jueves, 13 de octubre de 2011

¿POR QUÉ LOS JÓVENES DEJAN LA IGLESIA? SEIS RAZONES



Hace unos días he leído sobre un estudio realizado por Barna Group sobre las razones que hay detrás del abandono eclesial de los jóvenes.

Este estudio no se centra sólo en el abandono de la Iglesia Católica, sino que aborda el problema que existe en todas las iglesias cristianas.

El estudio revela seis razones fundamentales:
1.- Las iglesias parecen sobre-protectoras. Se demoniza lo que no esté en sintonía con el cristianismo.
2.- Adolescentes y veinteañeros tienen una experiencia poco profunda de la Fe.
3.- Las iglesias se presentan como antagonistas de la ciencia.
4.- Los jóvenes cristianos experimentan que las iglesias tienen un concepto simplista y prejuicioso en relación con la sexualidad.
5.- Los jóvenes les incomoda el carácter exclusivo del cristianismo.
6.- Las iglesias son poco amistosas con quienes dudan.

El estudio concluye que estas razones indican que las iglesias están más en sintonía con los jóvenes tradicionales que con aquellos que viven su vida según la modernidad. Las iglesias piensan más en aquellos jóvenes que siguen una secuencia vital tradicional (trabajo, matrimonio, hijos, etc), mientras que la mayoría de ellos retrasan sus etapas vitales decenas de años o incluso no las llegan a vivir nunca. El estudio también nos dice que las iglesias no están preparadas para relacionarse con aquellos jóvenes que viven la vida normal de nuestro tiempo.

Bueno. ¿Qué podemos decir de este estudio? Desde mi punto de vista personal no aporta nada nuevo. Las razones son las mismas desde hace 2000 años. Siempre ha ocurrido esto y seguirá ocurriendo dentro de 1000 años. Es cierto que décadas atrás, el prestigio social de aparentar el seguimiento del cristianismo oficial conllevaba una serie de incentivos sociales.

Hoy en día, como antes de que el emperador Constantino declarara al cristianismo religión oficial, son muchos los llamados y pocos los escogidos. El cristianismo no puede ser una religión de masas. ¿Por qué? Porque nos conmina a negarnos a nosotros mismos y eso duele en carne propia. Si encima no existen contraprestaciones sociales por aparentar ser cristiano, lo extraño es que haya tantos cristianos todavía.

El paso de la infancia a la juventud es el momento en que uno empieza a plantearse lo que nos rodea y las alternativas que son más agradables. En la primera juventud es complicado no separarse de la Iglesia, ya que la Iglesia no aporta nada al desarrollo social dentro de una sociedad pagana. Más bien todo lo contrario. Aparecer como cristiano resta sociabilidad y excluye de muchas actividades agradables.

¿Es esto algo moderno? No. Fijémonos en la vida de San Agustín y nos daremos cuenta que en el siglo IV la sociedad era similar a la que vivimos hoy en día.

San Agustín terminó convirtiéndose al cristianismo con treinta y tres años, después de buscar la verdad en muchas alternativas más agradables. Tuvo que encontrar a San Ambrosio y contar con una madre como Santa Mónica, para entrar en el camino del Reino. Se han preguntado cuantos jóvenes coetáneos de San Agustín vivieron una vida paganizada hasta morir. Casi la totalidad de ellos. El mismo San Agustín se quejaba de que los jóvenes de su época se alejaban de la Iglesia con frecuencia.

Las razones que aporta el estudio se pueden resumir en tres:
-El cristianismo me exige adaptarme a Cristo y no al revés.
-El cristianismo me exige vivir para el Reino y no para el mundo.
-El Cristianismo me exige convertirme con radicalidad y no vivir en la cómoda tibieza
.

Podríamos preguntarnos si lo importante es decirse cristiano o ser cristiano. Si lo importante es llenar las iglesias, el camino es cambiar el cristianismo. Si lo importante es seguir a Cristo, las iglesias vacías evidencian que el camino no es fácil.

Alguna persona suele objetar a este planteamiento que lo que queremos es una iglesia de puros y que el que no sea puro, lo echamos fuera. Nada más lejos de la verdad. La Iglesia es y será siempre, una Iglesia de tarados, cojos, reincidentes, incompetentes, dejados y limitados. Una Iglesia de pecadores que viven de la misericordia y la Gracia de Dios para recomponer su naturaleza resquebrajada.

Una Iglesia de personas limitadas que reconocen sus limitaciones y piden perdón a Dios con humildad. Una Iglesia que se arrepiente de sus errores.

Una iglesia que no se reconozca como un milagro de Dios, no es Iglesia. Una iglesia que trastoque el cristianismo para no necesitar de la misericordia de Dios, no es Iglesia. La Iglesia verdadera siempre ora a Dios diciendo: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mi, pecador.

Me pregunto si sabemos transmitirles este hecho a nuestros jóvenes. A veces me parece que intentamos hacerles ver a la Iglesia como un edificio perfecto que sólo quiere a seres humanos perfectos. Nos da miedo profundizar en lo miserables que somos y mostrarles que sólo en Cristo nuestras miserias se convierten en algo menos despreciable.

Creo que esta es una conclusión positiva que podríamos sacar de este estudio de Barna Group. Deberíamos mostrar a los jóvenes que la Iglesia está compuesta por seres inapropiados y sin merecimiento alguno. Como aquellos doce elegidos por Cristo. Como aquellos que sanó mientras propagaba el Evangelio. El siguiente pasaje evangélico lo deja claro: Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». (Jn 13, 6-10)

Néstor Mora Núñez

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