A principio de siglo pasado, Huaura era pequeña y con pocas familias: Bisso, Verano, Delgado, Zamudio, etc. Una de estas familias vivía en la antigua casa situada en la hoy comisaría. A la muerte del padre y la madre, quedó bajo el sostén de la hermana mayor de nombre, Sara, quien se amanecía en la sala de la inmensa casa, cosiendo ropa, a la luz de un lamparín. Se amanecía con la costura pues, era el único sostén de sus hermanos.
Siempre
al llegar la media noche, escuchaba al fondo de la casa, en la huerta, -todas las casas la tenían-, La voz burlona y
gangosa, diciendo repetidas veces: ¡Caigo o no
caigo!, ¡Caigo o no caigo! ¡A la vez que se escuchaba el sonido de la rama de
la higuera como si se mecieran! Ella siempre lo atribuía a los duendes.
Una
noche, la higuera no sonó, tampoco se escuchó la voz. Era pasada la media
noche, sentada con su labor de costura sintió que la puerta de la huerta era
empujada. Todos sus hermanos dormían. Sintió pasos tenebrosos que se acercaban,
que a la vez arrastraban algo. Cogió la prenda que cosía y la mordió para darse
valor, ¡grande fue su horror al ver una carcancha
espectral vestida a la usanza virreinal! quien, con voz gangosa y
cavernosa, le habló invitándola a que la siga.
Armándose
de valor cogió el lamparín y siguió al espectro, que arrastraba de una mano un
pellejo. Caminaron hasta llegar a la higuera ella detrás, más al llegar a esta,
el ánima le señaló el suelo y dijo: lo que está
enterrado allí es para ti y tus hermanos. Luego de este petate
encontrarás mi cadáver al que darás cristiana sepultura ¡Es un trato! Al instante desapareció y la higuera comenzó a
sonar con la voz burlona: ¡Caigo o no caigo! en
el silencio espectral. Armándose de valor dio media vuelta, aún mordiendo la
prenda, y comenzó el largo camino hacia la casa, -con la espeluznante voz
burlona a su espalda…- Pudo llegar hasta el cuarto de sus hermanos, en donde
cayó privada de horror. Luego, por la mañana y ante el asombro de sus hermanos,
contó lo sucedido. Y juntos planearon sacar dicho entierro. Se prepararon con
ajo macho, coca, mataron un perro negro para evitar el antimonio. Grande fue su
sorpresa, al encontrar ocho tinajas con oro, luego el pellejo de una llama y
más abajo estaba la carcancha, igual como la vio.
Pd: Cumplieron con el alma y se dedicaron a la compra
de tierras y la industria licorera... Pero, esa es otra historia.
De: Darío Pimentel
Delgado
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