Habréis observado que no critico ni he criticado al gobierno de España por las medidas contra la pandemia. Y es que hay que otorgar un voto de confianza a aquellos que disponen de más datos y los mejores asesores. A día de hoy, el público en general (entre los que me incluyo) no sabemos hasta dónde llegan las secuelas de este virus desastroso. (Señor presidente, señor vicepresidente, el clero está a sus órdenes.)
Sí, he
escuchado tantos por ciento en los medios. Pero eso no ofrece mucha
información. Ya sabemos que el virus deja muchas secuelas. Pero lo importante
(y esa es una labor
especializada de interpretación
por los expertos médicos) es saber hasta qué punto las secuelas graves son
generalizadas y en qué franjas de edad. Sabiendo esos datos, se puede,
razonablemente, llegar
a la conclusión de si las medidas deben ser más o menos duras, más o
menos flexibles. (Os aseguro que los médicos saben algo más que lo que
podamos leer nosotros en unas cuantas páginas de Wikipedia.)
Si las
secuelas fueran graves (y, esencialmente, irreversibles) en un 25% de la población
menor de 70 años, eso significaría que todo esfuerzo que se haga es poco. Si la
mayor parte de las secuelas graves ocurren en gente muy anciana, eso produciría
un resultado epidemiológico más parecido al de otras enfermedades cuando las
contraen esa franja de edad. (A los 95 años hasta un ataque de hipo te puede matar.
Vamos, eso he oído en un refrán.)
Yo no
tengo los datos y, por eso, no critico y obedezco. Pero me parece impresionante
que un simple, pequeñísimo, insignificante, virus vaya a dejar a una parte de
la población teniendo que llevar una vida más sedentaria y quitándoles diez,
quince o veinte años de vida, estadísticamente. Tremendo. (Hace unos meses que hecho la culpa de mi
estilo de vida sedentario al virus.)
Sin
embargo, me
muestro muy optimista respecto a las vacunas. Todo parece indicar
que los estudios van avanzando muy bien. Más triste me parece el hecho de que
cada país haya intentado conseguirla por su cuenta sin compartir información. A
pesar de millones de personas muertas o incapacitadas para siempre (cifra que
sigue aumentando), no nos hemos unido, hemos fragmentado nuestras fuerzas. El
beneficio económico y el orgullo del país se ha puesto por encima de la vida de
rostros concretos queridos por sus hijos y nietos. (Lo de las películas que envían una misión
conjunta contra el asteroide es puro Hollywood.)
Los que repiten que esto del virus es
un fake, una
exageración interesada de las farmacéuticas, hablan desde la ignorancia. Mi
vecina, enfermera, un poco más joven que yo, todavía arrastra graves secuelas,
tantos meses después: no puede subir más allá de un piso a pie. Conozco otro
caso de un compañero del hospital, celador, sus secuelas han sido muchísimo más
graves. En mi mismo edificio, un señor de excelente salud, lleno de vigor a sus
sesenta años, nos dejó a causa del virus. Razonablemente, podríamos haber
esperado que hubiera vivido veinte años más. (Tal vez después aparezca un virus que haga
que los contagiados vivan, estadísticamente, quince o veinte años más, y con
más pelo.)
La
conexión, en Estados Unidos, entre mentalidad conservadora y negacionismo me
resulta sorprendente. Si no se hubieran tomado medidas, la mortalidad, las
secuelas, se hubieran multiplicado por diez, por treinta. (Algunos piensan que una mortandad generalizada,
precisamente, hubiera sido una buena noticia. Creen que es mejor que los pinos
y olmos vivan felices y que haya más pinos y olmos.)
Podemos
sentarnos a discutir qué medidas son las más razonables, pero no podemos negar
el carácter destructor de la salud humana de gente completamente sana que tiene
este virus.
EN
FIN, HOY HE DICHO COSAS OBVIAS. PERO CREO QUE ERA CONVENIENTE DECIRLAS:
—Obediencia y respeto al príncipe del reino.
—Prudencia: según sea el mal, así las medidas; eso es tarea de los expertos.
—Las vacunas: dejaos de fantasías conspiranoicas. Los únicos nanorobots
que existen, fuera de las películas, son los piojos del pelo y las pulgas. Y su
eficiencia es mil veces mejor que los mejores nanorobots que salgan al mercado
dentro de quince años. Después, ya no lo sé.
—Negacionismo: Me parece estar escuchando a Cletus, el de Los Simpson.
P. FORTEA
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