Referirse al
sacerdote como padre ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros
siglos del Cristianismo.
Por: Steven Neira | Fuente: Capsulas de Verdad
Esta es una pregunta muy típica de la tía
evangélica en la reunión familiar o de la señora – no católica por supuesto –
que nos encontramos en el asiento del bus, y aun así, muchos católicos
encuentran dificultad en responder. Referirse al
sacerdote como “padre” ha sido una práctica de la Iglesia desde los primeros
siglos del Cristianismo. San Pablo, por ejemplo, se refiere a
sí mismo como un “padre” para los Corintios
a través del Evangelio que les predicó.
EL
CONTEXTO
“Pero vosotros no os hagáis
llamar rabbi, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois
hermanos. Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro
Padre, el que está en los cielos”.
Cuando Jesús nos pide no
llamar “padre” a nadie, está criticando abiertamente el uso impropio del
ejercicio de la autoridad por los escribas y fariseos (que
gustaban de usar estos títulos para sentirse por encima de los demás).
Jesucristo está recordándoles a aquellos que tienen un puesto de autoridad, que
el liderazgo no se encuentra en la dominación sino en el servicio, y justamente
el servicio es el corazón del sacerdocio. Es decir que, cuando llamamos
“padre” a nuestros sacerdotes, estamos reconociendo su rol de guías
espirituales, al servicio de hacernos crecer y madurar como hijos de nuestro
único Padre que está en los cielos.
Podemos ver claramente que Jesucristo no está
criticando el título en sí mismo, sino a quienes buscan estos títulos para su
vanagloria, como una forma de ponerse por encima de los demás. La Iglesia está
muy de acuerdo con esta crítica – faltaba más –. Estaría pésimamente mal que un
sacerdote utilice su puesto de autoridad para su propio beneficio, y que aun
así puede suceder (pues somos pecadores y hay de todo en la viña del Señor),
sin embargo, no es este el común de los sacerdotes ni mucho menos la regla
universal.
Es evidente que esta interpretación no me la he
inventado ni es nueva en absoluto… es la interpretación milenaria que la
Iglesia ha recibido de los Apóstoles. Sin embargo, no es así la realidad de los
protestantes, que a partir de Lutero gustan de hacer interpretaciones
personales de las Escrituras.
EL
PRETEXTO
Algunas veces, cuando esta pregunta sale a
discusión, muchos piensan que los católicos jamás hemos leído el pasaje antes
citado, donde Cristo dice explícitamente que no llamemos “padre” a nadie. Sin embargo, no es el caso. La Iglesia está muy al tanto de estas palabras de Jesús, y aun así los
sacerdotes católicos han sido llamados “padres” desde los primeros siglos sin
ningún inconveniente. ¿Cuál es el
problema? ¿La Iglesia se está haciendo de la vista gorda con este versículo?
Es importante señalar que dentro del mismo
pasaje nos pide no llamar a nadie “maestro”, pero por alguna razón misteriosa a
nadie parece molestarle que hayamos pasado años de escuela llamando “maestro” a
otros. Además, si vamos a tomar la cita al pie de la letra, pues entonces no sé
cómo hacen los protestantes para dirigirse a sus padres… ¿”progenitor”? ¡Qué dulce! Es evidente que Cristo no está
pidiendo un simple cambio universal de “padre” y “maestro” por “progenitor” e
“instructor” ¡No! Cristo no está pidiendo un simple cambio de sinónimos, sino
que debemos ir a una visión más profunda de lo que el Señor quiso expresar. Creo que ha quedado bastante claro: el verdadero sentido de
la autoridad.
ENTONCES…
Cuando llamamos a un sacerdote “padre”, estamos reconociendo el hecho de que, a
través de la autoridad dada por Cristo, ellos comparten el trabajo de guiar y
sostener la vida espiritual de los fieles. No toman el puesto de Dios. De
hecho, su trabajo es guiarnos y apoyarnos en nuestra madurez espiritual como
hijos de Dios, pues al final, tanto ellos como nosotros clamamos al
cielo y juntos decimos: “Padre nuestro que estás en el Cielo…”
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