Recuerdo
que cuando estaba en el seminario, el profesor de Cosmología ironizó sobre esas
personas que daban gracias a Dios porque les había hecho seres humanos y no
ratas. Nos dijo: “Es que si hubiésemos sido ratas,
no hubiésemos sido nosotros, sino un ser esencialmente distinto”. Muchos
años más tarde y cuando se habla del comienzo de la vida humana, no puedo por
menos de recordar la tontería de aquéllos como cierta inefable ministra que
decía que el embrión, en los primeros estadios de su desarrollo, era
indiscutiblemente un ser vivo, pero no un ser humano.
Ciertamente
no hace mucho se discutía cuándo empezaba el ser humano a ser eso: un ser
humano. Hoy, buena parte de los científicos consideran una evidencia científica
que la vida humana empieza con la fecundación. Los científicos del Manifiesto
de Madrid del 2009 nos dicen que “existe sobrada
evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación”, apoyándose
para ello en la Genética, en la Biología Celular y en la Embriología. Si no
fuese un ser humano y hubiese que esperar un buen período de tiempo antes que
lo fuese sucederían las siguientes cosas: a) de
la unión del padre y de la madre sólo surgirían un conjunto de células, vivas,
eso sí, pero no un ser humano; b) con lo cual
una mujer embarazada estaría embarazada, porque una mujer o está embarazada o
no, porque ahí no hay término medio, pero no de un ser humano y tendría que
preguntar al médico: “¿Cómo va mi conjunto de
células?, y no, como hacen todas: ¿cómo va mi bebé o mi nene? No hay además en
el desarrollo del embrión un salto cualitativo, una vez sucedida la
fecundación, o una diferencia esencial entre dos momentos de ese desarrollo;
c) el papel del padre queda demasiado reducido,
porque sería simplemente ayudar a la formación de un conjunto de células, pero
no de un ser humano; se podría decir de él que su función se reduciría más o
menos a la de alguien que merodeaba por allí.
En cuanto
al sexo, para saber si alguien es chico o chica, nos fijamos en su sexo
morfológico, revelado por el aspecto exterior de los órganos genitales
externos. Pero en caso de dificultad, es el sexo cromosómico, el que se emplea
para resolver la cuestión, como sucede en algunas competiciones deportivas,
donde lo más definitivo, sin llegar a ser absolutamente determinante, es la
presencia o ausencia del cromosoma Y. Algunas mujeres utilizan la testosterona
como sustancia dopante, por lo que un nivel excesivamente alto puede señalarse
como sustancia prohibida. En condiciones normales, el organismo se plasma en
sus componentes genéticos, anatómicos, morfológicos y fisiológicos de manera
diversa y complementaria, de tal manera que el femenino será un día apto para
todas las funciones de la maternidad y el masculino para las de la paternidad.
El
Colegio de Pediatras de Estados Unidos dio a conocer una declaración, en la que
urge a "educadores y legisladores" a
"rechazar todas las políticas que condicionen
a los niños para aceptar como normal una vida de suplantación química o
quirúrgica de su sexo por el sexo opuesto". "Son los hechos y no la
ideología", afirman, "quienes
determinan la realidad", esto es, que "la sexualidad es un rasgo biológico
objetivo".
La
creencia de una persona de que él o ella es algo que no es constituye, en el
mejor de los casos, un signo de pensamiento confuso. Cuando un niño
biológicamente sano cree que es una niña, o una niña biológicamente sana cree
que es un niño, existe un problema psicológico objetivo en la mente, no en el
cuerpo, y debe ser tratado como tal.
Los niños
que utilizan bloqueadores hormonales para reasignación de sexo necesitarán
hormonas cruzadas al final de la adolescencia. Las hormonas cruzadas
(testosterona y estrógenos) se asocian con riesgos para la salud. Las tasas de
suicidio son veinte veces mayores entre los adultos que utilizan hormonas
cruzadas y sufren cirugía de reasignación de sexo. ¿Qué
persona compasiva y razonable condenaría a ese destino a chicos jóvenes
sabiendo que tras la pubertad hasta un 88% de las chicas y un 98% de
los chicos aceptarán la realidad y alcanzarán un estado normal de salud
física y mental? No debe extrañarnos por ello que el Instituto John
Hopkins de Baltimore, que era uno de los centros pioneros del mundo en este
tipo de operaciones, dejase de hacerlas ante sus
desastrosos resultados, porque ninguno de los sometidos a este tipo
de operaciones había conseguido beneficios.
por Pedro Trevijano
No hay comentarios:
Publicar un comentario