Lo que nos importa es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. Jesús vino a aclarar el misterio más profundo que hay en el Ser Divino: «Dios es amor»
Por: P. Paulo
Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente: Para dar raz?e nuestra Esperanza, sepa
defender su Fe
En las Biblias evangélicas encontramos que a
Dios se lo nombra como a «Jehová» y en las Biblias católicas le damos el nombre
de «Yahvé». Muchos cristianos se preguntan: ¿por qué esta diferencia en el nombre de Dios? ¿qué
debemos pensar de esto?
En el fondo no sirve de nada discutir por el nombre antiguo de Dios. Nosotros
vivimos ahora en el Nuevo Testamento y lo que nos importa es hablar de Dios
como Jesús hablaba de Él. Jesús vino a
aclarar el misterio más profundo que hay en el Ser Divino: «Dios es amor». Dios es un «Padre» que ama a todas sus creaturas y los hombres son sus
hijos queridos. Jesús mismo nos enseñó que debemos invocar a Dios como «nuestro Padre» (Mt. 6, 9).
Para los estudiosos de la Biblia quiero aclarar en esta carta el nombre antiguo
de Dios, aquel nombre que los israelitas del Antiguo Testamento usaban con
profundo respeto. La explicación es un poco difícil, porque debemos comprender
algo del idioma hebreo, la lengua en la cual Dios se manifestó a Moisés.
LOS NOMBRES DE DIOS EN EL
ANTIGUO TESTAMENTO
Los israelitas del Antiguo Testamento empleaban muchos nombres para
referirse a Dios. Todos estos nombres expresaban una relación íntima de Dios
con el mundo y con los hombres.
En esta carta quiero indicar solamente los nombres más importantes, por ejemplo:
En Ex. 6, 7 encontramos en el texto hebreo el nombre «Elohim»,
que en castellano significa: «El Dios fuerte
y Poderoso».
En el Salmo 94 encontramos «Adonay» o «Edonay», que en castellano es «El Señor».
En Gén. 17, 1 se habla de Dios como «Shadday» que
quiere decir el Dios de la montaña.
El profeta Isaías (7, 14) habla de «Emmanuel» que
significa «Dios con nosotros».
Y hay muchos nombres más en el A. T., como por ejemplo: Dios Poderoso, el Dios Vivo, el Santo de Israel, el Altísimo, Dios
Eterno, El Dios de la Justicia, etc.
Pero el nombre más empleado en aquellos tiempos era «Yahvé» que significa en
castellano: «Yo soy» o «El que es».
Leemos en Éxodo Cap. 3 que Dios se apareció a Moisés en una zarza ardiente y lo
mandó al Faraón a hablar de su parte. Moisés le preguntó a Dios: «Pero si los israelitas me preguntan cuál es tu nombre,
¿qué voy a contestarles?». Y Dios dijo a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY». Así les dirás a los israelitas: YO SOY me manda a ustedes. Esto les dirás a ellos: YO
SOY, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob me manda a ustedes. Este es mi nombre
para siempre» (Ex. 3, 13-15).
¿DE DÓNDE VIENE LA PALABRA
«YAHVÉ»?
Esta palabra es una palabra hebrea, el hebreo es el idioma de los israelitas o
judíos del Antiguo Testamento. En este idioma no se escribían las vocales de
una palabra sino únicamente las consonantes. Era bastante difícil leerlo
correctamente, porque al leer un texto hebreo, uno mismo debía saber de memoria
qué vocales tenía que pronunciar en medio de las consonantes. El nombre de
Dios: «YO SOY» se escribía con estas cuatro
consonantes: Y H V H que los judíos
pronunciaban así «Yahvé», y en castellano se
escribe YAVE. La pronunciación «Yahvé» es sin duda la pronunciación más correcta
del hebreo original para indicar a Dios como «Yo soy
el que soy» (Los judíos del A.T. nunca dijeron Jehová).
¿DE DÓNDE VIENE LA PALABRA
JEHOVÁ?
Los israelitas del A.T. tenían un profundo respeto por el nombre de Dios: «Yahvé». Era el nombre más sagrado de Dios, porque
Dios mismo se había dado este nombre.
