La fe es siempre tomar conciencia de un gran silencio y, por tanto, de un gran riesgo.
Lo expreso admirablemente San Juan de la Cruz: «¿A donde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido, salí tras de ti clamando y eras ido»
La
vivencia de la fe comporta siempre «salir clamando»
No hay comentarios:
Publicar un comentario