miércoles, 6 de febrero de 2019

ORIGEN Y CONSECUENCIAS DEL PECADO


Las causas y efectos del pecado vistos a la luz de la Doctrina Católica: Sagradas escrituras y Catecismo de la Iglesia Católica.

El origen del pecado se remonta a nuestros primeros padres, quienes en un acto de soberbia, desobedecen libremente el mandato divino, con plena conciencia de las consecuencias que tendría: el romper la amistad con Dios. De la desobediencia de Adán y Eva (pecado original) comenzó un largo camino para la humanidad. Las consecuencias del pecado son muchas, pero llama la atención poderosamente una de ellas: la muerte. Así vemos que el Catecismo de la Iglesia Católica nos explica esta consecuencia del pecado: “Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre”. En un sentido, la muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos que realmente es “salario del pecado” [Rm 6,23 .]. Y para los que mueren en la gracia de Cristo, es una participación en la muerte del Señor para poder participar también en su Resurrección.” (Catecismo, n. 1006).

“La muerte es consecuencia del pecado. Intérprete auténtico de las afirmaciones de la Sagrada Escrituras y de la Tradición, el Magisterio de la Iglesia enseña que la muerte entró en el mundo a causa del pecado del hombre. Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir. Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo como consecuencia del pecado. “La muerte temporal de la cual el hombre se habría liberado si no hubiera pecado “, es así “el último enemigo” del hombre que debe ser vencido.” (Catecismo, n. 1008).

“Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continúa siendo “a imagen de Dios”, a imagen del Hijo, pero “privado de la Gloria de Dios” [Rm 3,23 .], privado de la “semejanza”. La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá “la imagen” y la restaurará en “la semejanza” con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu “que da la Vida”. (Catecismo, n. 705).

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