Con el tiempo los israelitas, por respeto al nombre propio de Dios, dejaron de
pronunciar el nombre de «Yahvé» y cuando
ellos leían en la Biblia el nombre de «Yahvé», en
vez de decir «Yahvé» dijeron otro nombre de
Dios: «Edonai» (el Señor). Resultó que
después de cien años los israelitas se olvidaron por completo de la
pronunciación original (Y H V H, Yahvé)
porque siempre decían «Adonay» (el Señor).
En la Edad Media (1.000 a 1.500 años después de Cristo) los hebraístas (que
estudiaban el idioma hebreo antiguo) empezaron a poner vocales entre las
consonantes del idioma hebreo. Y cuando les tocó colocar vocales en la palabra
hebrea Y H V H (el nombre antiguo de Dios)
encontraron muchas dificultades.
Por no conocer la pronunciación original de las cuatro consonantes que en las
letras castellanas corresponden a YHVH y en
letras latinas a JHVH, y para recordar al
lector que por respeto debía decir: «Edonay» en
vez de «Yahvé», pusieron las tres vocales
(e, o, a) de la palabra Edonay; y resultó Jehová en latín. Es decir: tomaron las 4 consonantes de una palabra (J H V H) y metieron
simplemente 3 vocales de otra palabra (Edonay) y formaron así una nueva
palabra: Jehová. Está claro que la palabra «Jehová» es un arreglo de dos
palabras en una. Por supuesto la palabra «Jehová» nunca
ha existido en hebreo; es decir, que la pronunciación «Jehová»
es una pronunciación defectuosa del nombre de «Yahvé».
En los años 1600 comenzaron a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como
encontraron en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, copiaron este
nombre «Jehová» literalmente en los
distintos idiomas (castellano, alemán, inglés...). Y desde aquel tiempo
empezaron a pronunciar los católicos y los evangélicos como nombre propio de
Dios del Antiguo Testamento la palabra «Jehová» en
castellano.
Ahora bien, aun las Biblias católicas usan el nombre de «Yahvé» y no el de «Jehová». ¿Está bien? Está bien porque todos los hebraístas modernos (los que
estudian el idioma hebreo) están de acuerdo que la manera original y primitiva
de pronunciar el nombre de Dios debía haber sido «Yahvé»
y no «Jehová».
«Yahvé» es una forma del verbo «havah» (ser, existir) y significa: «Yo soy el que es» y «Jehová»
no es ninguna forma del verbo «ser», como
lo hemos explicado más arriba. Por eso la Iglesia Católica tomó la decisión de
usar la pronunciación original «Yahvé» en
vez de «Jehová» y porque los israelitas del
tiempo de Moisés nunca dijeron «Jehová».
¿CUÁL ES EL SENTIDO PROFUNDO
DEL NOMBRE DE «YAHVÉ»?
Ya sabemos que «Yahvé» significa: «Yo soy.» Pero
¿qué sentido profundo tiene este nombre?
Para comprenderlo debemos pensar que todos los pueblos de aquel tiempo
eran politeístas, es decir, pensaban que había muchos dioses. Según ellos, cada
nación, cada ciudad y cada tribu tenía su propio Dios o sus propios dioses. Al
decir Dios a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY» Él quiere decir: «Yo soy el que
existe: el Dios que existe; y los otros dioses no existen, los dioses de los
egipcios, de los asirios, de los babilonios no existen. Yo soy el único Dios
que existe».
Dios, dándose el nombre de YAVE (YO SOY), quería
inculcar a los judíos el monoteísmo (un solo Dios), y rechazar de plano todo
politeísmo (muchos dioses) y la idolatría de otros pueblos.
El Dios de los judíos (Yahvé) es un Dios
celoso, no soporta a ningún otro dios a su lado. Él dice: «No tendrás otro Dios
fuera de mí» (Ex. 20, 3). «Yo soy Yahvé, tu
Dios celoso» (Deut. 4, 35 y 32, 39).
El profeta Isaías explica bien el sentido del nombre de Dios. Dice Dios por
medio del profeta: «YO SOY YAVE, y ningún otro».
«¿No soy yo Yahvé el único y nadie mejor que yo?» (Is. 45, 18).
La conclusión es: La palabra «Yahvé» significa que
«El es el UNICO DIOS», el único y verdadero Dios, y que todos los otros dioses
y sus ídolos no son nada, no existen y no pueden hacer nada.
