lunes, 12 de febrero de 2024

¡QUIÉN COMO DIOS! ¡NADIE COMO DIOS!

 El cartel anunciador de la Semana Santa de Sevilla de 2024 fue encargado por el Consejo General de Hermandades y Cofradías de la ciudad. Es obra de Salustiano García.

Si ése hubiese sido el punto de partida del autor, con total seguridad no hubiera existido ninguna polémica, porque no habría habido necesidad de “debatir” sobre el Cristo del cartel de la Semana Santa de Sevilla. Sencillamente, porque no se le habría pasado por la cabeza al autor hacer semejante desatino. Y eso es lo que precisamente ha acabado produciéndose: un debate en los medios entre partidarios y detractores.

Se ha reducido por los partidarios a una cuestión de “gustos”, como quien dice 'para gustos, los colores'… A los detractores, ha escandalizado a muchos, entre los que me incluyo. Y el motivo de ese escándalo deriva de una razón principal: no representa a Cristo. Así de simple. No es creíble su imagen.

Al modelo le han “adornado” la cabeza con lo que se supone que son las tres potencias que representan que Cristo ha superado el dolor, la muerte, el pecado, el Mal, en definitiva, y lo ha hecho por todos nosotros, aunque la salvación no alcance a todos, sino a “muchos”, como así reza la fórmula del rito de la consagración eucarística, y ello por absoluto respeto de Cristo a la libertad humana. Pero en ese “modelo de portada de Vogueno son creíbles. Lo que uno ve son peinetas.

Si nos fijamos en la pose del modelo, este nos señala la cicatriz del pecho. Otra idea del autor para sugerir la identidad de Cristo. Una de tantas cicatrices que Dios, hecho hombre, dejó visibles en su Cuerpo Glorioso tras su Resurrección, como señales permanentes de su Pasión y Muerte en la Cruz. Pero en el modelo de Salustiano, ese ademán es sugerente de delicada fragilidad, y de una insinuante sensualidad, que evoca más bien a un efebo semidesnudo, cubierto apenas con una tela deliberadamente dispuesta, de ahí ese afeminado ramalazo visible por todos, tanto por partidarios como por detractores. Porque ese es el meollo de todo este asunto, y del revuelo que ha causado. Nadie puede ver a Cristo por ningún lado. Cuestión distinta es si no ver a Cristo en ese cartel guste, cause indiferencia, o rechazo, y en este último caso profundo dolor e indignación. También están los que muestran fingido respeto a la Persona de Cristo, empezando por el mismo autor, que hace público su enfado por las críticas recibidas y se revuelve proyectando la propia suciedad en la mente de quienes rechazamos su deliberada distorsión de la imagen de Cristo.

Desgraciadamente también faltan voces críticas por parte de las principales autoridades de la Iglesia en Sevilla, que parece que quieren “hacer mutis por el foro”… Leo con pena, con mucha pena, las declaraciones del arzobispo de Sevilla. Todo lo que ha alcanzado a decir al respecto es básicamente que debemos “elevar la mirada a Dios”, o frase similar… lo que no sé muy bien qué implica… Lo más esperanzador de ese consejo es que si nos lo tomamos de forma literal, elevando la mirada evitemos así ver el cartel. Aunque dudo mucho que esa sea la interpretación que se ajuste más a ese tibio propósito. Porque si así hiciésemos, y elevásemos la mirada a Dios, ¿sería de su agrado cómo ha sido tratado? Estoy convencida de que no.

Por otro lado, el atrevimiento del autor y del modelo, que resulta que se trata de su propio hijo, es supino. Prestarse a figurar como “modelo de Cristo” ya tiene tela. Lo más difícil a lo que se puede llegar a aspirar. En las películas sobre Cristo no ha habido más remedio que recurrir a actores de carne y hueso, actores que hasta el Cristo de la Pasión de Mel Gibson se las han visto y deseado para poder “convencer”, aunque las más de las veces han acabado decepcionando, y no precisamente por su atuendo y ademanes, que en general han sido muy respetables. Pero ni siquiera en la Pasión de Cristo de Mel Gibson, sin duda la película mejor lograda sobre Cristo, se consideró pertinente mostrarle de frente una vez Resucitado. Y en una genial escena que dura poco más que un suspiro, se levanta de aquel lecho de muerte y envuelto en luz, vemos brevemente el perfil de su rostro, y los agujeros en sus manos que dejaron los clavos. Pero no se muestra su mirada, la mirada del rostro glorioso de Cristo. ¡Menuda osadía hacerlo!, debió pensar el director… El contrapunto aquí es el descaro de Salustiano e hijo que se prestan ambos a tratar con tanta banalidad el triunfo de Cristo sobre la Muerte. El arte de Mel Gibson para lograr transmitir en esa breve escena la Majestad de Cristo Resucitado, frente a la presuntuosa vulgaridad del cartel de Salustiano.

Por: Marta Pérez-Cameselle

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