¿Qué tiene que ver el Día de la Raza con los santos? Es una maravilla pertenecer a una Iglesia que tiene presencia mundial, una Iglesia que es católica en todo su sentido, una Iglesia en la que nos unimos todos. En todos los rincones de la tierra nos unimos en una misma liturgia. Y en la Eucaristía nos unimos todos en Cristo.
En el Día de la Raza podemos
recordar que no importa lo lejos que estemos físicamente o culturalmente. La
Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica, nos reúne a todos delante
del altar y, como una madre, engendra nuevos hijos a lo largo y ancho del
planeta.
En el Día de la Raza quiero
hablarte de 8 santos que nos recuerdan que nuestra Iglesia verdaderamente es apostólica; que la Buena Nueva no es
exclusiva para unos pocos, sino que es Verdad, Camino y Vida para todos.
1. SAN MARTÍN DE PORRES (PERÚ)
Al recordar el Día de la Raza,
el primer santo del que quiero hablarte es uno de mis preferidos. La historia
de este religioso de la orden de los dominicos, siempre me ha llamado la
atención. Es el primer santo mulato de América y me recuerda que la verdadera
forma de cambiar el mundo es por medio de la santidad.
Martín de Porres fue el hijo
bastardo de un hidalgo Español de Burgos que se unió con una negra liberta de
Panamá, con la que nunca se pudo casar debido a las diferencias sociales.
Martín fue abandonado por su padre y puesto al cuidado de una mujer en los
barrios pobres de Lima, Perú. En 1591 recibió el sacramento de la Confirmación
de manos del arzobispo santo Toribio de Mogrovejo.
Desde muy temprana edad su
afición por las plantas medicinales lo llevó a ayudar a muchas personas en sus
dolencias. Vivía cerca del convento Nuestra Señora del Rosario de los dominicos
y muy pronto le atrajo la forma de vida de los frailes y la devoción a la
Virgen del Rosario.
Las cualidades más notorias de
este santo son la sencillez, la humildad y la
servicialidad con los más pobres y necesitados y la obediencia a sus superiores. Recibió malos tratos por su color de piel y
situación social, pero nunca buscó la reivindicación, solo deseaba amar y
servir a los más necesitados y vivió siempre la caridad con todos, aún con los
que no le querían y los que lo maltrataban.
2. SANTA BRÍGIDA (SUECIA)
Mujer de clase noble, fuerte y
virtuosa, casada con ocho hijos. Su esposo tuvo una experiencia muy cercana a
la muerte de la que se recuperó y ambos prometieron consagrarse a Dios en la
vida religiosa. Después de la muerte de su esposo, se queda en el monasterio
Cistercience de Alvastra durante cuatro años apartada del mundo.
Deja atrás los trajes lujosos
y se dedica a la oración y penitencia. Sus visiones se
intensificaron —tenía visiones de Jesús desde muy joven— y tuvo miedo de que no
fueran de Dios.
Por revelación divina se puso
bajo la dirección del maestre Matías, canónigo muy sabio y experimentado, que
declaró que las revelaciones venían de Dios. Sus visiones fueron recopiladas
por el Prior de Alvastra llamado Pedro, que las escribió todas en latín.
Durante su vida exhortó a
muchos nobles a rectificar sus vidas y fue ejemplo de vida santa para todos los
que la conocieron.
3. SANTA JOSEFINA BAKHITA (SUDÁN)
La historia de esta santa
siempre me ha impactado. Siendo muy niña fue raptada y vendida como esclava.
Toda su vida sufrió grandes humillaciones y sufrimientos, torturas y todo tipo
de malos tratos.
Después de pasar por cuatro
amos, fue comprada por un comerciante italiano y con él su fortuna empezó a
cambiar. Este patrón era un hombre bueno y por primera vez Bakhita, que
significa «afortunada», empezó a sentir que
su nombre (que significa «afortunada») tenía
algo de sentido.
Cuando el comerciante regresó
a Italia se llevó a Bakhita con él y allí trabajó como niñera. En Italia
conoció a Cristo y recibió el Bautismo, la Comunión y la Confirmación el 9 de
enero de 1880
Bakhita dijo: «Aquí llegué para convertirme en una de las hijas de
Dios». A los 38 años profesó votos en la vida religiosa. Toda su vida la
dedicó a cuidar a los más pobres, limpiar y cocinar.
Al final de su vida dijo:
«Si
me encontrara de nuevo con los negreros que me raptaron y torturaron, me
arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido eso, no sería
cristiana ni religiosa».
Santa Josefina Bakhita nos enseña el valor del perdón y de la confianza en la
providencia de Dios, que aun en los peores momentos, no abandona a sus hijos.
4. SAN AGUSTÍN ZHAO RONG (CHINA)
Canonizado junto con otros
mártires de China, fue uno de los soldados que escoltaron a San Juan Gabriel
Taurin Dufresse —un obispo arrestado el 18 de mayo de 1815, que sorprendió por
su amor a Cristo, su coherencia de predicación, de vida y por la paciencia con
la que sufrió antes de ser condenado y ajusticiado el 14 de septiembre del
mismo año— durante su trabajo misionero.
