Y es que las maravillas del Señor son tantas que no hay ojo humano que sea capaz de registrarlas todas.
Por: Arturo Guerra, LC | Fuente: Catholic.net
Del salmo 118
Abreme los ojos para ver
las maravillas de tu voluntad. ¡Qué bonita oración
del salmista! Siente que sus ojos se pueden quedar pequeños o
despistarse. Y es que las maravillas del Señor son tantas que no hay ojo
humano que sea capaz de registrarlas todas. Por eso parece pedirle al
Señor: “quiero estar atento, no quiero hacerme
el ciego, quiero contemplar tu acción y tu gracia”.
Está claro que el Señor trabaja de día y de
noche en cada corazón y en el universo mundo y se requiere un ojo bien abierto
para descubrir ese trabajo del Señor.
Así que los ojos de nuestra alma requieren su
entrenamiento para ver cada vez mejor las maravillas del Señor. La vida
vista así es una escuela en la que vamos aprendiendo a ver cada vez mejor el
trabajo del Señor. Si no tuviéramos esta voluntad de ver mejor, nuestros
ojos del alma podrían debilitarse, o bloquearse o enfermarse.
¿Y para qué este
esfuerzo? Podemos pensar que para
amarle más, para agradecerle mejor y para ayudar a otros a descubrir tantas
maravillas que el Señor va haciendo por ahí.
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