jueves, 3 de octubre de 2019

AMORIS LAETITIA 301, LOS DIEZ MANDAMIENTOS Y LA GRAN MENTIRA


Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2068:
El Concilio de Trento enseña que los diez mandamientos obligan a los cristianos y que el hombre justificado está también obligado a observarlos (cf DS 1569-1670). Y el Concilio Vaticano II afirma que: “Los obispos, como sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor […] la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación”
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 2072:
Los diez mandamientos, por expresar los deberes fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido primordial obligaciones graves. Son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano.
Dice Amoris Laetitia en su punto 301:
… ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.
Bien, donde pone “norma", entiéndase mandamiento de Dios. El contexto es el de las relaciones adúlteras (divorciados vueltos a casar), y el sexto mandamiento del Decálogo es muy claro: «No cometerás adulterio» (Ex 20, 14; Dt 5, 17).
Amoris Laetitia pretende que un sujeto, aun conociendo bien el mandamiento -o sea, no hay ignorancia invencible- sobre el adulterio, puede seguir adulterando sin culpa.
La cuestión es: lo que vale para el sexto mandamiento, ¿no vale para los demás?
¿Se puede ser bautizado y no amar a Dios sobre todas las cosa sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y tomar el nombre de Dios en vano y caer en idolatría sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y no santificar el Día del Señor sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y deshonrar a padre y madre sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y ser un asesino sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y ser un adúltero sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y ser un ladrón sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y ser calumniador y mentiroso sin culpa?
¿Se puede ser bautizado y desear lo ajeno sin culpa?
Según Amoris Laetitia, sí se puede.
Y ahora yo pregunto a todos aquellos -cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos, teólogos, catequistas, simples cristianos de a pie- que sostienen que Amoris Laetitia se puede interpretar conforme a la enseñanza previa de la Iglesia, en base a una supuesta hermenéutica de la continuidad: ¿de qué van ustedes? ¿A quién quieren engañar?
Puedo entender, aunque no compartir, el silencio. Puedo entender, aunque ya tampoco compartir, que se buscara una explicación a lo inexplicable. Puedo entender el miedo a provocar un cisma, a enfrentarse a una realidad -la de un Papa “enseñando” algo radicalmente contrario a las Escrituras y la Tradición- que parece que hace saltar en pedazos el ministerio petrino. Por cierto, convendrán ustedes conmigo en que el que atenta contra tal ministerio no es el que denuncia el error de un Papa sino el Papa que lo comete.
Lo que no puedo entender es que se nos tome por imbéciles y se nos quiera hacer creer que lo que es no es, o que lo que no es, es. No nos mientan.
La posibilidad de que un ángel o un apóstol, tanto más un sucesor de apóstol, nos anuncie otro evangelio diferente queda establecida en la epístola de San Pablo a los Gálatas. Y también deja claro lo que cabe hacer:
Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!
Como os lo acabamos de decir, ahora os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema! Gal 1,8-9
Y ante eso, vuelvo a preguntar a los mismos de antes: ¿qué es para ustedes más importante? ¿la fidelidad a quien nos pretende anunciar un evangelio diferente o la fidelidad a Cristo? 
¿Acaso podrá salvarse un adúltero por el mero hecho de seguir las palabras erradas de Francisco? ¿Podrá salvarse un idólatra? ¿Podrá salvarse un asesino? 
¿Dónde queda la fe? ¿Dónde la moral? ¿dónde el sacrificio de Cristo para salvarnos del pecado? ¿Dónde la gracia de Dios que nos hace libres para cumplir su voluntad? 
¿Cisma? No, no hay peligro de cisma. Hay una apostasía muy real que está teniendo lugar ante nuestros ojos. Pero es más fácil o cómodo mirar para otro lado y engañar a los débiles en la fe para que sigan el camino del error.
Cristo preguntó:
“…Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” Luc 18,8
Yo pregunto: ¿encontraría Cristo fe católica sobre la tierra si regresara hoy?
Sí, en estos:
El dragón se enfureció contra la mujer y se marchó a hacer la guerra al resto de su descendencia, a aquellos que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. Ap 12,17
Levántate Señor, y defiende tu causa.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Luis Fernando Pérez Bustamante

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