Homilía del Papa
Francisco en Santa Marta. 4 de abril de 2020.
Fuente: Vatican News
La antífona de entrada del sábado de la V semana
de Cuaresma está tomada del famoso Salmo 21, el salmo que comienza con las
palabras pronunciadas por Jesús en la cruz: "Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". El pasaje que el Papa
lee al comienzo de la misa de hoy en Santa Marta es el fuerte grito de auxilio
de un inocente perseguido: "Tú, Señor, no
te quedes lejos; fuerza mía, ven aprisa a ayudarme; pues yo soy un gusano, no
un hombre, despreciado por la gente y rechazado por el pueblo". Francisco, al introducir la celebración, reza
para que nadie se aproveche de la pandemia para sus propios intereses: En estos momentos de
agitación, de dificultad, de dolor, muchas veces se le da a la gente la
oportunidad de hacer una u otra cosa, muchas cosas buenas. Pero tampoco falta
que a alguno se le ocurra hacer algo no tan bueno, aprovechar el momento y
aprovecharlo para sí mismo, para su propio beneficio. Oremos hoy para que el
Señor nos dé a todos una conciencia recta, una conciencia transparente, para
que podamos ser vistos por Dios sin avergonzarnos.
En su homilía, Francisco comenta el Evangelio
de Juan (Jn 11:45-56) que relata la decisión del sanedrín de
matar a Jesús después del signo de la resurrección de Lázaro. Una decisión que
llega después de un proceso gradual: es el camino de la tentación, que comienza
con poco y luego desemboca en el pecado que se autojustifica. La tentación
crece lentamente, infecta a otros y se justifica, cambiando el corazón. Detrás
de esta tentación está la astucia del diablo que quiere destruir a Jesús. Que
el Espíritu Santo nos ilumine - es la oración conclusiva del Papa - en este
conocimiento interior.
A
CONTINUACIÓN LA HOMILÍA COMPLETA, SEGÚN NUESTRA TRANSCRIPCIÓN:
Hacía tiempo que los doctores de la ley, incluso
los sumos sacerdotes, estaban inquietos porque sucedían cosas extrañas en el
pueblo. Primero este Juan, que al final lo dejaron estar porque era un profeta,
bautizaba allí y la gente iba, pero no había otras consecuencias. Luego llegó
este Jesús, señalado por Juan. Empezó a hacer señales, milagros, pero sobre
todo empezó a hablarle a la gente y la gente lo entendía, lo seguía, y no
siempre observaba la ley, y esto los inquietaba mucho. "Este
es un revolucionario, un revolucionario pacífico... Este lleva al pueblo a él,
el pueblo lo sigue...". Y estas ideas les llevaron a hablar entre
ellos: "Pero mira, este no me gusta... ese otro...",
y así entre ellos estaba este tema de conversación, de preocupación también.
Entonces algunos fueron a él para ponerlo a la prueba, y siempre el Señor tenía
una respuesta clara que a ellos, los doctores de la ley, no les había venido a
la mente. Pensemos en esa mujer casada siete veces, viuda siete veces: "Pero en el cielo, ¿de cuál de estos maridos será
esposa?". Él respondió claramente y ellos se fueron un poco
desvergonzados por la sabiduría de Jesús y otras veces se marcharon humillados,
como cuando quisieron apedrear a esa señora adúltera y Jesús dijo al final: "Los que estén sin pecado tiren la primera
piedra" y dice el Evangelio que se marcharon, empezando por los
ancianos, humillados en ese momento.
Esto hacia crecer esta conversación entre ellos:
"Debemos hacer algo, esto no está
bien...". Luego enviaron a los soldados a buscarlo y volvieron
diciendo: "No pudimos atraparlo porque este
hombre habla como nadie"... "Ustedes también se dejaron
engañar": enojados porque ni siquiera los soldados pudieron atraparlo.
Y entonces, después de la resurrección de Lázaro - esto es lo que hemos
escuchado hoy - muchos judíos iban allí a ver a las hermanas de Lázaro, pero
algunos iban allí para ver bien cómo iban las cosas para referirlas, y algunos
de ellos fueron a lo de los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.
Otros creían en Él. Y estos que se fueron, los charlatanes de todos los
tiempos, que viven llevando (las habladurías)... fueron a informarles a ellos.
