Pedir la identificación a los que hacen el bien desde cualquier grupo humano, es admitir un Dios excesivamente domesticado a favor de unos privilegiados: los únicos buenos; o aceptar un Dios, tan vulnerable y tan ingenuo, que es capaz de dejarse sorprender en su buena fe por personas taimadas.
En
cualquier escombrera humana puede saltar la sorpresa de un tesoro escondido. En
cualquier contexto de maldad puede surgir un gesto de bondad. Al fin y al cabo,
Dios está en el trasfondo de la vida más
desgarrada como su marca de garantía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario