jueves, 18 de marzo de 2021

¡NO DEJES DE SOÑAR Y DE CONFIAR EN QUE DIOS TAMBIÉN QUIERE QUE SEAS FELIZ!

Durante este tiempo me ha venido mucho al corazón la voz de Dios que me recuerda: «No dejes de soñar».

A veces pienso con tristeza en todos esos planes cancelados, en las personas que sigo sin poder ver, en los viajes truncados o las relaciones que se convirtieron en mensajes de texto o videollamadas.

La pandemia seguirá haciendo estragos durante un largo tiempo. Se nos vienen tantos pensamientos negativos a la cabeza: «No merezco ser feliz», «tal vez nunca tendré un trabajo estable».

«No seré una novia feliz», «no lograré hacer un cambio en el mundo», «no sabré nunca lo que es vivir en paz…», «tal vez es mejor no soñar con cosas tan grandes».

Creemos que al pensar así, de forma «realista, madura y objetiva» tendremos los pies en la tierra. Pero es un engaño: solo vamos perdiendo ganas, emoción, sueños.

¡SUTIL TENTACIÓN LA DE DEJAR DE SOÑAR!

Sobre todo con un Dios que es Padre y hace lo que sea porque sus hijos tengan lo que necesitan. Claro, digo «necesitan» porque lo que «queremos» no siempre es lo que en realidad necesitamos.

Pero sentirnos necesitados nos recuerda nuestra infancia. Cuando literalmente necesitamos todo de nuestro padres. «No soporto el frío, ¿me abrazas mamá?», «no alcanzo eso, ¿me ayudas papá?», «no sé cómo abrir esta cosa, ¿me enseñan?».

A veces también debemos pedirle a Dios como niños. Pero más importante aún, debemos aprender a escuchar y sobre todo a obedecer.

— «Si me escuchas, ayúdame a conseguir un trabajo»
— Y Dios grita: «¿Cómo lo quieres?», recuerda los dones y talentos que tienes, ¿te esforzarás de verdad?

Tal vez nosotros ni le respondemos o no le damos el chance de guiarnos. Claro, hemos pasado tanto tiempo bajando nuestras expectativas sobre Dios y sobre lo que anhelamos que ni sabemos cómo pedirlo o cómo actuar.

NO RENUNCIES A TUS SUEÑOS

El demonio se aprovecha mucho de tu desánimo, de que dejemos enfriar nuestros sueños y nuestra fe en un Padre que nos quiere ver felices, para que no vivamos vida en abundancia.

Pídele a Dios que fortalezca tu confianza en su amor. Cada día pídele con humildad que te permita sentirte escuchado y amado. A veces se lo pedimos a gritos y luego nos volvemos ciegos y sordos.

Pedimos tener un buen día e ignoramos la llamada de un amigo, esa comida deliciosa que tenían lista en casa, ese ratito en el oratorio a solas con Dios, esa canción que nos alegró la mañana cuando íbamos en el coche.

No, no es que Dios sea nuestro genio de la lámpara y haga todo según nuestros caprichos. Pero Él sabe lo que más necesitamos, y sabe que en esos detalles pequeños también hay una oportunidad de que lo recordemos.

¿CONOCES LA ORACIÓN IMAGINATIVA?

Para san Ignacio de Loyola la imaginación era un recurso del Espíritu Santo para dialogar con Él: con ella podíamos discernir, como soñando despiertos, cuál podría ser la mejor opción.

Por ejemplo: Ignacio se daba cuenta que si imaginaba con ser un gran soldado para el rey, rodeado de mujeres, terminaría sintiéndose «desolado».

En cambio, si imaginaba que dejaba todo valientemente y se aventuraba a lo que Dios le pidiera, acabaría «consolado», alegre y con mucha energía.

Usando la imaginación también podemos orar y armar escenarios donde confirmamos qué es lo que queremos y si Dios está presente. ¿Tus más grandes sueños incluyen a Dios?, ¿cuándo te propones una meta piensas en Él?

Al final… Dios toma nuestros sueños, trabaja con nosotros encantado y nos da más de lo que esperábamos. ¡Confía en su amor y en su palabra! ¡No dejes de soñar!

Escrito por Sandra Estrada

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