Hay quienes se aprovechan de esa falsa creencia y logran embaucar a otros basándose en sus supersticiones.
Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net
¿Has visto alguna vez la
cara de felicidad de los que se sacan la lotería? ¿O cuando alguien recibe una
casa o un coche en uno de esos sorteos que se anuncian por televisión y radio? Sin ir
más lejos, ¿cómo te has sentido cuando en la
tómbola de tu parroquia sales premiado con aquel regalo que tanto deseabas?
¿Suerte, superstición, magia, coincidencia, carambolas?
Asignarle buena o mala suerte a un número, concretamente al número 13, es estar hablando de una superstición y si
comenzamos a hablar de supersticiones, hay muchas: En
día 13, ni te cases ni te embarques. Pensar en un viernes 13 para muchas personas es sinónimo de
desgracias seguras. Romper un espejo trae consigo la mala suerte durante siete
años. Pasar debajo de una escalera trae mala suerte.
Una superstición no es otra cosa que “asignarle
presuntas fuerzas o poderes contenidos implícitamente a ciertos objetos y que
con un gesto o una actitud pueden hacerse activos para alcanzar la felicidad o
la desgracia”. (Diccionario del cristianismo. A. Morian).
Todas las cosas, los números incluso, han sido creadas por Dios y Dios les ha
fijado a cada una de ellas una función muy determinada, por eso se llaman
criaturas. Nosotros debemos respetar y alegrarnos con todas esas criaturas y,
cómo dice San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales “usar de ellas tanto en cuanto nos ayuden para alcanzar a
Dios” (Sn. Ignacio de Loyola. “Libro de los Ejercicios Espirituales”).
Lo que hacemos cuando le damos a las cosas un valor que no tienen en sí o
esperamos de ellas una función para la cual no fueron creadas, estamos cayendo
en una superstición, es decir, estamos usando las cosas en una forma
equivocada, en una forma que no es la que Dios ha dispuesto.
La suerte, o más bien dicho, la casualidad, puede existir: “me tropecé con el escalón y me fracturé un hueso”,
o bien, “estaba caminando por la calle y me
encontré una moneda”. Eso es una casualidad. Pero decir que me fracturé
un hueso porque era día 13 y ese número es un número de mala suerte, eso sí que
es una superstición, pues le estás atribuyendo al número
13 una función que no le corresponde.
Muchos hombres llegan a perder poco a poco su fe por atribuirle propiedades a
cosas que no las tienen. Hay quienes además, se aprovechan de esa falsa
credibilidad y logran embaucar a otros, basándose en sus supersticiones: son aquellos que piensan adivinar el futuro leyendo las
cartas, los horóscopos o el agua.
Yo te recomiendo estar tranquilo. Confiar en Dios, pues como dice el salmo:
“En su mano están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los
montes; suyo el mar, pues Él mismo lo hizo
y la tierra firme que sus manos formaron” (Ps. 94, 4-5).
¡CUIDADO CON LAS CADENAS DE ORACIÓN!
¿Qué nos dice la
Iglesia con respecto a este tema?
Por: Redacción | Fuente: Católico Defiende tu Fe
¿A quién de nosotros no nos
ha llegado alguna “cadena”, ya sea en nuestro correo, Facebook, o actualmente
hasta por WhatsApp? Con esos mensajes que nos prometen dinero,
milagros, buenas noticias o en caso de no mandarlo algún terrible castigo.
Muchos que aseguran no creer, lo llegan a
compartir: "por si las dudas”. Pero lo
que no saben muchos católicos con escasa preparación, es que esto es
incompatible con la enseñanza de la Iglesia Católica, y no son sólo las "cadenas", sino también otras muchas
prácticas y supersticiones que a menudo demostramos.
Una de las ofensas que hacemos a Dios, es
quitarle a Él nuestra total y plena confianza, poniéndola en una imagen de
Facebook, mensajes en cadena. Cabe destacar que esto es solo superstición, y ¿Qué es superstición? Según la Real Academia
Española: es una creencia extraña a la fe religiosa
y contraria a la razón, o una fe desmedida o valoración excesiva respecto de
algo. Es decir, la superstición es contraria a la fe.
Según la Iglesia, la superstición es la
desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone, cada vez
que atribuimos un “milagro” al hecho de
compartir una publicación de Facebook, mensaje, correo, o a que ese día
llevábamos puesta nuestra medalla de la suerte de la virgencita de Guadalupe;
restándole importancia a quien abre los mares y es el único que realiza
milagros, o sea, Dios.
Esta es una de las ofensas más graves que le
podemos hacer a Dios. Siempre que compartes ese tipo de cadenas, contribuyes a
difundir la superstición y ignorancia. Cada vez que compartes una cadena, pecas
y haces caer en pecado a los demás.
Dios, que es la fuente de la misericordia, nos
perdona estas faltas de fe, de confianza e infidelidades. Pero nuestro deber
como auténticos cristianos católicos, es confiar ciegamente en Él, entregándole
nuestra voluntad, y dejando que guíe nuestras vidas. Esto se logra con la
oración, con el estudio de la Biblia, la palabra de Dios, escuchándola y sobre todo
practicándola.
Artículo publicado
originalmente en CatolicoDefiendeTuFe.org
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