La intimidad entre los esposos es sin duda muy importante. Se trata de un aspecto fundamental del matrimonio, que ayuda a fortalecer el amor y la complicidad entre ambos. Sin embargo, a pesar de su importancia, hablar de sexo en el matrimonio no sucede tan abiertamente.
Esta falta de apertura en la
comunicación hace que muchas veces las cosas que no se dicen se terminen
convirtiendo en tabú —temas de los que se nos hace difícil hablar—. Incluso
lleva a llenar los vacíos que deja la falta de diálogo con las propias
suposiciones, de modo que termino asumiendo que la otra persona piensa lo que
yo creo que piensa.
En este artículo, me gustaría
plantear algunas consideraciones que pueden ayudar a hablar sobre sexo en la
pareja.
¿QUÉ TAN IMPORTANTE ES EL SEXO PARA NOSOTROS?
En un matrimonio puede ocurrir
que una de las personas —o ambas— no se sientan lo suficientemente amadas por
su cónyuge. Lo interesante es que muchas veces el problema no está en la falta de amor, sino en la manera de expresarlo. Es decir, hay
amor, pero uno no logra manifestarlo de una forma que sea significativa para la
otra persona. Y como pasa cuando no se habla el mismo idioma, al final, no se recibe
el mensaje.
Esto puede ocurrir con el
sexo. Ciertamente, las relaciones sexuales son un
aspecto importante de la vida de la pareja. Sin embargo, el valor que cada uno le asigna no
necesariamente es el mismo. De ahí que es muy importante ser conscientes no
solo del valor que el sexo tiene para mí, sino de la importancia que tiene para
la otra persona.
En una escala del uno al diez,
¿qué importancia le doy? ¿Qué importancia le da la
otra persona? ¿Nuestras valoraciones coinciden? Si una persona le da una
alta valoración, seguramente se trata de un ámbito que tiene un gran potencial
para hacerla sentirse amada y valorada en la relación. Si no nos sentamos a
hablar de sexo en nuestro matrimonio jamás conoceremos estas apreciaciones.
¿CUÁNDO ACCEDER Y CUÁNDO NO?
Con relación a cuándo acceder
a tener relaciones y cuándo no, la idea es plantear algunos principios
generales, cuya aplicación dependerá de cada pareja. Aquí entra en juego no
solo la importancia que cada uno le da al sexo, sino también otros factores,
como la intensidad del deseo del momento, la maternidad, el estrés del trabajo,
o alguna otra situación particular. Conocer esto no va a suceder si ambos no se
sientan a conversar.
En un mundo ideal, los esposos
estarían siempre “sexualmente armonizados”, de
forma que siempre coincidirían a la hora de desear tener relaciones. Sin
embargo, esto no es así. Si se tratara de algo mutuo, no habría mayor problema.
Pero si no lo es, la persona que recibe el pedido debe ser capaz de identificar
cuán importante es en este momento
para la otra persona tener relaciones.
Le toca valorar los distintos
factores que influyen en su cónyuge —algunos de ellos señalados en el párrafo
anterior—. Para esto, hay que aprender a leer al otro, prestando atención no solo a lo que
expresa con sus palabras, sino también a lo que no expresa verbalmente.
Por su parte, la persona que
formula el pedido debe ser también consciente de cuán difícil le resulta a la
otra persona en este momento tener
relaciones. Esto teniendo en cuenta cómo se conjugan en esa persona los
factores antes mencionados. Aquí también es fundamental que sepa leer a su
pareja en lo verbal y en lo no verbal.
¿Hasta dónde
puedo insistir? ¿Hasta qué punto puedo negarme? Es algo que ambos tendrán que valorar en el momento. Y es una valoración
que tienen que hacer juntos. Hablar sobre sexo es entonces una tarea para la
pareja.
SABER COMPENSAR AL OTRO
Cuando los deseos de ambos no
están armonizados, sea que decidan tener relaciones en ese momento o abstenerse
de ellas, uno de los dos habrá terminado cediendo. Es decir, habrá renunciado
al deseo del momento, o habrá accedido a poner todo de su parte para tener
relaciones sin estar muy motivado. Esto no debe ser en absoluto pasado por
alto.
Si finalmente ambos accedieron
a tener relaciones, el cónyuge que propuso hacerlo debe ser consciente de que
la otra persona está haciendo un esfuerzo para tener ese momento de intimidad.
Por eso, le corresponde esforzarse también para que la otra persona se sienta
cómoda, y no utilizada. Y en otro momento, buscar compensarla de una manera que
sea significativa para ella.
Por otro lado, si la decisión fue
de no tener relaciones, la persona que no cedió debe ser consciente del
sacrificio que hace la otra persona al renunciar a sus deseos. Ese sacrificio
constituye una expresión de su amor. Por eso, también debe buscar compensarla
en otro momento de una forma que sea significativa para ella. Este ceder o privarse debe constituir o aportar siempre al crecimiento
del amor en la pareja.
«…a través del «lenguaje del cuerpo», se constituye
el signo visible de la participación del hombre y de la mujer en la alianza de
la gracia y del amor, que Dios ofrece al hombre»
(San Juan Pablo II – Teología del Cuerpo)
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Escrito por Daniel Torres Cox
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