HISTORIA NO CONOCIDA… PERO QUE EXPLOTA DE INCREÍBLE.
Hoy ya
Nuestro Mariscal está descansando en el Panteón de los Grandes... Nuestro héroe
tenía una extraña pasión, le gustaba escuchar de cerca el silbido de las Balas.
Para darnos una idea del Bravo de Bravos que era nuestro Coronel. Siempre tuvo
su ataque el factor sorpresa...
Alguna
vez volteó las herraduras de su Caballo, para despistar al enemigo... otras
veces vestía con chullos a las llamas para que parezca más Soldados en su
ejército para el ataque.
Hoy vamos
a conocer anécdotas de este gran Guerrero Peruano. ¡¡Nunca
rendido!!
Por una
crónica que rescaté del 13 de Mayo de los años del Señor de 1954. La hija del
Mariscal… Hortencia... nos lo cuenta.
Lucila
Hortensia fue la hija mayor de Cáceres. Siendo muy niña, junta a sus hermanas
también pequeñas, Zoila Aurora y Rosa Amelia, marchó con su madre doña Antonia
Moreno Leiva, nuestra guerrera La Mamacha Antonia a plegarse a las huestes que
en La breña comandaba el adalid de la resistencia nacional compartió así los
sacrificios y avatares de esa epopeya, que quedó grabada para siempre en su
memoria.
Estando
en mayo de 1883 en la ciudad de Tarma, donde Cáceres tenía a la sazón su
cuartel general, vio llegar una partida de guerrilleros de Yauli, prorrumpiendo
en llanto incontenible al verlos pobremente vestidos, casi inermes, vivando a
su padre y alistándose para la batalla. Corrió entonces hasta una capilla
cristiana, donde su madre le dio el alcance, viéndole el rostro completamente
anegado de lágrimas mientras rezaba al Hacedor. “Hortensia,
¿Por qué lloras? ¿Por qué rezas?”, preguntó la madre: “Mamacita - contestó la niña- lloro porque me dan mucha pena estos pobres indios; van
para que los maten como a perros, porque no llevan balas para defenderse”
y entonces le respondió la madre: “-Dirás que los
matarán como a héroes”. Y lloró con ella. Años más tarde, Hortensia
escribirla los Recuerdos de la Campaña de La Breña, que le dictó su madre, poco
antes de morir. Mucho tiempo después, ya en su ancianidad, ella concedió al
diario “La Crónica” una singular entrevista,
que fue publicada el 13 de mayo de 1954. Habló entonces sobre las intimidades
del héroe, sobre su dimensión humana, faceta poco conocida de su biografía.
Copiamos aquí algunos selectos párrafos de tan importante testimonio....
UNA
HAZAÑA Y UN ASCENSO
En la
época de Pardo, papá era comandante del batallón acantonado en el cuartel de
San Francisco y tenía el cargo de segundo jefe. Papá se iba a acostar cuando
estalló un movimiento revolucionario contra Pardo. Papá oyó tiros… rápidamente
se puso sus pantuflas y salió corriendo y echó llaves a las puertas del
cuartel. Entonces un sargento de los revoltosos inesperadamente le apuntó con
su fusil al pecho, intimidándolo para que le diera las llaves. Papá, al
rechazar el ataque, empujó al sargento, sacó su pistola con la otra mano, pues
la otra la tenía quemada, ya que el fusil del sargento había hecho tanto
tiroteo, que estaba terriblemente caliente, y lo eliminó. Luego, llegó a
dominar la revuelta con la ayuda que le prestaron los militares. Cuando supo
Manuel Pardo, Presidente de la República, de la actitud de papá, fue al cuartel
y le dijo: "Coronel: desde este momento es
usted el primer jefe del batallón". Sobre la marcha. . . ¡papá fue coronel!....
ELEGANCIA
Y TERNURA.....
Papá era
fino, exquisito en su trato, muy recto; pero alegre, elegante con las damas.
Sus palabras más fuertes eran “carácter” y “cangrejo”. Sé enternecía mucho con la música de
la sierra… quería bastante la música de nuestro pueblo, a pesar de no dejar la
música clásica, pues cuando estábamos en Berlín íbamos a la ópera y
escuchábamos a Wagner. El baile le encantaba y era muy galante con las damas.
Una cosa que nos llamaba la atención era el don especial que tenía para domar a
ciertos animales era muy aficionado a los pájaros y en Chorrillos tenía un
pájaro ayacuchano ("Chirote"), que
se le posaba en los hombros le daba de comer a sus palomas y nadie creería que
la bravura de su vida militar formaba un contraste con la sencillez y bondad de
su vida íntima.
