Hoy elijo atenderme un poco más, cuidar de ese jardín interior que crece en mí para ser feliz, para no caer en egoísmos ajenos, para que mis días no tengan más momentos oscuros, y la vida, me traiga soles de alegría.
Todos
deseamos ser felices, pero en realidad, no siempre empezamos por el buen
camino: atendiéndonos, escuchándonos, situándonos
como protagonistas en el teatro de nuestras vidas y no detrás de un telón donde
la vida, sólo pasa y se olvida de abrazarnos.
Nadie
debe llamarte egoísta por decir “no” cuando
lo necesitas, por buscar oxígeno y libertad en instantes de presión, por cortar
vínculos cuando dichas personas te hacen daño. Nadie tiene poder sobre ti salvo
tú mismo, porque todos venimos solos a este mundo y nos vamos de la misma
manera… Así que ¿por qué no empezar ya a ser feliz
y a ofrecer felicidad?
Ser feliz es una aventura que debe durar
toda la vida
Elegir
ser feliz es el primer salto que te acercará sin duda a tu objetivo: porque quien elige decide, porque quien da el primer paso
a través de sus pensamientos acabará materializándolo en su realidad, en su
vida diaria.
Ahora
bien, para ser feliz, además de una sabia elección supone en ocasiones tener
que priorizamos, y darnos cuenta de que tal vez, debamos ponernos delante de
algunas cosas y de algunas situaciones. Suena sin duda algo radical, pero en
realidad, se trata de mantener un “equilibrio” entre
los demás y nosotros. Por ello, vale la pena tener en cuenta alguna de estas
dimensiones.
Rodéate de gente que te dé luz, no
sufrimiento
Tal y
como te hemos señalado con anterioridad, la clave está en el equilibrio. Uno
debe estar bien por encima de todo consigo mismo, debes percibir que cada cosa
que haces o dejas de hacer se ajusta a tus expectativas, a tu identidad, a tu
esencia.
Hay personas
que nos hacen perder ese equilibrio interior: nos
alejan de nuestros valores, vulneran nuestra integridad, nos quitan las
energías, nos manipulan con sus ironías, sus exigencias o nos someten a un
cariño habitado solo por espinas.
Rodea tu
vida de personas auténticas con la que te permitas ser tú mismo en cada
momento. Ahora bien, sabemos que a lo largo de nuestra existencia debemos
relacionarnos con figuras que no siempre encajan con lo que somos, con lo que
necesitamos.
En estos
casos, en ese tipo de relaciones complejas pero “que
nos vienen autoimpuestas”, ya sea porque son familia, o compañeros de
trabajo, se trata sólo de no darles autoridad en tu vida. Limita el trato,
desactiva su influencia en ti de quien te perturba, y una vez más, priorízate.
Querido yo, sé tú mismo y despréndete de
todo lo que no es necesario
¿Cuándo fue la última vez que tuviste una conversación con tu auténtico
yo? Ese viaje interior deberíamos experimentarlo con
más frecuencia, porque alejarnos de él es distanciarnos de nosotros mismos y
con ello, perder el rastro de la felicidad.
En
realidad, son muchos los artificios con los que envolvemos a nuestro yo. Y
cuidado, porque esas “pieles de más” que le
impiden respirar, vienen de nuestro entorno pero también desde nosotros mismos:
Hay que
tener cuidado con esas actitudes limitantes donde nuestro yo queda etiquetado
con el “no voy a poder”, “esto no es para mí”, “voy
a fracasar”, o el “está claro que la
felicidad nunca va a llamar a mi puerta”…
Si tu
pensamiento pone muros y tu actitud crea fortalezas, jamás dejarás entrar los
vientos de la felicidad. Sé auténtico, sé tú mismo, atiende a tu yo interno y
libéralo.
Hay que
tener cuidado también con esas influencias externas que actúan a veces como
auténticos boicotadores de nuestra autoestima. Parejas que controlan, que
limitan, que vetan espacios y crecimiento personal...
Tampoco
podemos pasar por alto el peso de muchas familias, de esos modelos de educación
autoritarios, de padres y madres que construyen auténticas burbujas impidiendo
la maduración y la libertad de sus hijos…
A veces,
para ser feliz hay que hacer un viaje interior para sanar muchas heridas y
carencias del ayer. Una vez cubiertas, satisfechas y liberados los miedos es
momento de abrir los ojos y el corazón y creer en ello, creer en que de verdad
merecemos ser felices.
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