FRANCISCO
PRESIDIÓ EN EL VATICANO LA CANONIZACIÓN DE LA BEATA «TOCADA POR DIOS Y ARMADA
CON LA CRUZ»
Desde esta mañana,
los fieles argentinos y la Iglesia universal se congratulan con la recién
canonizada María Antonia de San José de Paz y Figueroa, conocida
popularmente como Mama Antula, en una histórica ceremonia presidida por el Papa
Francisco y celebrada en una abarrotada Capilla Papal de la Basílica de San
Pedro.
Durante su homilía, dedicada a
comentar la sanación evangélica del leproso por Jesús, Francisco abordó las "tres lepras del alma" -miedo, prejuicio
y falsa religiosidad- "que
hacen sufrir a una persona débil descartándola como un desecho" y
actualizó la acción sanadora de Dios sobre las mismas con sus dos gestos
descritos en el Evangelio, "tocar y sanar", que
motivaron la vida de la nueva santa.
Así, cuando Jesús "se compadece del leproso, extiende la mano y lo
toca", se muestra según el Papa que "nuestro
Dios no permaneció distante en el cielo, sino que en Jesús se hizo hombre
para tocar nuestra pobreza. Y frente a la `lepra´ más grave, la del
pecado, no dudó en morir en la cruz, repudiado como un pecador,
para tocar nuestra realidad humana hasta lo más hondo".
Por eso, previno a los presentes
de los primeros signos de la "lepra del alma, -cuando tomamos distancia de los demás para
centrarnos en nosotros mismos, cuando reducimos el mundo a los recintos de
nuestro `estar bien´, cuando creemos que el problema son siempre y
solamente los demás-" y ofreció en el segundo gesto de Jesús "el tratamiento" contra ella.
Se trata de la propia sanación "dejándonos tocar por Jesús". Es así,
dijo, cuando "sanamos por dentro, en el
corazón" a través de la oración o la adoración.
"Si le
permitimos actuar en nosotros a través de su Palabra y de los sacramentos, el
contacto con Él nos cambia realmente, nos sana del pecado, nos transforma más
allá de cuanto podamos hacer con nuestros propios esfuerzos. Al `toque´
de Jesús renace lo mejor de nosotros mismos. Los tejidos del corazón se
regeneran, las heridas de los errores del pasado se curan", agregó.
ARMADA
CON LA CRUZ, JESÚS Y LA VIRGEN Y CON "UNA OBRA QUE PERDURA"
Francisco mencionó que este "milagro" de la sanación no tiene lugar "de formas grandiosas y espectaculares", sino a través "de la caridad escondida de cada día, que
se vive en la familia, en el trabajo, en la parroquia, en la escuela, en las
oficinas, que no tiene necesidad de aplausos porque al amor le basta el
amor".
Y el vivo ejemplo de ello fue la
recién canonizada, María Antonia de Paz y Figueroa,
que fue "tocada por Jesús gracias a los
ejercicios espirituales".
Ella, dijo durante su elevación a
los altares, "se desgastó en primera persona,
en medio de mil dificultades, para que muchos otros pudieran vivir su
misma experiencia. De esta manera involucró a un sinfín de personas y fundó
obras que perduran hasta nuestros días".
Mama Antula, dijo
Francisco, `estaba convencida de que
la paciencia es buena, pero mejor es la perseverancia´.
En la parte final de la homilía,
recordó a Mama Antula por su personalidad "pacífica de
corazón" que, sin embargo, "iba
armada con una gran cruz de madera, una imagen de la Dolorosa y un crucifijo al
cuello que llevaba una imagen del Niño Jesús" o "Manuelito, el pequeño Dios con nosotros" como
la santa lo llamaba.
Ella, concluyó, fue "`tocada´ y `sanada´ por el `pequeño Dios de los pequeños´, al que anunció
durante toda su vida, sin cansarse, porque estaba convencida de que `la paciencia
es buena, pero mejor es la perseverancia´. Que su ejemplo y su intercesión nos ayuden a crecer en la
caridad según el corazón de Dios".
La importancia que reviste Mamá Antula para Francisco
(por supuesto como compatriota, pero también en cuanto modelo de mujer laica de gran relevancia pública en
la Iglesia) queda de manifiesto en la publicación en diciembre de su biografía oficial por la Libreria
Editrice Vaticana bajo el título Mamá Antula. La fe de una mujer indómita,
de la que son coautoras Nunzia Locatelli y Cintia
Suárez.
