¡Están
pasando cosas especiales! En medio de este aislamiento, miles de familias en el mundo están
viviendo «milagros caseros». Eso que tantos soñaron y que parecía imposible está
sucediendo. Están ayudándose como verdaderas tribus, los que nunca cocinaron
están deleitando a todos con sus mejores recetas, están dándose conversaciones
tan deseadas por muchos, están recordándose momentos que parecían olvidados.
Este aislamiento, en medio de
la incertidumbre y el dolor, está provocando verdaderos milagros en cientos de
miles de hogares en el planeta. Algunos miembros del equipo de Catholic Link
quiere compartir hoy con ustedes lo que está aconteciendo en sus hogares, para
que estos milagros sigan contagiándonos de esperanza.
Creo que un milagro «ordinario» pero, a la vez, el más grande, es poder
comprobar cómo a pesar de que ahora nos hace tantísima falta recibir a Cristo
sacramentalmente, Dios nos envía sus gracias por otro lado. Es así que, una vez que dejemos de quejarnos de la soledad o el silencio, comenzamos
a verle a Él hablando y haciendo compañía.
La oración se profundiza, se
pueden leer lecturas
espirituales con más calma, y siempre queda espacio para
rezar por los demás. Ya sea encomendándolos en un rosario o en otras oraciones
que nos parezcan apropiadas. En el «aislamiento social», Él no se aleja ni nos
aleja. Gracias a esto, creo que nuestra mirada se puede hacer más clara y nos
damos cuenta de muchos otros milagritos cotidianos, como por ejemplo tener un corazón agradecido en
un tiempo tan difícil.
Hoy muchos renuncian a su
comodidad para poder ayudar a quien lo necesita. Aunque no tengamos misas en
nuestras parroquias, los sacerdotes se esfuerzan por hacer muchas de manera
online. No se ha perdido el sentido del humor, hay más comidas caseras, amigos
con los que nunca se puede organizar una salida, coinciden al menos en una
reunión virtual. Hay tiempo para la belleza y el arte, para la literatura y el
descanso, a todo esto le puedo llamar milagro.
El milagro más grande que ha
ocurrido en estos días en casa es que la convivencia está siendo
extraordinariamente buena. Cuando comenzó la cuarentena, teníamos inquietud de
que la convivencia forzada con dos adolescentes y su abuelita, fuera motivo de
conflictos y de malos humores.
Por gracia de Dios, ¡La convivencia es fantástica! Nos divertimos,
conversamos, vemos películas y series, pasamos grandes momentos jugando a
juegos que estaban olvidados, y tenemos conversaciones que tal vez hace mucho
tiempo nos debíamos.
Estos días, que tan
amenazadores nos parecían al principio, están siendo días de un «retiro familiar», donde los vínculos se han visto
fortalecidos, la oración en común aumentó y nuestra convivencia mejoró
sustancialmente. ¡Milagros por todas partes!
De esto podemos aprender que Dios muchas veces se vale de cosas que a los ojos humanos parecen grandes
calamidades para sacar bienes aun mayores.
¡Bendito sea Dios!
Un milagro que cabe resaltar
es la maravillosa oportunidad de reencontrarnos en el hogar, donde por x o y
razones siempre se estaba corriendo de un lado a otro. Poder sentarse a
compartir las comidas, disfrutar de las oportunidades de oración personal y
lectura tanto personal como espiritual.
Y
cómo no referirse al milagro de valorar más las amistades, esos lazos
que nos unen a los demás y que fruto de la situación que vivimos se fortifican
por medios virtuales de comunicación.
Aunque en mi casa solo somos
dos (mi esposo y yo), el ritmo frenético del día a día nos había robado, sin
hacerlo tan evidente, espacios valiosos para compartir ideas y conversaciones
profundas que nos permiten abrir nuestro interior y dejar que el otro nos
conozca mejor.
Ese
tipo de espacios que dimos por hecho, han vuelto a realzar el diálogo profundo, que fue algo que marcó nuestro noviazgo, pero que se estaba diluyendo
por la prisa de la cotidianidad, gracias a esta cuarentena hoy ha regresado
mágicamente.
Y con esa misma intensidad, en
estos días he vuelto a valorar con más fuerza que nunca, las relaciones
familiares y de amistad de siempre. Y es que durante este tiempo he tenido la
oportunidad de hablar por videollamada con mis papás y mis hermanos (todos a la
vez, algo que antes no lográbamos coordinar), con mis primos y mis amigos del
colegio y la universidad.
Esos espacios de diálogo
compartido, de recuerdos y anécdotas que vivimos juntos, son como oro en polvo
en estos días. Y finalmente, las oportunidades de introspección
y de oración se han multiplicado y se han vuelto muy importantes en
mantener un equilibrio en medio del caos exterior.
En mi caso se ha visto muy
reflejado en la ansiedad por los cambios a la planificación que tenía, pues
todos los cronogramas y las estructuras han tenido que cambiar a la fuerza,
haciéndome ver con humildad que debo dejar de querer el control absoluto y
soltar con paciencia en las manos de Quien todo lo puede.
El milagro más grande que me
ha traído esta cuarentena es darme cuenta de lo pequeña que
soy y de lo grande y poderoso que es Dios.
Tenía muchos planes para los meses próximos, en enero me comprometí y se
suponía que íbamos a empezar a planear nuestra boda, estábamos muy ilusionados.
Pero de repente, literalmente
de un día para otro, todos nuestros planes cambiaron, se tuvieron que pausar. Y
en medio de esta pausa obligatoria, me di cuenta que aunque la tristeza sea
grande por no poder seguir con lo planeado, habrá más dicha cuando
finalmente todo suceda.
Mi milagro es entonces, desear de una manera completamente nueva que todo se cumpla según la
voluntad de Dios. A
veces se nos olvida de Quién somos hijos, corremos y damos por sentado muchas
cosas.
Otro milagro hermoso ha sido
darme cuenta de la increíble capacidad que tienen los niños para adaptarse. Soy
madre de un pequeño de cinco años, que nunca se queja por no poder salir,
encuentra alegría en las cosas más pequeñas y me enseña todos los días que no
hace falta tener tanto para ser feliz.
Déjanos saber en los
comentarios cuáles han sido los milagros que has podido experimentar en tu
casa, solo, con tu familia, con tus amigos o vecinos. ¡Hay
milagros todos los días, solo hace falta abrir más los ojos del corazón!
Escrito por Post Comunitario
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