Puedo acercarme a Jesús para que realice el milagro de la luz.
Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Catholic.net
Hay una oscuridad interior que impide ver
claramente dónde están el bien, la verdad, la justicia. Hay una oscuridad
exterior que hace muy difícil comprender lo que ocurre a nuestro alrededor.
En el mundo hay amplias zonas de oscuridad. Los
corazones sienten la inquietud de la duda. Las sociedades quedan atrapadas
entre tinieblas y confusiones dañinas. Hace falta aire nuevo y luces amigas.
La oscuridad cede terreno cuando avanza la luz.
Entonces las personas y los hechos empiezan a aparecer en su verdadero
contorno. La mente y el corazón respiran más serenos.
Desde que Cristo vino al mundo, la luz lucha
contra las tinieblas. Es cierto que muchos no logran creer, que otros siguen en
la duda, que otros rechazan o desprecian abiertamente al Maestro.
Pero también es cierto que millones de corazones
reciben una iluminación interior y escuchan palabras que producen una paz
indestructible. “Despierta tú que duermes, y
levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14).
Cuando sienta que la oscuridad asedia mi mente,
cuando palpe las tinieblas dentro de mi corazón, cuando escuche fuera de mí
voces que aturden y engañan, puedo acercarme a Jesús para que realice el
milagro de la luz.
Como ocurrió con el ciego de nacimiento (cf. Jn
9), también hoy unos rechazan la luz y otros empiezan a ver con ojos nuevos. El
mundo sigue dividido, mientras el tiempo corre sin frenos hacia el momento
final, hacia la hora decisiva del juicio sobre el Amor.
Hoy puedo abrir los ojos y dejarme iluminar con
una “luz amiga”, humilde,
serena, bondadosa. Entonces la oscuridad dejará de oprimir mi alma.
Recibiré una paz y una alegría que nada ni nadie podrán arrebatarme (cf. Jn
16,22).
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