EL COLEGIO AL QUE ASISTÍA LA PEQUEÑA MARÍA FUE TESTIGO DE UNA TRAGEDIA, PERO TAMBIÉN DE UNA GRAN MUESTRA DE FE Y HUMANIDAD.
Hay situaciones extremas a las
que un político de los de hoy, un sindicalista o un ideólogo no pueden dar
respuesta, más allá de verbalizar cuatro lugares comunes, soltar alguna queja,
buscar culpables e implorar cumplir la ley. ¿Qué se
le puede decir a María cuando acaban de atropellar a su hija de cinco años? Y,
¿cómo reaccionas ante la otra María, la conductora
del Volvo que atropelló de forma accidental a Mariquilla, por un trágico error
con las marchas? Desde nuestra humanidad no se les puede decir
nada. Absolutamente nada. ¿Y cómo
se entiende que María, después de estar abrazada a la pequeña en el asfalto,
dándole ese amor que desafía todas las leyes físicas, y después de luchar
denodadamente por salvarla, y con el cuerpecito todavía caliente, pero ya
sin pulso, siendo consciente de que Mariquilla estaba disfrutando del cielo,
se levanta y se dirige hacia la otra María, la conductora del Volvo, para
fundirse en un doloroso
pero sanador abrazo que sabe que le va a liberar de esa
culpa?
No hay ningún tratado de
Filosofía o Ética que dé argumentos para perdonar y
consolar de la manera que lo hizo la madre de la pequeña.
Tampoco ninguna ley, programa político o sindical que pueda aportar
respuestas ante este drama. Solo desde el don que te regala
gratuitamente Dios es
posible perdonar algo de esta gravedad, y en ese mismo momento. María y
Álex, los padres de Mariquilla, nos han enseñado cómo han sabido acoger la
gracia de una forma plena. Si hubieran reaccionado con rabia, con histerismo,
con dolor justiciero... nadie les hubiera echado nada en cara. Es lo
normal y lo que te pide el cuerpo cuando sufres una tragedia de esas
dimensiones. Pero ellos han ido más allá y
nos dicen que esta tragedia aunque "sea
incomprensible, Nuestro Dios lo ha permitido para sacar bienes mayores". Y
a "María, la madre que le ha tocado, a
nuestro parecer, el peor trago del accidente y una vez más le repetimos que se
abandone en el Señor para darse cuenta que no tiene culpa alguna". ¿Hay
alguna noticia, en estos días, más importante que la de este matrimonio del
Colegio Montealto que ejerce las Bienaventuranzas de la Misericordia de
una forma tan sublime?
Que me perdonen mis colegas de
los grandes medios, sobre todo los televisivos, pero ese día, a pesar de las
miles de informaciones que escupían las agencias de noticias, y lo importante
que podían ser las intervenciones parlamentarias del Congreso, las discusiones
de la reforma laboral, los nuevos incrementos de la energía o las imágenes de
la colada del volcán de La Palma, la noticia novedosa, llamativa
e impactante no estaba en el
mundo financiero o sindical. Tampoco en el ámbito político. Estaba en ese abrazo de María a María. Del consuelo a la
persona que hace tan solo pocos minutos ha segado la vida de tu hija.
Quiero entender que estamos tan
emponzoñados por esos programas televisivos dedicados a contar chismes de
alcoba de personajillos que no tienen más horizonte vital que ganarse el pan
por vomitar bilis contra sus más cercanos, o bien traicionarlos, que a nuestra
alma contaminada por ese periodismo corruptor le cuesta horrores, a esta altura
de la película, seleccionar y amplificar un hecho sanador que nos reconstruye como seres humanos, y nos devuelve la esperanza de que la implantación del cielo en la
tierra es posible. El abrazo de María a María,
con Mariquilla en medio, nos recuerda que los milagros sí
existen.
Coda: Y un
recuerdo muy especial para las dos niñas que siguen en el
hospital, luchando entre la vida y la muerte, y que siguen contando
con nuestras oraciones.
Álex Rosal es
director de Religión en Libertad.
Por: Álex Rosal








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