EL NOMBRE DE DIOS EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Más importante para nosotros, que vivimos en el Nuevo Testamento, es saber cómo
Jesús hablaba del misterio de Dios. Jesús y sus apóstoles, según la costumbre
judía de aquel tiempo, nunca pronunciaban el nombre «Yahvé»
o «Jehová». Siempre leían la Biblia
diciendo: «Edonay» -el Señor- para indicar
el nombre propio de Dios.
Todo el Nuevo Testamento fue escrito en griego, por eso encontramos en el Nuevo
Testamento la palabra Kyrios (el Señor) que es la traducción de «Edonay».
Pero Jesús introdujo también una novedad en las costumbres religiosas y nombró
a Dios «Padre»: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra». «Mi Padre sigue actuando y yo también actúo». «Por eso los
judíos tenían ganas de matarlo: porque El llamaba a Dios Padre suyo haciéndose
igual a Dios» (Jn. 5, 17-18).
Además Jesús enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo: «Por
eso, oren ustedes así: Padre Nuestro, que estás en los cielos» (Mt. 6, 9).
Ahora, el nombre más hermoso que nosotros podemos dar a Dios es el de: «Padre
nuestro».
¿ES VERDAD QUE EN LAS BIBLIAS
DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ APARECE EL NOMBRE JEHOVÁ EN EL NUEVO TESTAMENTO?
Así es. Los Testigos de Jehová hacen aparecer en el Nuevo Testamento 237 veces
la palabra «Jehová», pero eso no es
correcto. Cuando en el Nuevo Testamento se habla de Dios con el nombre «Señor» (Kyrios en griego, Edonay en hebreo) ellos
lo traducen como Jehová, pero esto es claramente una adulteración de los textos
bíblicos.
El Nuevo Testamento habla de Dios como «Padre» o «Señor», pero nunca como «Jehová». Una vez más desconocen la gran
revelación de Jesucristo que fue la de anunciarnos a Dios como Padre.
¿QUÉ ES LO MEJOR PARA
NOSOTROS?
Lo mejor es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. Meditando los distintos
nombres de Dios que aparecen en la Biblia, nos damos cuenta de que hay una
lenta evolución acerca del misterio de Dios, y cada nombre revela algo de este
gran misterio divino:
1) Dios se manifestó a Moisés como el único Dios
que existe, significando esto que los otros dioses no existen. Es lo que
significa la palabra «Yahvé».
2) Luego ese único Dios se manifestó a los profetas como el Dios de la
Justicia.
3) Finalmente en Jesucristo, Dios se manifestó como un Padre que ama a todos
sus hijos. Dios es amor y nosotros tenemos esta gran vocación a vivir en el
amor. La oración del Padre Nuestro es la mejor experiencia de fraternidad
universal.
¿QUÉ HAY QUE HACER CUANDO LOS
TESTIGOS DE JEHOVÁ, LOS MORMONES Y LOS SEGUIDORES DE OTRAS SECTAS LLEGAN A LA
CASA DE UNO PARA ENTABLAR UNA CONVERSACIÓN?
«En primer lugar hay que precisar cuál es la
verdadera intención de su visita. Por lo general ellos dicen que quieren hablar
de la Biblia y conversar acerca de Dios y de la religión. Pero su verdadera intención no
es ésta, sino la de arrebatar la fe a los católicos. Eso y nada más es lo que
quieren. Quitar a los fieles su fe católica. Hablar de la Biblia o de Dios es
sólo el pretexto para llegar a este final que es quitar la fe a los católicos.
Y los hechos comprueban esta afirmación, porque sabemos
de algunos buenos católicos que por cortesía, buena educación, o por otras
razones, aceptaron conversar con ellos sobre la Biblia o sobre Dios, y se
pasaron a ser Testigos de Jehová, Mormones o de otras sectas y abominaron
después contra su antigua fe católica.
Es decir, hay que tener claro que esta visita de los Testigos de Jehová, de los
Mormones o de otras sectas a las casas y familias católicas no tiene otra
intención ni otro propósito que arrebatarles su fe católica. Conociendo esta realidad, la respuesta es obvia: ¿Quiere
usted conservar y defender su fe católica? No los reciba. ¿Quiere usted poner
en peligro su fe católica? Piense mejor lo que debe hacer».
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