San Agustín Zhao pidió ser
neófito y una vez que recibió el bautismo fue enviado al Seminario y ordenado
sacerdote. Ejerció su ministerio en la provincia de Su-Tchuen. Fue arrestado,
torturado y murió mártir también en el año 1815. El testimonio de
vida de los mártires, nos ayuda a fortalecer nuestra fe.
La sangre de aquellos que
mueren por amor a Cristo es un testimonio de amor a la Verdad, de valentía en
el seguimiento. Nos recuerdan que vivimos y existimos por una Verdad
por la que vale la pena no solo vivir, sino morir, confiando en la promesa de
la vida eterna, junto a Él en el Cielo.
5. SAN CHÁRBEL MAKHLOUF (LÍBANO)
Otro santo que tenemos en
cuenta al conmemorar el Día de la Raza es el primer santo de rito oriental
(Maronita), canonizado desde el s. XIII. Bautizado con el nombre Yusef (José).
Desde muy joven buscaba la soledad y el silencio para hacer oración.
Dos de sus tíos eran ermitaños
de la orden libanesa maronita y de ellos buscaba aprender acerca de la vida
monástica. Cuando tuvo edad para casarse comunicó que se sentía llamado a una
vida diferente y entró con 20 años al convento Nuestra Señora de Mayfouq. Ahí
recibió el nombre de consagración Chárbel.
En 1875 recibió la
autorización para la vida ermitaña, murió en 1898 en la Ermita de los santos
Pedro y Pablo. Se dedicó a la vida de oración,
ascética y mística y al trabajo manual.
6. SAN JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN (MÉXICO)
En el Día de la Raza también
queremos hablarte de una preciosa historia de la inculturación de la fe
cristiana en los pueblos indígenas. Es la de Juan Dieguito con nuestra Madre,
María Santísima, en la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe.
Juan Diego era un humilde
indígena que fue bautizado por los primeros franciscanos que llegaron al reino
de Texcoco. Desde el principio de su vida cristiana, Juan Diego mostró ser un hombre virtuoso, humilde y sencillo. Todas sus virtudes llegaron a plenitud
cuando tuvo el encuentro con la Virgen, que le llevó a entregar toda su vida al
servicio de su «amada Niña del Cielo», como él mismo la llamaba.
Juan Diego siempre vivió la caridad y la obediencia, tenía una nobleza en el
corazón y una gran sencillez.
El amor que profesó por la Virgen lo llevó a ser testimonio para muchas
personas y a dedicarse por completo al servicio del templo que con tanta
devoción se esmeró para que se construyera. Decían de él: «todo lo que pedía y rogaba a la Señora del Cielo, ella
se lo concedía».
7. SANTA ROSA DE LIMA (PERÚ)
En el Día de la Raza hoy
hablamos de otra santa que también vivía en Perú. Santa Rosa de Lima conoció a
Martín y, al igual que él, recibió el sacramento de la Confirmación de manos de
Toribio de Mogrovejo. Estas relaciones me llevan a pensar lo importante que es tener amigos que tengan anhelos de
santidad.
El amor es contagioso y el
amor santo puede hacer arder una ciudad, tal fue lo que pasó en Lima en los
tiempos de estos tres grandes santos. De esta época hay numerosas historias de
vidas virtuosas y de un fervor cristiano envidiable en la actualidad.
Santa Rosa es la primera santa
de América. A los 20 años tomó el hábito de terciaria dominica —igual que santa
Catalina de Siena, a quien tomó como ejemplo, lo que me lleva a pensar lo
importante que es conocer la vida de los santos. Lo que significa que nunca
vivió en un convento, sino que siguió viviendo en casa de sus familiares,
dedicada a la vida de oración y servicio a los más necesitados.
Fue reconocida por su intensa
vida mística y ascética y su profundo amor a Cristo, por el que vivió un
matrimonio místico con Él.
8. SAN PABLO MIKI Y COMPAÑEROS (JAPÓN)
El 5 de febrero de 1597 fueron
martirizados 26 cristianos, entre estos San Pablo Miki— japonés de clase alta,
hijo de un capitán del ejército—, que testimonió con valentía su adherencia a Cristo, su amor a la Iglesia y
su deseo inquebrantable de llegar al Cielo junto a Dios.
Lo que deseaba con mayor
intensidad era la salvación suya y la de todos los que conocía. Por eso dedicó
su vida a proclamar la Buena Nueva y era reconocido por su excelente
predicación.
En 1597 llegó al gobierno un
emperador que ordenó a todos los misioneros católicos abandonar Japón. Muchos
misioneros decidieron quedarse escondidos y seguir ayudando a los cristianos.
Fueron descubiertos y martirizados brutalmente en Nagasaki.
El Día de la Raza también se
conoce como el día «de la diversidad cultural» Buscar la vida de los santos, de
tantos, tan diferentes, hijos de variados países y culturas, me alegra el
corazón y me recuerda que la Iglesia es universal.
Por eso, en el Día de la Raza
recordamos que todos, en los diferentes rincones de la tierra, estamos llamados
a llenar con el buen olor a Cristo cada realidad, cada contexto y situación.
Solo Él cambiará el mundo,
solo Él traerá la salvación tan anhelada a todos los pueblos y naciones.
Busquemos enamorarnos más y más de Él para que podamos
decir con corazón henchido: «Hágase en mí según tu
Palabra».
Escrito por: María Belén Andrada
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