Transmitir el hábito de la oración a los hijos y lograr que éstos le encuentren un sentido es el reto que tienen los padres en la actualidad.
Por: Eva Carreras del Rincón | Fuente: Zenit
“Nos acostumbramos a vivir en una sociedad que
pretende dejar de lado a Dios, donde los padres ya no enseñan a los hijos a
rezar ni a santiguarse. Yo os pregunto: vuestros hijos, vuestros niños, ¿saben
hacer la señal de la cruz? Pensadlo. Vuestros nietos, ¿saben hacer la señal de
la cruz? ¿Se lo habéis enseñado? Pensad y responded en vuestro corazón. ¿Saben
rezar el Padrenuestro? ¿Saben rezar a la Virgen con el Ave María? Pensad y
respondeos. Este habituarse a comportamientos no cristianos y de comodidad nos
narcotiza el corazón.” (Papa Francisco en la audiencia del 5 de marzo)
Los días pasan rápido, rezamos algunas oraciones en familia, vamos a misa los
domingos, llevamos a nuestros hijos a catequesis y en el colegio van a clase de
religión. Esto debería bastar.
¿SEGURO?
Este domingo cuando recemos el Padrenuestro durante la misa, mira la cara de tu
hijo y fíjate si lo sabe rezar. Puede ocurrir que demos por supuesto que se lo
sabe y no sea así. No podemos tranquilizarnos pensando que ya se lo enseñarán en
la catequesis o en religión. Puede que se lo preguntaran en catequesis, no se
lo supiera y allí quedó la cosa. Y durante las clases de religión a veces se
repasan estas oraciones y a veces no. Dependerá del niño si se las quiere
aprender... o no y entonces la nota le subirá o bajará.
Cuando queremos enseñar a nuestros hijos nos preparamos y nos mentalizamos de
que durante un determinado espacio de tiempo tendremos que repetir y repetir
hasta que aprenda.
Con las oraciones vocales ocurre lo mismo pero además tienen un sentido y una
razón de ser. No son un poema. Van dirigidas a Dios o a la Virgen.
Mis padres me enseñaron a hacer la señal de la cruz siempre que salía de casa.
Además de repetir la acción todos los días, nos poníamos en manos de Dios y
bajo su protección.
Durante esta cuaresma, junto a las oraciones de la noche, durante la bendición
de la mesa o en cualquier otro momento en que acostumbremos a rezar juntos
todos los días, recemos el Padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó.
Empecemos rezando “Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre” durante varios días y luego vamos
añadiendo poco a poco el resto de la oración. En internet podemos encontrar
dibujos que les ayuden a entender lo que decimos.
Cuando ya se la sepan podemos empezar del mismo modo con el Ave María.
No hacemos otra cosa que poner en acción la obra de misericordia “enseñar al que no sabe” y lograr que la Cuaresma
sea “un momento favorable para convertirse al amor
a Dios y al prójimo; un amor que sepa hacer propia la actitud de gratuidad y de
misericordia del Señor, que «se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (cf.
2 Cor 8, 9).”
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