jueves, 1 de noviembre de 2012

¿SE HA COLADO EL DIABLO ENTRE LOS BENEDICTINOS?



Porque tal es lo que parece querer decirles el autor de este cuadro, a sus retratados, que fueron además los que le hicieron el encargo y quienes en consecuencia debieron de pagárselo.

Se trata del gigantesco retrato de todos los miembros ilustres de la orden benedictina hasta el momento en el que fue pintado, finales del XVI. Desde su fundador, San Benito de Nursia, hasta aquéllos que alcanzaron o los altares o la silla de Pedro, amén de cardenales, obispos, abades, fundadores de otras órdenes, etc.. En definitiva, todos aquéllos que han sido alguien en la Casa de San Benito.

Pero si miran Vds. detenidamente la obra, por cierto, de gigantescas dimensiones, casi 90 metros cuadrados, colocada sobre la puerta de ingreso al templo donde ocupa toda la pared, apreciarán con relativa facilidad que entre tanto retrato se cuela uno muy especial: se trata del mismísimo diablo, que asoma sus ojos en el sol que ve Ud. a la izquierda y la luna que ve Ud. a su derecha. El propio San Benito le sirve de diabólico morrete, y a San Pablo y a San Pedro, también recogidos en el cuadro, corresponde el alto honor de representar las puntiagudas orejas del rey del tártaro.

La interesante pintura se halla en la basílica de San Pedro, en la preciosa y universitaria ciudad italiana de Perugia, y es obra del pintor italiano del final de renacimiento principios del barroco, Antonio Vassilacchi.

Antonio Vassilacchi (1556-27 agosto 1629), llamado “el Aliense” (“el Extranjero”), es un pintor de origen griego –su apellido natal es, de hecho, Vasilakis- nacido en la isla de Milos, el cual desarrolló su obra en el Véneto, y particularmente en Venecia, adonde se trasladó a temprana edad y donde trabajó en el taller de Paolo Veronese, el Veronés. Militó entre los que restauraron el palacio del Dogo de Venecia, destruido por las llamas en diciembre de 1577. Tras trabajar y dejar sus obras en la iglesia de San Giovanni Elemosinario (Venecia), en la iglesia del Arcángel Rafael y en la de San Zacarías, entra en contacto con los benedictinos, para quienes realiza varios trabajos, entre otros, desde 1594, los de embellecimiento de la basílica de San Pietro en Perugia, del s. X, que incluyen ésta que aquí les traigo y que se da en llamar “El cuadro del diablo”. Antonio viene a morir el 27 agosto 1629, a los setenta y tres años de edad.

Ignoro si el encargo realizado por los monjes incluía tan enigmático retrato o fue un gol que le coló el pintor a sus mecenas, vaya Vd. a saber si por alguna deuda pendiente, como una manera velada de aludir a la corrupción eclesiástica similar a la que luego utilizaría el mismo Pablo VI cuando de modo no menos enigmático aludía al humo del diablo que se había colado dentro de la Iglesia, o por cualquier otra razón.

El hecho de hallarse sobre la puerta de la iglesia permite también una sugerente interpretación que vincula la obra al principio del “extra ecclessiam nulla salus”, “fuera de la Iglesia, no hay salvación”, sólo el tártaro en este caso. Desde este punto de vista, la propia puerta de la Iglesia parece asemejar a las fauces del monstruo que oculta la pintura.

Como quiera que sea, ahí está, uno más de esos enigmáticos retratos diabólicos que se cuelan en la obra de tantos pintores insignes, de parecida manera a como lo hace en la del Giotto, presentándose sutil e impertinentemente entre las nubes en los frescos que pinta para la basílica de San Francisco, en Asís, gastándole así a sus patrones franciscanos una broma parecida a la que Vasilacchi le gasta a los benedictinos (se lo cuenta todo Esperanza Aragonés en su página “Y líbranos del mal: el diablo en el arte”)

Luis Antequera

1 comentario:

Esperanza Aragonés dijo...

Buenos días soy Esperanza Aragonés y lo comenté en su día en el Blog del Sr. Luis Antequera y lo hago aquí:

"En ningún momento dije que esta figura pintada entre nubes fuera el diablo, más bien dije que es una imagen nefelibata (que es como se llama a estas figuras que se pintan entre las nubes) y que corresponde a una moda que parece iniciar Giotto y continuaron otros artistas como Mantegna en el Quattrocento italiano.
Estos son mis argumentos para negar tal identificación:
"El hecho de que la cara esté escondida entre las nubes y haya pasado desapercibida hasta la actualidad, no es suficiente argumento para identificarla con un diablo. También está escondido entre los cúmulos el caballero que pintara Mantegna en el San Sebastián de Viena (1457-58) y no es el Maligno y tampoco lo son las caras que aparecen en el mismo marco, también pintadas por Mantegna como un trompe l'oeil en el cuadro El Jardín de los Vicios (c. 1500-1503). Teniendo en cuenta, además que la iconografía de esta última obra favorece más la presencia diabólica frente al tema glorioso de la muerte de san Francisco".

Y más:
"Por mi parte opino que este rostro entre nubes que definen el Paraíso y acogen el alma del santo recién fallecido, contribuyen a humanizar el cielo, y puede ser un rostro angélico o un juego estético como un trompe l'oeil querido por Giotto sin mayor intención iconográfica".

Y a pesar de la extraordinaria difusión mediática de esta cara y su identificación con un diablo, no se sientan decepcionados porque no lo sea, porque diablos en el arte hay muchos, muchísimos, no tienen más que echarle un vistazo a este Blog:

http://diabloenelarte.blogspot.com.es/