Para cualquier
persona que está al tanto de lo que viene sucediendo en los adelantos de la
neurociencia, estudios muy interesantes de universidades prestigiosas e
incluso, en el estudio de muchos pensadores, desde distintas ramas del saber,
la felicidad es un signo indiscutible de estos tiempos.
Se escriben
libros de la felicidad en la vida familiar, en las empresas, en las políticas
gubernamentales. Y son cada vez más numerosas las famosas charlas TED en las
que muchísimas personas desarrollan estudios y pensamientos sobre la felicidad.
Por ello, he pensado hablar
acerca de la cada vez más famosa «corriente de
psicología positiva», pues se va difundiendo como la psicología de la
felicidad. De manera muy científica, por medio de estudios prácticos, con
muchos grupos humanos, busca conocer el comportamiento de las personas más
felices, para enseñárselos a los que se sienten, normalmente, tristes o
deprimidos.
Los resultados, hace ya
prácticamente dos décadas, vienen siendo muy buenos. La razón del título es
porque mi objetivo con este artículo es establecer los puntos de diálogo
extremamente interesantes entre esta corriente —llamaría yo— humanista, y las
verdades más fundamentales de nuestra vida cristiana.
ENSEÑANDO FELICIDAD
Hace poco tiempo, pude asistir
a una de esas entrevistas de divulgación en la que entrevistaban a la Dra.
Laurie Santos. Quien actualmente es considerada una de las más reconocidas
expertas en el tema y profesora de psicología positiva en la Universidad Yale
(EUA).
Fue quien comenzó las famosas
clases de felicidad en la Universidad de Yale, hace poquísimos años. Que
estaban pensadas para 250 alumnos, pero al poco tiempo, albergaron a más de
1.200. Luego, lanzó un curso online llamado «The Science of Wellbeing», que en poco tiempo se hizo viral.
¿Por qué? Según lo que ella misma dice,
el hombre siempre ha buscado la felicidad. Pero hoy en día parece como si
hubiésemos perdido la brújula, y por más que haya un esfuerzo colectivo, vemos
cómo la mayoría busca respuestas de maneras equivocadas.
En esta entrevista —de media
hora, pero que vale mucho la pena escuchar— ella menciona varias actitudes o
hábitos que valen la pena vivir para experimentar poco a poco un cambio de
vida. Y pasar, de una vida egoísta, encerrada en sí mismo, muchas veces triste
y deprimida, a una situación en la que florezcan las relaciones de amistad,
el aprender a vivir cada momento de la vida con gratitud, y hacer un poquito de
ejercicios —lo dice con un fino sentido de humor—.
Lo más interesante a mi modo
de ver es cómo ella misma reconoce, que el alejamiento cada vez más vertiginoso
de las religiones y culturas que tradicionalmente promovieron y promueven la
vida espiritual, es sin duda alguna una de las causas, por las que vemos tantas
personas tristes y deprimidas.
ACTITUDES QUE NOS ENSEÑA LA PSICOLOGÍA POSITIVA
Rápidamente, menciono los
principales puntos que comparte la Dra. Laurie en la entrevista. Primero, el
relacionamiento social. Establecer vínculos sociales fuertes, para lo cual es
imprescindible dejar a un lado las propias preocupaciones, y dedicarles tiempo
a los amigos.
Segundo, preocuparse y ayudar a los demás. No estar solamente preocupados por nuestras
necesidades, sino incluso, renunciar a nuestros intereses para ayudar y salir
al encuentro del que está a nuestro costado. No gastar nuestro dinero,
comprando y satisfaciendo nuestros intereses consumistas, sino dándole a otros,
lo que sabemos que necesitan.
Ser agradecidos con
lo que tenemos. No estar constantemente reclamando y quejándose de todo.
Tenemos en la vida, muchas más cosas que agradecer, en lugar de enfocar nuestra
atención en los problemas de la vida. No estar constantemente
comparándonos con los demás,
terminando insatisfechos con lo que tenemos.
Lo explica, diciendo que
muchas veces miramos lo que tenemos de modo relativista, en vez de tener una
mirada objetiva. Es decir, en vez de mirar las cosas que tenemos en sí mismas y
agradecer, estamos constantemente comparándonos relativamente a lo que otros
tienen.
