“Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor”, dice el Evangelio (Lc. 1,6) sobre San Zacarías y Santa Isabel -padres de San Juan Bautista y tíos de Jesús-, cuya fiesta litúrgica se celebra cada 5 de noviembre.
Tal como describe San Lucas, Zacarías pertenecía a
la clase sacerdotal de Abdías, mientras Isabel era descendiente de Aarón. Ambos
eran de edad avanzada y no habían podido tener hijos porque Isabel era estéril.
Cierto día, a Zacarías le tocó ingresar al “Santuario
del Señor” para ofrecer la oración. De pronto, un ángel se le apareció y
le dijo que su esposa le daría un hijo al que llamarían Juan. “Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías,
para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la
sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto”,
le dijo el ángel a Zacarías. Este preguntó al ángel cómo podía estar seguro de
lo que decía, si él y su esposa ya eran ancianos. A lo que el ángel contestó “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios”, y
que había sido enviado para anunciar esta buena noticia. Luego, sentenció “quedarás mudo por no haber creído”.
Así, Isabel quedaría embarazada. De manera que la que habían llamado
estéril, e ahora exultaba de gozo y gratitud a Dios: “Esto
es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me
avergonzaba ante los hombres”.
Después de que el ángel Gabriel se le apareció a la Virgen María, esta
fue a casa de su prima Isabel para ayudarla. Isabel, al verla, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el
fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a
visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de
ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del
Señor”.
Cuando Juan nació, todos se alegraron en casa de Zacarías por la acción
misericordiosa de Dios. El día de la circuncisión de Juan, los familiares de
Zacarías pidieron que el recién nacido se llame como su padre, de acuerdo a la
costumbre. Sin embargo, Isabel se opuso y dijo que se llamaría Juan, de acuerdo
a lo escrito por Zacarías en una tablilla. Una vez hecho esto, Zacarías
recuperó el habla al instante y pronunció su célebre cántico -incorporado por
la tradición de la Iglesia en la Liturgia de las Horas (Laudes u oración de la
mañana)-:
“Cántico de Zacarías”
(Benedictus)
Lucas 1,68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha
visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la
casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por la boca de
sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y
de la mano de todos los que nos odian; realizando su misericordia que tuvo con
nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro
padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados
de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su
presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque
irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la
salvación, el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos
visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Redacción ACI Prensa
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