“NUNCA
DE RODILLAS”
Los
guerrilleros tenían una adoración única por papá. Los indios del Perú tenían
culto por Cáceres. Le llamaban “tayta”. Él
era un compañero para ellos y sufrían igual. Sobre ello les voy a contar algo
curioso. Una vez que estuvimos en Huancayo, en casa de doña Bernarda Piélago,
residencia aristocrática que sólo era pisada por lo más graneado y rancio de la
región, resulta que los guerrilleros se presentaron a la casa para saludar a su
“tayta”, pero como era de imaginarse, la
dueña de la mansión no los dejaba entrar… Al fin, a ruegos de papá, entraron…
Parecía una escena de Luis XIV; los indios se quitaban el sombrero y saludaban
ceremoniosamente y luego corrían a arrodillarse ante papá y le besaban la mano;
entonces molesto, pero cariñosamente, papá les decía: "Katariychis,
manan charicca, ccaripacha kconccoricunanchu kay ccapas”, que en buen
castellano quería decir: “Levántense: un hombre
nunca se pone de rodillas”. Papá hablaba con sus indios en quechua y se
entendían muy bien. Yo no quisiera contarles sobre la vida militar de papá,
porque la historia ya la da a conocer; pero como me han preguntado sobre su
iniciación como militar, les diré que más o menos a la edad de 17 años y cuando
menos se esperaba, se escapó con unos amigos del colegio y se presentó al
general Fermín del Castillo, durante la época de Castilla, y le dijo que quería
ser militar. Y así se inició en la carrera de las armas.
DE
NIÑO QUISO SER CURA......
Siendo
muy muchacho papá quiso ser cura, y como era muy engreído por mi abuela le
daban gusto en sus pedidos. Tendría, dicen, unos ocho o diez años cuando le
mandaron hacer un vestido de sacerdote, le construyeron un altar en un cuarto,
y entonces él hacía misas jugando así con sus compañeros y amigos. Fíjese usted
qué contraste, la inclinación hacia el sacerdocio siempre se haría presente en
papá. ¡Quién iría a pensar que después sería un
bravo militar! En fin, les cuento esto para que observen que nadie
pensaba que ingresaría a la carrera militar.
SU
MODELO FUE UN SARGENTO
Les voy a
contar una cosa que papá me decía y que había sido uno de sus triunfos corno
militar. Su principal estimulo, para ser siempre el primero, se lo dio un
sargento. Era el sargento que lo instruía. Cuando papa se demoró en los
primeros pasos para marchar, el sargento expresó satíricamente: “Estos señoritos quieren ser militares y no saben ni
marchar”. Esto picó a papá y desde ese entonces, para salir triunfante
en sus propósitos, se acordaba del sargento y se esforzaba por quedar bien.
LA
CICATRIZ DEL GUERRERO
Se ha
dicho que papá era “tuerto”, pero no había
tal cosa ya que tenía sus ojos perfectos y leía y escribía muy bien. Solamente
tenía caído el lagrimal y la cicatriz en la nariz del tamaño de un real (moneda
menuda). Estaba batiéndose (al servicio de Castillla) en la torre de Santa Rosa
(en Arequipa) y llovían las balas; una de ellas lo cogió, por lo que fue
envuelto en unas frazadas y lo llevaron a un convento. Las monjas lo asistieron
con todo cariño y le insinuaban en todo momento que dejara la carrera militar y
que se quedara en el convento como capellán del mismo. Pero papá ya estaba
hecho para la vida militar. Cuando le dijeron a don Ramón Castilla que el
teniente Andrés Avelino Cáceres estaba gravemente herido, respondió: “¿Grave? ¡No ha muerto! Quiere decir que la Providencia
lo reserva para algo grande” y así fue, ya que el Perú sabe que papá se
dedicó íntegramente a la defensa de nuestra patria en los momentos aciagos en
que Chile invadió nuestro territorio. Su fama llegó a tanto que el propio general
chileno Patricio ¡Lynch ordenó su muerte... para
Nuestro Aguerrido Coronel....cosa que Nunca pudo cumplirse por la destreza del
Famoso Coronel Peruano!
¡Nuestro¡
!...querido!... ¡aguerrido! ¡admirado!
¡Bravo
de Bravos!.....
¡Mariscal
el Tayta Cáceres!
Con el Permiso de Nuestro gran Coronel Andrés A. Cáceres!... el Tayta
Cáceres
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