Los recursos empleados por Jesús para dirigir adecuadamente su mensaje a todo público.
Por: Victor Manuel Pérez Martínez | Fuente:
Catholic.net
Quienes tenemos la responsabilidad de comunicar siempre nos preguntamos ¿cómo transmitir mejor nuestro mensaje?
Esta pregunta requiere una mayor reflexión cuando el mensaje se trata del
evangelio ¿cómo proclamar hoy el mensaje de Jesús? En
una sociedad enmarcada por antivalores, por la presión del stress, por el
consumismo desmedido, ¿cómo construir un mensaje de
salvación, de fe, de esperanza y de caridad? Vamos a identificar en
Jesús algunas ideas que nos pueden ayudar.
Situarnos en medio del pueblo y de su historia, es decir, comprender la
realidad de nuestra sociedad.
Jesús utilizó un lenguaje directo, apropiado, cargado de una simbología propia
de la cotidianidad en la cual creció y vivió; un código acorde con el público
al cual dirige su mensaje.
Son las parábolas ejemplo de ésta facilidad que tenía para adaptar su lenguaje
sin perder la esencia de su mensaje. Jesús vivió todas las costumbres y
actividades de su época, enseñanzas recibidas de sus padres, y en especial su
madre, quienes lo instruyeron en la realidad de su contexto histórico. La
utilización de las metáforas para sus parábolas surgen de la realidad cotidiana
de su época (Willam, 1994). Un mensaje de una gran sencillez; pero a la vez de
una gran profundidad doctrinal. Un mensaje que está dirigido al corazón y a la
mente de los hombres de su época y que trasciende al hombre de hoy.
Otro aspecto es el carácter preferencial por los marginados. Es el público por
excelencia de su mensaje. Era escuchado por una gran diversidad de personas;
pero su intención apuntaba a públicos muy concretos: “Bienaventurados
los pobres de espíritu... los mansos... los que lloran... los que tienen hambre
y sed de justicia... los misericordiosos... los limpios de corazón... los que
trabajan por la paz... los perseguidos por causa de la justicia...
Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda
clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt, 5, 3-11)
Su cercanía y actitud con las personas es otro componente que debemos destacar.
Jesús sabe escuchar, observar, contemplar y penetrar en lo profundo de los
corazones. Escuchó a todas las personas que se le acercaban: a los discípulos,
a sus amigos, a los niños, a los soldados, a los cobradores de impuestos, a las
prostitutas, a los enfermos, a los que ostentaban el poder político, a los que
representaban el poder religioso, al ladrón, en definitiva todo aquel que tuvo
un contacto con Jesús encontró un solo mensaje, pero con palabras acordes a su
entendimiento y a la voluntad de su mente y alma.
Un mensaje que respetaba la libertad. Jesús era un hombre de diálogo. No
importa el tiempo. Él se encontraba con el prójimo y utilizaba el tiempo
necesario para dialogar. Cuando leemos los evangelios descubrimos encuentros
muy importantes en los cuales Jesús mantenía un diálogo tranquilo, sereno, de
una gran escucha y al mismo tiempo de una seguridad en su doctrina y en su
mensaje.
Una correcta selección de los canales de comunicación es otra de sus
características (Aguirre).
No sólo es la correcta selección de sus palabras, de sus gestos y de sus actos;
él sabía seleccionar los espacios para comunicar su mensaje. Su primera
predicación la realiza en la sinagoga (Lc 4, 16-30); y seguiría predicando
desde lugares en los cuales podía ser escuchado, incluyendo otros territorios: “También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena
Nueva del Reino de Dios” (Lc 4, 43).
La Buena Nueva la enseñó utilizando paralelamente otros signos del Reino de los
Cielos, los milagros. Otra forma de comunicar el mensaje que avalaba su
predicación. En especial la enseñanza correspondiente a la fe, condición
necesaria para alcanzar la sanación: “¡Animo!,
hija, tu fe te ha salvado” (Mt 9,22). Jesús es ejemplo de su palabra y
quienes están a su alrededor lo conocen por su predicación, sus obras y su
testimonio.
En definitiva la misión que Jesús encomienda a sus discípulos es comunicar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Pero la
comunicación de Jesús es un signo de comunión porque además de transmitir la
Buena Noticia con sentimiento, con verdad, con sabiduría, “se entrega Él mismo como Palabra viva” (Aguirre:
132).
Victor Manuel Pérez
Martínez
vmperezmven@yahoo.com
Referencias:
* Willam, F. (1994). Vida de María (Zalba, M. Trads.). Barcelona: Herder.
(Trabajo original publicado en 1959)
* Aguirre, J., y Sierra L. (1997). Reflexión teológica sobre la comunicación.
En: CELAM (Comp.). Comunicación: Misión y desafío (pp. 99-169). Bogotá: CELAM.
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