¿Cómo no sentirnos amados por Dios? Hablar de alegría en la Navidad puede sonar cliché. Además, el contexto actual hace más difícil estar alegres. Muchos tratamos de explicar y compartir cómo es real dicha alegría más allá de las dificultades.
Pero quiero hablar de algo un
poquito distinto… quiero hablar del amor. Más allá de las dificultades y
problemas que pueden existir en nuestras casas, estos días de Navidad nos hacen
respirar amor.
¡Cuánto amor
tiene Dios por nosotros! Que nos mandó a su Hijo único, para que hecho hombre, pudiera acompañarnos
en nuestra vida. En las buenas y las malas.
1. UN MILAGRO MARAVILLOSO
Ya estamos tan acostumbrados a
celebrar la Navidad, que —creo yo— no hacemos un alto, ni tampoco nos detenemos
lo suficiente para contemplar el misterio de Dios que se hace hombre. Lo sabemos, lo decimos, lo festejamos, pero lo
profundizamos poco.
Pensemos un ratito qué
significó que Dios se hiciera hombre. ¡Dios! Perdón… el Hijo de Dios… el verbo,
la palabra, la segunda persona de la Santísima Trinidad, eterna, todo poderoso,
infinita Sabiduría.
Se
hace un niñito en el vientre de una Virgen. Irrumpe en nuestra historia
y, por lo tanto, se hace finito. El todo poderoso, se hace un pequeñito, frágil
e indefenso. ¿No es este un motivo de sobra para
llenarnos de amor y alegría esta Navidad?
2. MARÍA, JESÚS Y EL SENTIDO DEL DOLOR
Uno pensaría que esta
doncella, la Madre de Dios, escogida y creada sin pecado original, tendría una serie de facilidades… ¡pero no! Desde el primer momento, sufre cuando
san José se hace a un lado (mientras no había recibido las instrucciones del
ángel en sus sueños).
Da a luz en un establo, nadie
podía recibirla en ninguna posada. Tiene que huir hacia tierra lejana, puesto
que Herodes los perseguía. Sabemos del sufrimiento que atraviesa cuando lo
perdió y lo encontró tres días más tarde en el Templo.
Finalmente y como si fuera
poco, María es testigo de toda la pasión de Nuestro Señor, hasta verlo colgado
de una cruz. Renunciando totalmente a su condición divina, asumiendo en su
propia carne, todos nuestros pecados.
¿No
es María nuestro refugio más grande, no es Ella la que nos puede consolar?, ¿no encontramos en su figura el amor y la entrega
más grande? ¡Qué esta
Navidad nos refugiemos en su corazón!, y le pidamos que mitigue el
dolor o el sufrimiento que atravesamos.
3. SU VIDA ES UNA OBRA MAESTRA DE AMOR
De principio a fin, nuestro
Padre teje una obra maravillosa de amor. Desde el Génesis, se compromete con
nosotros, prometiendo la venida de un Mesías, que nacería de una mujer que
pisaría con su calcañar la cabeza de la serpiente.
Dios misericordioso, que no
nos abandona en nuestros pecados, sino que, por amor, sale a nuestro encuentro. Nace como cualquiera de nosotros, mejor dicho, en
condiciones mucho más precarias, que la mayoría de nosotros.
Toda su vida pública se la
pasa difundiendo el bien y obrando milagros. No escatima esfuerzos por defender
a los más necesitados y rechazados por la sociedad de la época.
No se hace el más mínimo
problema en ser un faro de luz en medio a las situaciones más difíciles, que le
implicaron poner en riesgo su vida más de una vez. Finalmente, todos conocemos
su entrega total, hasta derramar la última gota de sangre por nosotros.
Recordemos cada esfuerzo que
ha hecho Jesús por nosotros, ¡le debemos todo! Y si lo tenemos como centro esta
Navidad, el amor y la alegría no encontrarán excusa para no habitar en tu
corazón.
Te lo ruego – yo que sufro y
soy tan necesitado como tú, y cualquiera de los que leen este artículo— ¡Abre tu corazón a este Niño
Jesús! Él, que está todo el tiempo, cual mendigo,
implorando nuestro amor, tocando a la puerta de nuestro corazón.
Acaso ¿vas
a tener miedo de un bebito indefenso, que solamente quiere que lo acojas en tu
interior? ¡Déjate tocar por el espíritu santo de amor esta Navidad!
Escrito por Pablo Perazzo
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