viernes, 19 de noviembre de 2021

6 HÁBITOS DE LAS PERSONAS QUE SE TOMAN EN SERIO SU SANTIDAD

LA SANTIDAD NO ES ALGO DEL PASADO, DE UNOS POCOS PRIVILEGIADOS CON EXPERIENCIAS MÍSTICAS FUERTES.

Tampoco es una misión imposible que Dios dejó a unos cuantos hombres y mujeres que se apartaron del mundo para hacer cosas extraordinarias. 

No, la santidad es una invitación actual, hecha para ti y para mí. Pero, ¿en qué nos afecta saber eso? Cuando tenemos la consciencia de que Dios nos llama a ese estado, nuestra vida cambia. Aunque no cambie externamente o de manera drástica, adquiere una luz nueva. 

Toda nuestra existencia toma un relieve distinto, porque todo lo que hacemos sabemos que resuena en el cielo, porque todo lo que vivimos con amor será nuestro consuelo en la eternidad. 

Sin embargo, queremos un poco más de claridad, ¿no?, ¿qué significa vivir buscando la santidad?

Quiero compartirte algunos aspectos que viven las personas que se han tomado seriamente su responsabilidad y privilegio de buscar la santidad. 

1. DEDICAN TIEMPO A DIOS

Tiempo a las cosas de Dios, tiempo a cultivar la relación con Él. Todos los demás hábitos, giran en torno a este primer punto.

De alguna u otra forma, cada hábito es, en realidad, una manera de concretar esto: concretar el deseo de que toda nuestra existencia esté orientada a Él. 

Todo lo que hacemos tiene sentido cuando responde a nuestro propósito más grande, que es nuestra vocación a la santidad. 

Y ser santos es alcanzar la plenitud del amor, la perfección en el amor. Esto, por supuesto, es más que lindos sentimientos.

Involucrará responsabilidades, deberes, el cumplimiento de algunas normas… pero todo se hará con amor, o si no, sería puro voluntarismo.

2. HACEN ORACIÓN

Lo que todos los santos, de todos los tiempos, tienen en común, es que hacían oración. Esto en síntesis, es hablar con Dios. Un diálogo, una conversación. Y como tal, un espacio abierto a la escucha. 

Te recomiendo el eBook gratuito: «Un diálogo de amor», puede ser de gran ayuda si lo que buscas es aprender a orar mejor.

Como dije, santidad es la perfección en el amor. El Espíritu Santo es el amor de Dios, el que nos santifica. Si necesitamos un modelo o nos preguntamos cómo hacer vida de esto, miremos a Jesucristo, Él es el perfecto modelo. Y nuestra santidad está en identificarnos con Él.

¿CÓMO NOS IDENTIFICAREMOS CON ALGUIEN A QUIEN NO TRATAMOS, A QUIEN NO CONOCEMOS, A QUIEN NO AMAMOS?

¿Cómo sabremos lo que el Espíritu Santo nos quiere transmitir, si no le escuchamos?, ¿cómo entenderemos la voluntad del Padre si no le preguntamos?

¡De ahí la importancia de charlar con Dios! Y de procurar que nuestra oración sea trinitaria: tratar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

3. TODO POR AMOR, LO MEJOR POSIBLE

Muchos santos hicieron cosas impresionantes. Algunos, incluso extraordinarias. Pero Dios no nos pedirá esto a todos… hay muchas vidas santas que pasaron en el anonimato, haciendo su tarea ordinaria y lo que se esperaba de ellos en cada momento. 

El «Día de todos los santos» es cuando celebramos a ellos también, a todas esas vidas calladas que se encuentran en la gloria de Dios. ¡Nosotros podemos alcanzar lo mismo! 

Podemos desanimarnos cuando miramos nuestra realidad y solo vemos tareas cotidianas, rutinarias, quizás algo aburridas.

Pero «el Señor se encuentra entre los pucheros» como diría santa Teresa. En la cocina, en los correos electrónicos, en las clases, en las meriendas… en lo de cada día. 

Claro que, para que alcance un sentido sobrenatural, divino, debe estar hecho por amor. Y, por estar hecho con amor, debe estar bien hecho.

Al menos, procurar que así lo sea —porque a veces procuramos y las cosas no salen bien, pero Dios mira nuestra recta intención—.

4. PROCURAN CONOCER MEJOR A DIOS

No se puede amar aquello que no se conoce. Es importante dedicar tiempo a la formación espiritual y doctrinal. Puedes dedicar un tiempo diario y breve para leer el Catecismo, libros de espiritualidad, documentos del Magisterio… ¡descubrirás una infinita riqueza! 

Esto alimentará tu fe, haciéndola más firme, y te ayudará a profundizar en tu oración, porque conocerás mejor a la Persona que tratas. 

5. SE PREOCUPAN POR SUS HERMANOS

En el mandamiento nuevo, Dios nos invita a amar al prójimo como a nosotros mismos. Nuestra relación con Dios no nos aliena de los demás, nos invita a servirles.

Y no hay mejor servicio que el de acercarlos a la fe, haciendo un apostolado lleno de respeto y de caridad. 

Si nos amamos lo suficiente como para desear el bien y la felicidad para siempre (el cielo), ¿no deseamos la misma plenitud para los demás? Así debería ser.

Nos tendría que importar llevar, junto a nosotros, a muchos otros santos a la vida eterna. Por eso, apostolado. 

Esto significa hablar de Dios y de las cosas de Dios, con palabra, con ejemplo, a través de las obras de misericordia. Pero también desde nuestra oración y mortificación discretas por los demás.

Tiene mucho peso lo que pedimos y lo que ofrecemos por los demás, por sus intenciones, por sus necesidades, por conversiones, por todo. 

6. SE SABEN HIJOS 

Este último punto, en realidad, debería ir primero. Como somos de la misma naturaleza divina, la consciencia de esta nos mueve a portarnos como lo que somos: hijos de Dios.

¡Buenos hijos! Hijos que confían, hijos que se abandonan, hijos que rezan, que viven entendiendo que nunca van solos. Que son amados, deseados, buscados desde la eternidad… y llamados a la eternidad. 

Además de hijos de Dios, somos hijos de la misma Madre. Ella nos ayudará a vivir esta filiación divina, enseñándonos el rostro de su Hijo para que nos asemejemos a Él.

Acortándonos el camino a la Santísima Trinidad, dándonos los empujones que necesitemos para llegar al cielo. Es un regalazo este que nos hizo Jesús, cuando nos dio a la Santísima Virgen como Madre.

¡Aprovechemos! Acudamos a ella con piedad filial, viviendo una vida cada vez más mariana, y preguntándole cómo podemos ser cada día mejores.

Cómo podemos, cada día, amar más. Cómo podemos responder a nuestra vocación a la santidad. 

Escrito por: María Belén Andrada

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