Que la lectura de la Sagrada Escritura sea siempre un estímulo nuevo.
Por: Diego Elizalde, LC | Fuente: Catholic.net
Existe un mundo muy diferente al que actualmente
conocemos cuando empezamos a soñar. Uno en el que la fantasía se vuelve
realidad y los límites de la imaginación desaparecen. Es ahí donde creemos que
todo es posible y se dejan atrás los obstáculos que nos frenan en alcanzar
nuestros ideales más profundos.
Metas, sueños, anhelos… todo cuanto nos mantiene
deseando algo en verdad grande, está a nuestro alcance, tan sólo hace falta que
nos decidamos en conseguirlo para así despertar de nuestra comodidad.
Detrás de la complejidad de la naturaleza que
nos rodea y las maravillas del universo que vamos descubriendo, hay un
Diseñador sublime, un gran Soñador: un Dios. El mismo que desde toda la
eternidad te soñó santo.
Los antiguos egipcios deseaban una inmortalidad
que se les concedería tras la consecución de buenas obras hechas en esta
primera vida. El “más allá” era para ellos una certeza. Tanto así, que la
construcción de las pirámides refleja esta creencia. Después de la muerte de
sus faraones, debían conservar su cuerpo de la corrupción y dejarle trazado el
camino que debía seguir para guiarlos en su camino ascendente.
El deseo del hombre de vivir para siempre no es
nada nuevo como vemos. Pero, ¿por qué no comenzar
ser plenamente felices desde ahora? ¿Cómo puede suceder esto si la vida está
llena de lágrimas y dificultades?
En 1991 nació Carlo Acutis, un adolescente que
con sus pocos años «se hizo agradable a Dios»
(cf. Sab. 4, 10). Cuando le detectaron una leucemia, decidió afrontarla con
alegría y ofrecerla «por el Señor, la Iglesia y el
Papa». Antes de su partida al cielo acercó a su familia a Dios y vivía
una vida espiritual peculiar para su edad.
Tras haber hecho la primera comunión asistía
diariamente a la Eucaristía y solía quedarse más tiempo en adoración, pues
decía: «mientras más frecuentemente sea nuestra
recepción de la Eucaristía, más seremos como Jesús. Y en esta tierra podremos
pregustar el Cielo».
Los videojuegos, el fútbol y la programación
eran algunos de sus mejores pasatiempos. Además, viajaba documentando los
milagros eucarísticos sucedidos a lo largo de la historia, para luego
compartirlos en una página web que él mismo diseñó para este fin.
A sus 15 años «llegó a la
perfección en poco tiempo, alcanzó la plenitud de una larga vida» (v.
13) y nos enseñó que la santidad soñada por Dios para cada uno de nosotros se
hace realidad cuando buscamos a Cristo ahí en nuestra vida ordinaria, sin
alarde y con pureza de intención.
«La gente ve esto y no lo
comprende» (v. 14), ¿por qué un
muchacho tan bueno muere tan repentinamente? Apenas le informaron de su
cáncer ya los días de su vida terminarían pronto. El 12 de octubre de 2006 iría
al encuentro con Dios, habiendo dejado una huella de santidad distinta a
cualquiera.
Al igual que Carlo, estamos todos llamados a la
santidad (cf. Gaudete et exultate n. 10). Ya seas niño o adulto, grande
o pequeño, rico o pobre…, Dios te pensó santo y va hacer todo lo posible para
lograrlo y convencerte de que el único sueño que Él tiene para ti, es que seas
muy feliz (cf. Mt. 5, 48).
Una larga vida, una salud inquebrantable, éxitos
inéditos… son cosas que todos deseamos. Nuestro tiempo es limitado y sabemos
que no podemos solos. Tenemos en el cielo grandes amigos e intercesores: los santos. Ellos sabrán brindarnos su apoyo en
nuestros problemas y estarán siempre dispuestos a arrancar de Dios las gracias
que más necesitemos para llegar a la cima del ejercicio de nuestra fe: la santidad.
Con razón decía Santa Teresita: «pasaré mi cielo haciendo el bien en la tierra». Aprendamos,
pues, de nuestros hermanos mayores y dediquémonos a lo verdaderamente
importante antes de que sea demasiado tarde.
Que la lectura de la Sagrada Escritura sea
siempre un estímulo nuevo para desear con ansias este sueño de Dios y pronto
nos encontremos con los que se jugaron la vida por lo que sí valía la pena, ser
santos.
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Gaudete et exultate, exhortación apostólica del Papa
Francisco sobre el llamado a la santidad en el mundo actual.
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