Como en anteriores días
he hablado de determinadas cosas, ahora me gustaría completarlas con estas
otras afirmaciones. Las afirmaciones de hoy no anulan las anteriores ni
viceversa:
—Los obispos deberían ser
perfectos.
—Según sea la omisión de un
obispo, puede ser pecado grave. Es decir, hay omisiones que destruyen la
amistad con Dios hasta que no se arrepienta y ponga remedio.
—Basta un pecado grave para no
poder entrar en el cielo. Esto se aplica tanto para los obispos como para los
papas.
—Aquello en lo que creemos no
puede ser cambiado, solo conservado. Parte de nuestra fe incluye prohibiciones
morales.
—Ecumenismo no es
sincretismo. El católico no puede realizar ningún acto religioso cuyo
significado no sea, de forma clara e indudable, compatible con la fe católica.
Los actos que no sean nítidos deben ser rechazados en base al primer
mandamiento de la Ley de Dios. Mandamiento entregado por Dios directamente a
Moisés.
—No todo lo que se puede hacer
dentro de la fe es prudente. Cada decisión imprudente tiene consecuencias. No
da lo mismo todo.
—Tradición y traición: La fe puede ser traicionada. La fe puede ser
traicionada con explicaciones que la desnaturalicen.
—Creer en el primado de Pedro no
significa que el papa no pueda pecar o no pueda equivocarse.
—Resulta innegable observar que
determinadas posturas ultraprogresistas han intentado penetrar en el Cuerpo de
la Iglesia con la excusa de un sínodo sobre una determinada región. Aunque el
sínodo sea regional (el de la zona amazónica), se han planteado cuestiones de
orden general y no regional, cuestiones que afectan al cuerpo entero de la
Iglesia. Por lo tanto, la respuesta debe ser de la entera Iglesia pues a todos
afecta.
—La solicitud de la creación de un rito amazónico es una cuestión
general que afecta a todos, incluso a los católicos australianos o de Alaska.
Esa cuestión se puede reformular de esta manera: ¿Sería
preferible una fragmentación de la unidad litúrgica católica a nivel mundial?
¿Sería algo positivo?
P. FORTEA
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