Una prenda sacerdotal me faltaba en mi armario. Una que nunca me había gustado: el fajín negro. Acepté este regalo de un amigo porque tenía una sotana mal hecha que era una versión previa hasta llegar a la que llevo ahora. Una versión mal hecha salida de la aguja de una espontánea. Pensé que el fajín podría disimular el aspecto de toga de juez estadounidense que tenía aquello. Y funcionó. Quedaba bien. Se disimulaba todo.
Ahora
bien, jamás me imaginé que fuera tan incómodo el tema del fajín. Lo pude llevar
unas pocas veces y con inmenso esfuerzo. Además, en verano da muchísimo calor,
pero muchísimo. Ya sé que pensaréis que estoy exagerando. Pero evita que el
aire circule por dentro de la sotana. Es como llevar una faja, pero en
pequeño.
Sé lo que
es llevar una faja porque sufrí una intervención quirúrgica por hernia discal.
Pues es lo mismo. De hecho, os sorprenderá, pero fajín
viene de faja.
P. FORTEA
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