La Fundación
«Vianorte Laguna» es un centro español especializado en la atención paliativa.
En el siguiente video muestran un reportaje que se realizó en esta institución
captando la experiencia de personas que laboran allí y también de algunos
enfermos internos.
Al verlo me
sentí plenamente identificado. Es lo que yo también he podido vivir en los
últimos años al acompañar enfermos en etapas avanzadas de su enfermedad y
algunos al final de su vida.
Una
de las enseñanzas más hermosas de esta experiencia es la de poder profundizar
en la realidad del sufrimiento del ser humano y aprender a aproximarme con
una perspectiva renovada. Quiero compartir en este post algunas de ellas.
UNA MIRADA AL SUFRIMIENTO
Entender los fundamentos y la
naturaleza de lo que son los cuidados paliativos ha sido muy importante para
ver algunos rasgos del sufrimiento que antes no tenía tan presentes.
Revisar por ejemplo el
significado de la palabra «paliativo» resulta muy iluminador. Este término
viene del latín «pallium» (palio) que quiere decir manto. Este manto era
usado por aquellos que acogían peregrinos para poderlos abrigar y que así no
tuviesen frío.
Analógicamente, los
cuidados paliativos son una manera de abrigar, de aliviar el sufrimiento que tienen las personas con
enfermedades que ya no tienen la posibilidad de curarse.
No es tan difícil entender por qué estas personas tienen un sufrimiento
(ausencia de un bien). Pues no tienen la salud esperada, sus enfermedades se
hacen más complejas y les ocasionan mucho dolor y problemas físicos.
Más aún, entendiendo a la
persona como un ser integral, podemos percibir que hay sufrimiento en otros
ámbitos, como el emocional (por la tristeza y angustia ante la posibilidad de
morir, por la pérdida de autonomía o no poder cumplir con muchas expectativas,
entre otros), además del sufrimiento familiar, social y espiritual.
Ciertamente
son personas que viven una experiencia de mucha dificultad. Y aunque el
contexto de su enfermedad y el advenimiento de la muerte sea un misterio que
nos pueda hacer sentir impotentes, es una ocasión muy especial para percibir el
bien que hace la presencia compasiva, comprometida y amorosa con el que padece.
NO SE TRATA DE ERRADICARLO, MÁS BIEN ALIVIARLO
Una de las experiencias que
más me interpela es cuando una persona me expresa su frustración y tristeza
cuando percibe que su enfermedad no tiene cura y otros médicos le han dicho
«que no hay nada que se pueda hacer». Si ya tenían una condición dolorosa y
compleja, el sufrimiento aumenta por la pérdida de esperanza, porque encuentran que no hay salida.
Es en estos momentos cuando se
les puede ofrecer un camino a través de la atención paliativa. Si bien el
resultado que se busca no será la curación o erradicar su mal, sí es una oportunidad para mitigar y aliviar el dolor y muchos de los
problemas derivados de la enfermedad. Es
algo que sí se puede hacer, buscar que el sufrimiento sea menor y llevadero,
ofrecer el consuelo de no tener que afrontar el camino solo.
Creo que una de las mayores
dificultades para vivir un sufrimiento como el que conlleva este tipo de
enfermedades incurables, es la idea que nos promueve la cultura actual. Que es
hedonista y que enaltece el valor del placer y la comodidad, en donde no hay
cabida para el dolor o el sufrimiento.
En nuestra cultura, el dolor
es visto como malo, no se le encuentra sentido, pareciera estéril y sin
oportunidad de ofrecer algún fruto. También puede resultar estéril cuando se
desplaza una mirada trascendente y espiritual de la realidad. Cuando cualquier
referencia a Dios y sus enseñanzas ya no nos aportan nada.
Recordar lo que mencionaba San
Juan Pablo II puede iluminarnos: «El sufrimiento en sí mismo
puede esconder un valor secreto y convertirse en un camino de purificación, de
liberación interior, de enriquecimiento del alma».
MIRAR EL SUFRIMIENTO CON CRISTO
Definitivamente algo que he
percibido muy claro es que, si no se tiene una referencia espiritual o una
mirada desde la fe, asumir el sufrimiento y encontrarle un sentido es casi que
imposible. No quiere decir que creer en Dios no nos haga sufrir, o que la vida
en el espíritu nos quite los sufrimientos, pero sí le otorga un mayor
propósito.
La que creo es la mayor
enseñanza que nos ofrece Dios, es la que nos deja en su Hijo, Jesús que encarna
toda la realidad humana, incluso el sufrimiento que asume con su pasión y
muerte. Es muy hermoso cuando entendemos que, si bien la referencia que tenemos
de Jesús crucificado es muy consoladora, cuando sabemos que Él ya cargó con los
dolores de la humanidad, sabemos que no todo termina ahí.
Él
también sufrió físicamente, estuvo solo, marginado, cansado. Aún más intenso es nuestro consuelo cuando el Señor nos remite a que su
sufrimiento no tiene la última palabra, pues la historia no culmina en el
Viernes Santo, sino que abre paso a la Pascua, al Domingo de resurrección.
En este sentido me alientan
mucho las palabras de la Madre Teresa. Quien
era una experta en el sufrimiento al vivir en medio de los más pobres entre los
pobres. Ella decía: «Recuerden que la Pasión de
Cristo desemboca siempre en la alegría de la Resurrección, para que cuando sientan en su
corazón los sufrimientos de Cristo, tengan bien presente que luego llegará la
resurrección».
Con esta experiencia
espiritual la enfermedad y el dolor no son estériles, la posibilidad de la muerte
no resulta en una experiencia negativa. Incluso puede ser un camino de mucha
fecundidad y acompañar en la transición de esta vida a la eterna resulta una
bendición para quienes lo podemos presenciar.
ALGUNAS FRASES QUE PUEDEN SERVIR
«En el
sufrimiento conocemos quién es nuestro verdadero amigo. El amor verdadero se
mide con el termómetro del sufrimiento». — Santa Faustina Kowalska
«En las fatigas
y en los sufrimientos no se olvide que tenemos un gran premio preparado en el
cielo». —San Juan Bosco
«Dios no vino a
suprimir el sufrimiento. No vino ni siquiera a dar una explicación. Vino a
llenarlo de su presencia». —Paul Claudel
«Cristo está muy
cerca de todos los que sufren». —Juan Pablo II
Escrito por Alvaro Díaz
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