En ese momento, ese grupo que se había formado de doctores de la ley hizo una
reunión formal: "Este es muy peligroso y
tenemos que tomar una decisión. ¿Qué hacemos? Este hombre cumple muchos
prodigios - reconocen los milagros -; si le dejamos continuar así, todos
creerán en él, hay peligro, el pueblo irá tras él, se separará de
nosotros" - el pueblo no estaba unido a ellos - ."Van a venir los romanos y destruirán nuestro
templo y nuestra nación”. En esto había parte de verdad, pero no toda,
era una justificación, porque ellos habían encontrado un equilibrio con el
ocupador, pero odiaban al ocupador romano, pero, políticamente habían
encontrado un equilibrio. Así que hablaban entre ellos. Uno de ellos, Caifás -
era el más radical -, era sumo sacerdote (dijo):
"¿No comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no
que toda la nación perezca? Era el sumo sacerdote e hizo la propuesta: "Liberémonos de él". Y Juan dice: "Sin embargo, esto no lo dijo por sí mismo, sino
que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la
nación" ... Por lo tanto, desde ese día decidieron matarlo.
Fue un proceso, un proceso que comenzó con
pequeñas inquietudes en tiempos de Juan el Bautista y luego terminó en esta
sesión de los doctores de la ley y los sacerdotes. Era un proceso que crecía,
un proceso que era más seguro que la decisión que tenían que tomar, pero nadie
lo había dicho tan claramente: "Hay que
eliminar a este". Este modo de proceder de los doctores de la ley
es precisamente una figura de cómo actúa la tentación en nosotros, porque
detrás de ella estaba obviamente el diablo que quería destruir a Jesús y la
tentación en nosotros generalmente actúa así: comienza con poco, con un deseo,
una idea, crece, contagia a otros y, al final, la justificación total. Estos
son los tres pasos de la tentación del diablo en nosotros, y aquí están los
tres pasos que hizo la tentación del diablo en la persona del doctor de la ley.
Empezó con poco, pero creció, creció, luego contagió a otros, se hizo cuerpo y
al final se justificó: "Es necesario que uno
muera por el pueblo", la justificación total. Y todos se fueron a
casa tranquilamente. Dijeron: "Esta es la
decisión que teníamos que tomar". Y todos nosotros, cuando somos
vencidos por la tentación, terminamos tranquilos, porque hemos encontrado una
justificación para este pecado, para esta actitud pecaminosa, para esta vida
que no está de acuerdo con la ley de Dios. Deberíamos tener el hábito de ver
este proceso de tentación en nosotros. Ese proceso que hace cambiar nuestros
corazones del bien al mal, que nos lleva por el camino en bajada. Algo que
crece, crece lentamente, luego contagia a otros y al final se justifica.
Es difícil que las tentaciones nos lleguen de golpe,
el diablo es astuto. Y sabe cómo tomar este camino, lo tomó para llegar a la
condena de Jesús. Cuando nos encontramos en un pecado, en una caída, sí,
debemos ir y pedir perdón al Señor, es lo primero que debemos hacer, pero luego
(debemos decir): "¿Cómo llegué a caer allí?
¿Cómo comenzó este proceso en mi alma? ¿Cómo creció? ¿A quién he contagiado? ¿Y
cómo al final me he justificado para caer?".
La vida de Jesús es siempre un ejemplo para
nosotros y las cosas que le sucedieron a Jesús son cosas que nos sucederán, las
tentaciones, las justificaciones, las buenas personas que están a nuestro
alrededor y tal vez no las sentimos, y las malas personas, en el momento de la
tentación, tratamos de acercarnos (a ellos) para hacer crecer la tentación.
Pero no olvidemos nunca: siempre, detrás de un pecado, detrás de una caída, hay
una tentación que empezó pequeña, que ha crecido, que ha contagiado y al final
encuentro una justificación para caer. Que el Espíritu Santo nos ilumine en
este conocimiento interior.
EL
PAPA CONCLUYÓ LA CELEBRACIÓN CON LA ADORACIÓN Y LA BENDICIÓN EUCARÍSTICA, INVITÁNDONOS
A HACER LA COMUNIÓN ESPIRITUAL. A CONTINUACIÓN, LA ORACIÓN RECITADA POR EL
PAPA: Jesús mío, creo que estás
realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo por encima de
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que no puedo recibirte
sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como ya has
venido, te abrazo y todas las cosas se unen a ti. No dejes que nunca me separe
de ti. Amén.
ANTES
DE SALIR DE LA CAPILLA DEDICADA AL ESPÍRITU SANTO, SE CANTÓ LA ANTIGUA ANTÍFONA
MARIANA AVE REGINA CAELORUM ("AVE REINA DEL CIELO"): Salve, Reina de los cielos
y Señora de los Ángeles; salve raíz, salve puerta que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
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