Y obviamente nos comparamos
con quienes son los modelos para este mundo, en términos de bienes materiales,
belleza física, riqueza y poder. También dedica una parte de la entrevista para
explicar el famoso mindfulness. Con pocas palabras, muestra lo importante que
es el estar atentos al momento presente y
no divagando en lo que se viene, o en el tiempo que pasó.
Si nos quedamos divagando
mentalmente, perdemos las ocasiones para ser felices con lo que estamos
viviendo. Casi al terminar, hace notar que no se trata de estar siempre
sonriendo y tener una actitud positivista ante todos. Muchas veces, vivimos
situaciones complicadas, que exigen una actitud seria y probablemente, no tan
positiva. Pero necesaria, si es que queremos darle una solución a la altura de
su gravedad.
Finalmente, menciona la
importancia de la vida espiritual, que en tiempos anteriores, veíamos muchísimo
más presente en nuestras culturas.
PUNTOS DE ENCUENTRO CON NUESTRA FE
Al profundizar un poquito en
esas recomendaciones psicológicas, me parece sencillo descubrir las similitudes
con enseñanzas básicas que aprendemos en la fe cristiana. Estos consejos
parecieran una forma escéptica de enseñar verdades que el mismísimo Señor Jesús
ya nos recomendaba, con su propio testimonio, más de dos milenios atrás.
El llamado al amor, que
implica salir de uno mismo, y relacionarse con los demás. El mandamiento de la
caridad, que se manifiesta en la ayuda, servicio y muchas veces, sacrificio por
las necesidades ajenas. Como lo deja claro Jesús, en la parábola del buen
samaritano.
La actitud agradecida por las
infinitas bendiciones y regalos que nos concede el Señor diariamente. Empezando
por el mismo hecho de existir y despertarnos cada mañana. No estar
comparándonos todo el tiempo, reflejando de fondo, una actitud muy vanidosa y
soberbia.
Creyendo que no podemos ser
felices si tenemos menos o somos más feos, o significamos poco a los ojos del
mundo. Es decir, si juzgamos nuestra vida según criterios del placer, tener o poder
—de lo cual tantas veces ya hemos hablado—.
Luego, capítulo aparte, la
actitud meditativa que exige de nuestra parte la atención al momento presente.
Lo vivimos cada vez que rezamos ante el Santísimo, o cuando rezamos el Rosario a nuestra Madre
querida. Ni qué decir, la atención que debemos dedicar cuando estamos
participando de la Santa Eucaristía.
La doctora menciona en la
entrevista que, con cinco minutos diarios de meditación, son suficientes para
cambiar, en menos de tres semanas, esa actitud de divagación mental. Calculen
cuántos minutos estamos también meditando en esa dedicación religiosa de la
oración (te recomiendo el curso online «Crecer en la vida de oración»).
Finalmente —lo cual es algo
central en nuestra perspectiva cristiana de la vida— son muchas las situaciones
en las que nos enfrentamos con el dolor y el sufrimiento, ocasión para
acercarnos un poco más a Cristo crucificado. Y mientras más reconocemos ese
camino de la cruz, como el llamado que vivimos a ser como Cristo, aunque nos duela,
crecemos en la felicidad, pues es nuestro camino de santidad.
BUSCANDO LA COMUNIÓN
Propongo que, en vez de caer
en una actitud meramente crítica. Según la cual, todas las propuestas actuales
nos alejan cada vez más de la fe, tratemos de buscar esos puntos de encuentro y
rescatar lo positivo que tienen. Para mostrar que nuestra fe en Cristo es un
camino que busca la felicidad.
Que en vez de reprimirnos,
apuesta por nuestra libertad. Que está al tanto de los anhelos e inquietudes
más profundas del ser humano. He tratado de mostrar cómo los
descubrimientos científicos, comprueban verdades de fe, que la Iglesia siempre
ha dicho.
Obviamente, no debemos ser
ingenuos o caer en un entusiasmo infantil, pensando que lo que está sucediendo
actualmente, es algo así como una antesala, que está «preparando
el terreno» para que sea, ojalá, más fácil abrirse a las verdades de
nuestra fe.
Me quedo con una de las
afirmaciones finales de la doctora Laurie Santos. Las culturas y religiones que
se vivían con mucha más intensidad décadas atrás ayudaban a que las personas
vivieran actitudes mucho más positivas para la felicidad. Una vida religiosa se
opone a que caigamos en egoísmos, y nos impele, más bien, a tener esa actitud
caritativa, que es el principal mandamiento que nos enseña Jesucristo, nuestro
Señor.
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