La biografía oficial de Mamá Antula es
obra de dos periodistas, Nunzia Locatelli, italiana afincada en Buenos Aires, y
Cintia Daniela Suárez, nacida en Santiago del Estero (paisana, pues, de la
santa). Es su tercer libro conjunto sobre ella.
En una reciente entrevista que
les hizo Miguel
Cuartero Samperi para In
Terris, ambas destacan el papel de la injusticia social en la conversión de María Antonia de Paz y Figueroa, hija de
un poderoso encomendero y testigo de los malos tratos que recibían en ocasiones
sus trabajadores: “Con el tiempo, el dolor de esta
gente acabó resultando insoportable para ella. Les sentía como hermanos y
sufría con ellos”.
De ahí que su decisión, tomada a
los 15 años, de dejar a su familia sentara muy mal a su padre. A pesar de los
obstáculos que tuvo que superar, “Mamá Antula no se
desanimó y su perseverancia tuvo el premio de que la Providencia le
abriese las puertas que los hombres le cerraban”.
La devoción a Santa María Antonia
de Paz y Figueroa (1730-1799) sigue muy viva y extendida en toda Argentina y
fuera de ella.
Hizo los votos de castidad y
pobreza. Las beguinas (laicas consagradas) a las que se unió eran
mujeres vinculadas al beaterio de los jesuitas en Santiago del Estero, que servían a los más necesitados:
huérfanos, mujeres con embarazos ilegítimos, prostitutas, incluso criminales.
Cuando en 1767 los jesuitas
fueron expulsados
de la Corona de España, Mamá
Antula se convirtió en promotora de los ejercicios
espirituales de San Ignacio y
su obra empieza a dar frutos de conversión. Así explican su historia Nunzia y
Cintia: “María Antonia estuvo en el beaterio
jesuita durante veintidós años, durante los cuales no solo se dedicó a los
demás, sino que pudo recibir una sólida instrucción gracias a
las enseñanzas de los misioneros. También recibió un gran don: los sacerdotes
le enseñaron a organizar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, el tesoro
de la Compañía de Jesús”.
Cuando se produjo la expulsión,
los jesuitas dejaron un “vacío insuperable”, pues
sus misiones eran “un punto de referencia para la
población local, que quedó huérfana, desorientada”: “La única luz, el único
consuelo que quedó fue María Antonia, quien empezó a organizar retiros
para los laicos, basados en los Ejercicios espirituales de San
Ignacio”. Estuvo un año discerniendo esta decisión, que implicaba una
desobediencia al Rey Carlos III y
el Papa Clemente XIV. Un obispo le concedió el permiso de organizarlos,
labor que emprendió junto con otras beguinas. Como es sabido, la iniciativa
empezó a difundirse en los alrededores de Buenos Aires, capital del Virreinato
del Río de la Plata, cimentando su futura fama de santidad y el ser considerada
“madre espiritual de la patria argentina” –como la calificó Francisco- y ahora su primera
santa.
“Es una mujer
laica con un carácter indómito que encarnó la espiritualidad jesuita”, sostienen
Locatelli y Suárez, “cuando esta congregación
sufría la mayor persecución de su historia. Su coraje y su tenacidad son
un testimonio vivo de cuánto pueden contribuir las mujeres, incluso laicas, al
anuncio del Evangelio”.
"NO
OLVIDAR A QUIENES SE ES NIEGA EL CUIDADO Y EL DERECHO A LA VIDA"
Minutos después de la ceremonia,
Francisco pronunció el rezo del Ángelus, seguido de un llamado a "estar cerca de quien sufre y visitar a los
enfermos", en el marco de la festividad de Nuestra
Señora de Lourdes y la Jornada Mundial del Enfermo.
Tras expresar su cercanía y la de
la Iglesia con los enfermos y "los más
frágiles", renovó su llamado a la "cercanía,
compasión y ternura". Francisco pronunció un alegato por "tantas personas a las que se les niega el
derecho a los cuidados y a la vida", entre los que también se encuentran quienes
sufren "la pobreza extrema o la guerra".
"Es
intolerable. Recemos por la martirizada Ucrania, por Palestina e Israel,
recemos por Myanmar y por todos los pueblos martirizados por la guerra", agregó antes de los acostumbrados saludos a peregrinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario