Porque la salud es un don maravilloso que recibo para darme a los demás...
Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Catholic.net
Tener salud no resulta fácil. Basta una
infección, una corriente de aire, una comida no adecuada, una alergia, para que
empiecen los problemas.
Por eso, cuando la salud brilla en
momentos buenos, hay oportunidades maravillosas para entregarnos con mayor
plenitud a los demás.
No siempre será una salud perfecta, pero basta
la suficiente para que empecemos a salir de nosotros mismos para amar y servir.
¿Qué bien puedo hacer
ahora? ¿Qué deberes puedo cumplir? ¿A quién puedo ayudar? ¿Cómo aprovechar esa
energía que tengo disponible?
Al valorar la salud como
don reconocemos que es algo no merecido. Millones de seres humanos están imposibilitados
por enfermedades, algunas terribles.
Por eso, al despertarme y gozar de un nuevo día,
puedo agradecer a Dios este don tan grande y empezar a emplearlo de la mejor
manera posible: dándome.
Quizá mañana las fuerzas empiecen a fallar, los
dolores se hagan más molestos, un virus limite mis posibilidades. La salud de ahora se convierte en un tesoro que puedo invertir para
beneficiar a otros.
Cuando pierda la salud (ese momento llega más
tarde o más temprano), Dios me concederá otros modos de darme, con la oración,
la paciencia, la sonrisa ante quienes me ayuden.
Mientras la tenga, o tras recuperarla después de
una enfermedad superada, pediré luz a Dios para que la sepa aprovechar en
tantas obras buenas. Porque la salud es un don
maravilloso que recibo para darme a los demás...
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