¿Qué son? ¿Dónde se encuentran en el evangelio?
Por: Enrique Cases |
El milagro es un hecho producido por una
intervención especial de Dios, que escapa al orden de las causas naturales por
Él establecidas y destinado a un fin espiritual
JESUCRISTO
HIZO ABUNDANTES MILAGROS
La vida de Jesucristo la resume el Apóstol San
Pedro diciendo: «Pasó haciendo el bien» (Hch. 10, 38) Este bien no se limitó a
la predicación de una doctrina sublime y llena de luz, ni a la salvación de las
almas, sino que hizo abundantes milagros curando enfermos, resucitando muertos,
multiplicando panes, procurando pesca abundante, convirtiendo el agua en vino,
etc. Aunque Cristo no vino a quitar el dolor y la muerte del mundo; sin
embargo, estas curaciones prodigiosas y los milagros sobre la naturaleza los
realizó como muestra de su inmenso amor a los hombres y con un significado más
alto que debemos estudiar.
En efecto, los milagros de Jesús son, ante todo,
signos, señales, tanto de Quién es El, como de cuál es la misión que ha
recibido de Dios.
LOS
MILAGROS SON SIGNOS O SEÑALES
No son hechos solamente portentosos de un ser
superior: Son manifestaciones de una realidad salvadera sobrenatural. Son las
señales de que ha llegado el Reino de los Cielos y de que Dios está con el que
los hace. Son también señales de la transformación interior que se va a obrar
en los espíritus; de la conversión y del cambio de mente. A la vez, son señales
del amor misericordioso de Dios por los hombres.
¿QUÉ
ES UN MILAGRO?
El milagro es «un hecho producido por una
intervención especial de Dios, que escapa al orden de las causas naturales por
El establecidas y destinado a un fin espiritual» Es lógico que el Creador pueda
actuar por encima de las leyes naturales creadas por El mismo, cuando esa
actuación no sea contradictoria. Dios no puede hacer que un círculo sea
cuadrado o que lo frío sea a la vez caliente. Pero puede hacer que lo frío se
haga repentinamente caliente o que se suspenda por un tiempo la ley de la
gravedad. Ahora bien, para realizar esa acción extraordinaria, y tan poco
habitual, debe existir un motivo.
El milagro pasa así a ser signo de algo que Dios
quiere manifestar a los hombres. LOS MOTIVOS POR LOS
QUE DIOS OTORGA EL PODER DE HACER MILAGROS AL HOMBRE SON DOS:
1º Para
confirmar la verdad de lo que uno enseña, pues las cosas que exceden a la
capacidad humana no pueden ser probadas con razones humanas y necesitan serio
con argumentos del poder divino.
2º Para
mostrar la especial elección que Dios hace de un hombre. Así, viendo que ese
hombre hace obras de Dios, se creerá que Dios está con él.
HISTORICIDAD
DE LOS MILAGROS
Los milagros son hechos históricos que tienen la
misma historicidad que los propios evangelios. Es más, son una parte importante
de la Buena Nueva anunciada por los evangelistas.
Ha habido quienes negaron la autenticidad de los
milagros basándose en que es imposible que puedan realizarse hechos en contra o
por encima de las leyes naturales. Esta afirmación parte de un prejuicio
cerrado, que impide toda objetividad, y que consiste en negar o bien que Dios
existe, o bien que pueda actuar en la tierra. Es claro que el Creador puede
actuar por encima de las leyes naturales que El ha hecho cuando tiene un motivo
importante. Este es el caso de los milagros evangélicos, que pretenden mostrar
la divinidad de Cristo, y mover a la fe y a la confianza.
Los relatos de los milagros son de una gran
sencillez, lo cual no parece propio de unas historias inventadas. Tienen, en la
mayoría de los casos, una gran precisión de datos en cuanto a tiempo, lugar,
etc. Algunos relatos son largos y detallados, pero otros muchos cuentan
escuetamente lo ocurrido, sin mostrar el menor interés por adornar los hechos.
Además, es sabido que los Apóstoles dieron su
vida y abandonaron todo por ser fieles a la predicación del Evangelio. Sería
incomprensible que mintiesen o que se dejaran llevar por imaginaciones
subjetivas, que hubieran sido rechazadas por los demás testigos de los hechos.
Otro dato de gran valor es que ninguno de los
enemigos de Jesús dijo que no hacía milagros, sino al contrario, es uno de los
motivos por los que le persiguen: «los mismos sacerdotes y los fariseos decían:
¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas
señales (milagros) Si le dejamos que siga así, todos creerán en él» (Jn.
11, 47-48)
San Juan, en el capítulo 9, narra la curación de
un ciego de nacimiento. Como todos los actos de Cristo, en éste se encierra un
simbolismo, además de que haga el bien a alguien que sufre. Devolver la vista a
un ciego, además de un acto de amor, en este caso es también símbolo de que
Jesús es la luz, que vence a las tinieblas.
