A Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo les damos "un mismo honor y gloría".
Por: Pbro. Sergio G. Román | Fuente: Desde la Fe
La Santísima Trinidad
es creer en un solo Dios que, inexplicablemente para la razón humana, es al
mismo tiempo, tres personas distintas, sin
que esto implique una imposibilidad; no obstante, no lo podemos explicar
(misterio), pero no va contra nuestra lógica humana.
¿QUÉ
NARRA LA BIBLIA SOBRE ESTE DOGMA DE FE?
Hacia el año 1800 a. C., la historia de la humanidad da un
gran cambio: surge el actual monoteísmo. El libro del Génesis nos narra
cómo Dios eligió a un viejo pastor de ovejas, originario de la ciudad de Ur, en
Caldea, para mostrarse a él y a sus descendientes como el único y verdadero
Dios.
Con Abraham comenzó nuestra historia de la
salvación, anunciada en el pueblo de Israel y realizada en el nuevo pueblo de
Dios, nosotros.
Durante el Antiguo
Testamento, por la sabia pedagogía de Dios, el pueblo escogido desconoce el
misterio de la Santísima Trinidad, que
tan sólo se nos muestra al llegar la plenitud de los tiempos con la venida al
mundo del Hijo de Dios, Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.
La misión de Jesús es, precisamente, anunciarnos
la buena noticia de la Trinidad divina. Él nos habla con amor de Hijo de cómo
es su Padre, y nos enseña a invocarlo como Padre nuestro también.
Jesús nos habla del Espíritu Santo,
regalo del Padre y regalo suyo, que nos envía para santificarnos y para
consolarnos de su ausencia. Nos deja ver la intimidad de Dios que
sólo él conoce y que sólo él nos podía revelar.
¿QUIÉNES
SON LA TRINIDAD?
El
Padre: Al Padre Dios le atribuimos la creación de todas
las cosas “visibles e invisibles”, pero de
manera especial la creación del ser humano, hecho a su imagen y
semejanza. El Padre nos creó por
amor.
El Hijo, Jesucristo:
Al Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad Santa,
lo llamamos, también, el Verbo, es decir: la
Palabra, para dar a entender que expresa la inteligencia, la sabiduría del
Padre por quien fue engendrado como Hijo único. No es creatura del Padre
ni es posterior a él.
El Hijo se encarnó en el seno virginal de María.
Ella es su madre física, biológica; pero no tiene más Padre que el mismo Dios.
Jesús existía antes de su concepción desde la eternidad. A Jesús le atribuimos
la obra maravillosa de nuestra redención por la cual nos salvó del pecado y de
la muerte para devolvernos la gracia.
El Espíritu Santo:
De Él decimos que “procede” del
Padre y del Hijo; tampoco fue creado ni, él, engendrado. Es el amor del Padre y
el amor de Jesús e igual en eternidad al Padre y al Hijo. A Él le atribuimos la
santificación de los que han sido redimidos.
El Espíritu Santo es el
alma que anima a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y que le da unidad. Es el
dador de todas las gradas divinas. Habita en nosotros como en un templo y nos
mueve a la alabanza continua al Padre por Jesucristo nuestro Señor. Creemos los
cristianos que, cuando hacemos oración, es el Espíritu Santo el que ora en
nosotros.
UN
MISMO HONOR Y GLORIA
A cada una de las personas de la Trinidad Santa les damos “un
mismo honor y gloría”, porque
creemos que los tres son iguales en dignidad, en eternidad y en gloria. Son
distintos entre sí; no son una misma persona que se disfraza de otra para
representar un papel, pero en las tres personas hay una unidad total.
Este dogma de fe nos
hace contemplar a un Dios “comunidad”, la
familia íntima de Dios, relacionada entre sí por lazos infinitos de
entendimiento y de amor. Dios es la perfecta armonía.
LA
DIVINA PROVIDENCIA
En nuestra patria damos culto a la Santísima
Trinidad bajo el nombre de la Divina Providencia,
resaltando el cuidado que tiene Dios sobre nosotros.
A su Providencia Divina nos
encomendamos sabiendo que del amor de Dios nos viene todo lo bueno que en nuestra vida hay. De Él nos
viene nuestro mismo vivir y existir.
A la Trinidad Santa confiamos nuestras obras,
cada vez que nos santiguamos y decimos “En el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo”.
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