de los 100 años, contó que de joven fue ayudante de los que transportaban mercaderías en recuas de mula, del puerto y de la campiña a los comerciantes de Huacho. Nos decía que había oído que don Dionisio fue un comerciante español que vivía en una casa-tienda en Malambo y que se paseaba por el corredor de su casa fumando su pipa. La casa tenía dos ventanas por donde asomaba a la calle una caja fuerte. En el siglo pasado, como no había bancos las casas mayoristas de los comerciantes operaban como tales. Guardando y prestando dinero, y algunas como la Casa Marcenaro emitió pequeños billetes que circulaban con garantía por toda la provincia.

Los continuos asaltos y robos que hacían a los viajeros y comerciantes que venían del interior, los salteadores de camino como Perico Alcántara y Rosso Arce, obligaron a éstos guardar su dinero en estas casas comerciales, que eran garantía de honradez.

Las campiñeras que pasaban al mercado de "Ño Juntín", que estaba en lo que es hoy la plazuelita Domingo Mandamiento, al ver la nueva tienda del español y la caja fuerte muy maciza, pensaron que este era el lugar más seguro para guardar su dinero y prendas de valor. Pero no pensaron que el guardián era un español que todo lo había tramado para despojarlas de sus pertenencias. Poco a poco llegaron a solicitar pequeños préstamos y créditos que conseguían rápidamente. Hecho que les hizo tomar confianza. Comenzaron entonces a traer todo lo que de valor poseían.

"Ño Dionisio" -le decían: "Aquí le traigo este orito y esta alhajita para que me lo guarde usted en su cajita fuerte".

El español abriendo en su presencia la caja fuerte depositaba las prendas y les decía:

"Aquí tu orito y tu alhajita, estarán bien seguros de la tentación de los ladrones".

Pocos años después, al tener la caja fuerte bien llena, ideó una estratagema para apoderarse de este tesoro y que no lo persiguieran. Conociendo la idiosincrasia de la mujer campesina, que creía que todo lo anormal era cosa del demonio, el día que determinó llevarse estos valores, negó el crédito para llenar más las arcas. Puso sobre su cama un largo saco de ají seco, lo roció luego de azufre y antes de marcharse le prendió fuego a la casa, que siendo de madera se quemó completamente.

En la madrugada, al pasar las huachanas al mercado en sus acémilas se agruparon alrededor del incendio y al ver el largo saco de ají que se asemejaba al cuerpo del español, que ardía fosforescentemente, despidiendo humo que las asfixiaba, lo confundieron con el prestamista que últimamente les había negado el crédito.

Como todo apestaba a azufre, lo creían obra de satanás y se santiguaron temerosas y resignadas por la pérdida de sus valores. Dijéronse: "¡Por tener tanta plata y por angurriento de no querernos ya prestar nada, el tío se lo ha llevado a don Dionisio en cuerpo y alma!”

Don Ricardo Palma, en su tradición sobre “Don Dionisio el Cigarrero", involucra a todo el pueblo huachano. La realidad es la expresada, fueron las campiñeras, porque ellas en esa época tomaban las decisiones de contratos, ventas y préstamos.

Las mujeres campiñeras les compraban a sus maridos todo. Éste estaba dedicado exclusivamente a las labores del campo de sol a sol. Ellas en los caballos iban a la ciudad a vender los productos que habían cosechado. Y no era extraño ver colgados en la grupa, los pavos, patos y gallinas, y los serones llenos de frutas y alfalfa.

De Alberto Bisso Sánchez (1992).

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