En el Día de los Difuntos, que se celebra el 2 de noviembre, el P. Joseph Mary Wolfe, sacerdote de la Orden de los Franciscanos del Verbo Eterno y capellán de la capilla de EWTN, relató en National Catholic Register cómo fue que la devoción de su padre a San José, el patrono de la buena muerte, lo ayudó en la hora de su partida.
El P. Wolfe dijo que en noviembre de 2020, cuando viajó a su tierra
natal Iowa (Estados Unidos) para asistir a la boda de su sobrino menor, la
salud de su padre sufrió un deterioro veloz e inesperado que lo llevó a partir
pronto a la Casa del Padre. Para el sacerdote, que él y sus familiares pudieran
estar cerca de su padre en la hora de su muerte fue una gracia de Dios.
“En la providencia de Dios, pude estar con mi
padre, Nicholas, la última semana de su vida. Recibió todo lo que la Iglesia
ofrece para los moribundos, incluida una Misa de Viaticum alrededor de la cama
de su hospicio, con mi madre, mi hermana y su esposo en la casa de mis padres”,
dijo.
La palabra “viático” o “viaticum” proviene del latín “via” que es camino, y en conjunto significa “alimento para el viaje”. En la Iglesia Católica
esta expresión se refiere a la Eucaristía que un sacerdote da a una persona en
peligro de muerte o que está muriendo, junto con la Unción de los Enfermos y la
Confesión.
Después, en el momento en que “rezaba el
Rosario, cuando estaba ‘semicomatoso’- o situación de semi coma-, papá abrió
repentinamente los ojos, que de inmediato se fijaron y siguieron algo. Le
pregunté qué estaba mirando. Él respondió: ‘La Santísima Madre... la Santísima
Madre y el Niño Jesús’”, recordó el P. Wolfe.
Su padre murió el 13 de noviembre, en el memorial del Papa San Nicolás I
Magno, un pontífice “del siglo XIX que fue un gran
defensor del matrimonio”. El P. Wolfe dijo que además de “su fiel matrimonio de 63 años con mi madre, Rose, hasta
la muerte”, su padre Nicholas dejó el testimonio de que San José puede
ayudar a los fieles a gozar de una buena muerte.
Relató que luego de fallecimiento, se enteró que su padre había rezado
con frecuencia a San José por una buena muerte. Narró que al contemplar su
libro de oraciones, halló en su interior una hoja recortada del periódico que
contenía la “Oración por una buena muerte” a
San José. Por el desgaste del papel, era obvio que “lo
había rezado con regularidad, probablemente a diario”, dijo.
El sacerdote explicó que “la Iglesia
Católica nos anima y da los medios para prepararnos para nuestra muerte. Por
ejemplo, en la letanía de los santos rezamos: 'De una muerte repentina e
imprevista, líbranos, Señor'; en el Ave María pedimos a la Virgen que interceda
por nosotros 'en la hora de nuestra muerte'; y en la 'Oración por una buena
muerte' nos encomendamos a San José".
“Mi padre, ciertamente, tuvo una buena muerte desde
que recibió los sacramentos y tuvo una familia amorosa junto a él cuando fue a
nuestro verdadero hogar en el Cielo. ¡Qué bendición fue para él y un gran
consuelo para mí y mi familia!”, dijo el
P. Wolfe.
Recordó que “es solo porque Cristo murió y
resucitó, que podemos hablar de ‘una buena muerte’. Cristo conquistó la muerte
con su propia muerte y resurrección”. La Carta a los colosenses señala que la
plenitud que nos da el seguir a Cristo “consiste en ser sepultados con él en el
Bautismo y en resucitar con Él por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó a
Él de la muerte”.
Si bien en la tumba de mi padre está su lápida con su nombre y las
fechas de su nacimiento, boda y muerte, en la tumba de Jesús eso no existe,
pues Cristo vive, afirmó el P. Wolfe. En la Biblia se narra que “los ángeles preguntaron a las mujeres: ‘¿Por qué buscan
entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado’”; y se nos
recuerda que “la tumba está vacía, por lo que podemos hablar de ‘una buena
muerte’ para los ‘vivos en Cristo Jesús’”, dijo.
El P. Wolfe explicó que “San José es el
patrón de una buena muerte, pues tradicionalmente se sostiene que murió antes
de que Jesús comenzara su vida pública”. Explicó que “la presencia activa de José nunca se menciona” en
la vida pública de Jesús, pues parece que, para entonces, la obra que Dios
encomendó a San José ya se había cumplido. Además, aseguró que muy difícilmente
Jesús habría confiado su madre a San Juan, si José hubiera estado vivo cuando
lo crucificaron.
“San José murió como había vivido, con Jesús y
María”, dijo. Por eso, el sacerdote
aseguró que la clave que nos dio el justo San José para una buena muerte es “vivir una vida de amoroso servicio a Dios, a Jesús, a
María ya los demás”.
Recordó que “la muerte para los creyentes
que se esfuerzan por cumplir la voluntad de Dios en sus vidas no es una
extinción aterradora de la vida y una entrada a lo desconocido, sino más bien
una suave transición a la plenitud de la vida que ya ha comenzado. Santa
Teresa, al final de su corta vida, dijo: ‘No estoy muriendo, estoy entrando en
la vida’”.
El sacerdote relató que la hermana Raphael, amiga cercana y vicaria de
la Madre Angélica, fundadora de EWTN, dio testimonio de que Cristo vive en la
hora de su muerte. Relató que la religiosa, poco antes de morir “parecía estar entre el Cielo y la tierra” y le
dijo a la Madre Ángelica: “¡Madre, lo que nos
dijiste es verdad! ¡Todo es verdad!"
“Sí, queridos amigos, todo es verdad. Por eso
podemos hablar de una muerte feliz”, dijo el P. Wolfe, y recordó que en
noviembre la Iglesia nos invita a rezar por el descanso eterno de las almas de
nuestros seres queridos fallecidos; y también seguir la clave de San José para
una buena muerte, que es “una vida de amoroso servicio a Dios y a los demás”.
Además de rezar por las benditas almas del Purgatorio, también animó a
siempre invocar el nombre de Jesús y de María, en especial en “la hora de nuestra muerte”, pues así también
gozaremos de “una transición suave a la plenitud de
vida que ya ha comenzado en nosotros”.
El P. Wolfe recordó que si bien Scott Hahn escribió en su libro “Hope to Die” que el Evangelio ha sido llamado “la historia más grande jamás contada”, realmente
es “solo la ‘introducción’, pues lo que viene
después de esta vida será la historia más grande jamás contada”.
Al morir “veremos en los ojos del Padre la
historia de nuestra propia vida y de la vida de todos los demás en el mundo.
Veremos que cada una de nuestras historias está conectada con la otra y le da
sentido a todas las historias”, dijo.
Conoceremos “la historia que hemos estado
esperando escuchar toda nuestra vida” y “ninguna historia será aburrida porque
la historia de nuestra salvación fue escrita por Dios, y Él orquesta cada
detalle de cada vida, trabajando con y a través de nuestro libre albedrío, para
llevarnos hacia Él: la vida eterna y el gozo en el cielo con Él”,
concluyó.
POR CYNTHIA PÉREZ | ACI Prensa
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