Hay amor de
transacción, que es el más frecuente en las relaciones humanas, y hay amor de
gratuidad, como el que Dios nos tiene.
Por: Fray Nelson Medina, OP | Fuente: fraynelson.com
PREGUNTA:
Padre, si una persona dice
tener amor fraterno hacia su prójimo pero si espera que de igual manera ese
amor sea mutuo y si se siente celos de algunas personas que se le acercan es
porque realmente el que dice amar nunca amo? -- C.F.
RESPUESTA:
Hay amor de transacción, que es el más frecuente
en las relaciones humanas, y hay amor de gratuidad, como el que Dios nos tiene.
No se debe esperar que todo amor sea de
gratuidad ni se debe definir el amor, en general, como pura gratuidad, es
decir: "dar sin esperar nada a cambio". Es
cierto que hay una forma elevada de amor, que tiene su fuente en Dios, y que se
llama propiamente "caridad," y que
obra así, pero el funcionamiento normal de la sociedad requiere reciprocidad. Y
por eso, lo normal, lo tácitamente esperado, es que haya reciprocidad.
Pensemos en el caso de una pareja. Con mucha
frecuencia, la generosidad femenina es muy grande. Una mujer que defina el amor
como "dar y no esperar nada" ¿qué
reacción tendrá frente a la violencia doméstica, la infidelidad del esposo, la
humillación de verse pospuesta mientras el corazón del hombre al que le entrega
"todo" y cada vez le da "nada"? Si a esa mujer le
decimos que el amor no requiere reciprocidad estamos destruyendo su dignidad y
ciertamente no estamos ayudando al esposo que, interpretando mal la generosidad
de la esposa, se hunde en sus vicios
egoístas.
Algo parecido sucede en la amistad. Hay personas
que están esperando todo el tiempo que las tomen en cuenta, las llamen por
teléfono, tengan detalles de afecto con ellas; pero ellas mismas dan muy poco.
Son gente experta en quejarse y pedir atención pero se han acostumbrado a girar
sólo en torno a sus intereses. Si estando cerca de alguien así pretendemos
aplicar sin discernimiento que amar es dar sin esperar nada, lo único que
estamos consiguiendo es empeorar la condición egoísta de la misma persona que
supuestamente estamos amando.
Por supuesto, si la persona lo que espera en
reciprocidad es una especie de "posesión,"
o sea, de adueñarse del tiempo, los afectos o los intereses de la otra
persona, eso no es reciprocidad: eso es una forma
de control e incluso de explotación, y hay que estar en guardia también frente
a ese peligro.
Por eso, en las relaciones cotidianas, normales,
hay que esperar que haya afecto, alegría, donación; pero también una sana
reciprocidad, un equilibrio. No exactamente como quien compra o vende pero sí
como quien entiende que, al igual que un buen baile, uno solo no es pareja, y
el baile no funciona.
Estas reflexiones no quitan espacio para el amor
sublime, el amor de caridad. La idea no es quitarle espacio a la caridad sino a
la manipulación, los complejos, el bullying, el egoísmo. Y para erradicar esas
plagas hay que poner un piso sólido de trato justo. Sobre esa base, y sobre la
conciencia de la dignidad de todos, ¡qué hermoso
donarse a aquellos que quizás no tienen cómo pagarlo, en especial, los más
pequeños, los más pobres y los más alejados!
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