“Que toda
rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra se doble en el nombre
de Jesús” (Fil. II,
10), le decía el Apóstol de las Gentes a sus amados filipenses, si bien estas
inspiradas palabras no se aplican sólo a los filipenses, sino a todo el género
humano, incluyendo (y aun privilegiando) a los niños pues, como sentenció el
divino Maestro, “de los tales es el Reino de los
Cielos” (Mt XIX, 14). De algún modo y bajo ciertos respectos, los niños
son nuestros maestros, mas no decimos esto llevados de un deseo de coquetear
con pedagogías subversivas, como la freiriana, sino que lo hacemos en el
preciso sentido evocado por nuestro Señor: “quien
no recibe el Reino de Dios como un niñito, no entrará en él” (Lc. XVIII,
17). Como comenta el gran Mons. Straubinger (autor de la mejor edición
castellana de la S. Escritura -al menos hasta donde sabemos-), “los niños entienden muy bien las palabras del divino
Maestro, porque Él mismo nos dijo que su Padre revela a los pequeños lo que
oculta a los sabios y prudentes (Lc X, 21)".
“Que toda
rodilla se doble"… Y por eso, aun cuando estén urgidos de correr, jugar o gritar, los niños
himaláyicos de nuestra escuelita misional, cada vez que pasan ante el
Santísimo, no hacen ninguna “discreta” reverencia,
sino una silente y piadosa genuflexión, doblando, como pedía el Apóstol, su rodilla
en el nombre de Jesús y ante el mismo Jesús, Cuyo sacratísimo Corazón -según
entrevemos- se derrite de ternura al ver a estos pequeñuelos ofreciéndole el
humilde homenaje de una inocente genuflexión.
Antes de terminar hagamos una
última observación: ninguno de estos niños tiene
padres católicos y ninguno tiene bautismo sacramental. De todos modos,
todos tienen lo que Santo Tomás llama “bautismo de
deseo", el cual es suficiente para abrir de par en par las puertas
del Paraíso Celestial, que estos niños muestran estar tomando por asalto. Quizá
tan emocionante como un bautismo en la iglesia, fue ver a estos niños rezar así
como hicieron ayer: “Jesús, danos un día por favor
los Santos Sacramentos. Amen. Amen. Amen. Aleluya".
Que la humilde
latría de los párvulos sirva de reparación a la soberbia impiedad de los
racionalistas.
¡Viva la Misión!
Padre Federico,
S.E.
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