Los fariseos se cierran a la luz, pero como no
pueden negar el hecho de la curación, reaccionan con insultos y echan de la
sinagoga al ciego de nacimiento curado por el milagro del Señor. Ellos eran los
principales interesados en que no constase que Jesús realizaba hechos
extraordinarios, pero no podían negar la evidencia constatada, en algunos
casos, por multitudes. La actitud de escribas y fariseos pone de relieve
también, que no basta con presenciar milagros para creer. Ellos no aceptaron a
Jesús, no reconocieron que los milagros son, ante, todo, las obras del Mesías. «Revelan quién es y descubren la misión que viene a
cumplir y que es: establecer entre los hombres el Reino de los Cielos»
(B.p.1.i.c., t. 2, p. 39)
Pero, a pesar de todo eso, los fariseos no
niegan la realidad de los milagros. Una prueba de esto la encontramos también
en que le acusan de que no observa el descanso sabático, por curar a un
endemoniado, una mujer encorvado, etc., en sábado.
Quizá una de las manifestaciones más claras de
que reconocen los hechos es que le acusan de que su poder de hacer prodigios no
viene de Dios, sino de Satanás. Jesús les contestará que eso es imposible
porque: «si Satanás expulsa a Satanás, está
dividido contra sí mismo: ¿cómo pues va a subsistir su reino?» (Mt. 12,
26)
Los apóstoles escucharon las enseñanzas de Jesús
y presenciaron sus milagros. Luego les envía a hacer lo mismo que El: predicar
la conversión y confirmar la predicación con señales.
En efecto, los evangelios y el libro de los
Hechos de los Apóstoles nos muestran que Jesús comunicó a sus discípulos el
poder de hacer milagros. Los Apóstoles fueron elegidos, dice San Marcos, -para
enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios- (3, 14-15) San Mateo, por
su parte, dice que los Doce recorrieron los pueblos, anunciando la Buena Nueva
y curando por todas partes.
Esto se pone de manifiesto en diversas
ocasiones, pero quizá tiene un especial relieve aquella en la que uno le trae a
su hijo endemoniado y dice que los discípulos no han podido curarte. Jesús curó
al niño, haciendo salir de él el demonio. Los discípulos le preguntaron al
Señor aparte: «¿Cómo es que nosotros no hemos
podido arrojarle? Díjoles: Por vuestra poca fe» (Mt. 17, 16)
Los discípulos realizan las misma obras que
Jesús con el poder y la autoridad misma del Hijo de Dios. Este poder de los
discípulos se reforzará después de Pentecostés (cfr. Hechos de los Apóstoles) «Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca:
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que
habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt. 10, 7-8).
LOS
MILAGROS SON EL LENGUAJE DE DIOS
La naturaleza habla de la gloria de Dios. Para
los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es
un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos
ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios.
Todo habla de Dios y de su esplendor de gloria. Pero el milagro tiene un
lenguaje especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo Él puede emitir una
palabra que vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la
naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla
en Jesús con tantos milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran
a esa grandeza. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza
ningún milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o
los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los
ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los
leprosos estrenan nueva convivencia al quedar limpios.
Es significativa la cantidad de milagros destinada a sanar las enfermedades. El
dolor es un efecto del pecado de origen. Cristo, al vencer al dolor, quiere
demostrar que viene a vencer a su causa que es el pecado. No sana todas las
enfermedades, sólo unas pocas, aunque sean cientos. Porque el dolor se va a
convertir en instrumento del amor más grande. Gran misterio el del dolor; pero
mayor aún el del amor que, en el dolor, no deja de querer. Jesús dará a conocer
su mesianidad por medio de los milagros, pero cada milagro será un signo
elocuente de lo que viene a traer al mundo: una
felicidad nueva, traída por un amor generoso y fuerte, que llega de lo Alto.
CONOZCAMOS LOS MILAGROS QUE
JESÚS REALIZÓ:
La boda de Caná. (Jn 2, 1-11)
En Caná y Cafarnaúm realiza algunos milagros. (Jn 4, 43-54)
La primera pesca milagrosa. (Lucas 5, 1-11)
El endemoniado en la sinagoga. (Mc 1, 21-28)
La suegra de Pedro. (Marcos 1, 29-39)
La curación del paralítico. (Mateo 9, 1-8)
Curación de dos ciegos y un endemoniado mudo. (Mateo 9,
27-31)
La curación del leproso. (Marcos 1, 40-45)
La resurrección del hijo de la viuda de Naím. (Lucas 7,
11-17)
La curación del paralítico de la piscina de Siloé. (San Juan
5, 1-3.5-16)
La tempestad calmada. (Marcos 4, 35-40)
El endemoniado de Gerasa (Marcos 5, 1-20)
La hija de Jairo y la hemorroísa. (Mc 5,21-43)
Primera multiplicación de los panes. (Juan 6, 5-13)
Otros milagros en la región de Tiro y Sidón. (Mateo 15,
21-28)
El demonio mudo y la fe. (Mc 9,14-29)
La curación del ciego de nacimiento. (Juan 9, 1- 41)
Jesús cura a una mujer en sábado. (Lucas 13, 10-17)
El ciego Bartimeo. (Marcos 10, 49 - 52)
La resurrección de Lázaro. (Jn 11, 1- 45)
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