Publio Ovidio Nasón
fue un poeta romano que nació en el año 43 a.C. De entre sus obras, destacan
Las Metamorfosis, en cuyo libro se encuentra el mito de Pigmalión. ¿Por qué es
relevante este mito? Creo que, a pesar de no ser muy conocido, puede tener
algunas implicancias interesantes para el mundo de la sexualidad.
EL MITO DE PIGMALIÓN
Ofendido por el comportamiento
de las mujeres, Pigmalión había vivido célibe muchos años, oponiéndose a la
idea de estar con alguna mujer. Enojado todavía con ellas, esculpió en marfil
una figura tan real de una joven virgen que se enamoró de ella.
Tan real era la estatua que
parecía moverse. Pigmalión la admiraba, le llevaba regalos, la besaba, la
tocaba, y a veces se confundía y se apasionaba con tal fuerza que creía haberla
lastimado. Pero no, era solo piedra.
Un día, llegada la fiesta de
Afrodita, Pigmalión se acercó tímidamente a su altar. Y no siendo capaz de
pedirle por esposa a la «virgen de marfil», le
pidió una esposa «semejante» a ella.
Afrodita accedió a su pedido. Y cuando Pigmalión volvió a su casa, al besar la
estatua, la sintió un poco tibia. La tocó de nuevo, y el marfil se hizo carne y
cobró vida.
EL VERDADERO DRAMA DE PIGMALIÓN
El mito termina aquí. Publio
Ovidio no dice más de Pigmalión, y lo más «lógico» sería
pensar que Pigmalión y su joven esposa fueron felices. Pero creo que si este
mito hubiera sido real, el verdadero drama de Pigmalión hubiera estado por
empezar.
Pigmalión se había alejado de
las mujeres —de las reales, de carne y hueso—, ofendido por ellas. ¿Por qué preferir una estatua? Porque estaba hecha
a su medida.
Él la había esculpido como quería. La tocaba cuando quería. La besaba cuando
quería. Le daba los regalos que él quería cuando él quería. Estaba con ella
cuando él quería. La podía mirar como quería sin sentirse expuesto. Pigmalión estaba listo para una virgen de marfil, no para una esposa.
«Ahora no», «prefiero estar sola», «está lindo,
pero, ¿no había otra cosa?», «no me parece gracioso», «no me pasa nada, pero no
me hables». A diferencia
de una persona real, una estatua no tiene sus tiempos, sus ideas, sus puntos de
vista, sus propios gustos, sus preferencias. Es más fácil
estar con una estatua que con alguien de verdad.
EL SÍNDROME DE PIGMALIÓN
Cuando uno googlea «síndrome de Pigmalión» o «efecto
Pigmalión», aparecen cosas relativas a cómo el querer con muchas ansias
algo puede hacer que efectivamente suceda. Pero creo que se le podría dar otro
significado, al menos para lo relativo al mundo de la sexualidad.
El
síndrome de Pigmalión podría hacer referencia al hecho de tener un legítimo
deseo de estar con alguien, pero sin estar dispuesto a asumir lo que implica
una relación real. En este contexto, el centro
está puesto en uno mismo, y no hay una auténtica apertura hacia la otra persona.
Se ve a la otra persona
exclusivamente como alguien que le puede hacer bien a uno, sin estar uno mismo
dispuesto a buscar el bien para ella. «Quiero» a
la otra persona en la medida que me hace bien. Pero creo también que este
síndrome podría plantearse en un plano más físico.
Se podría aplicar a quienes consumen
pornografía,
prostitución, o alguna otra alternativa facilitada por el entorno tecnológico
actual. Lo que pasa en la pornografía o en el marco de la
prostitución no es real. Uno mismo tiene todo el control.
Pasa
lo que yo quiero, cuando quiero, como quiero. El otro no es visto como una
persona, sino como un objeto, algo parecido a esa estatua de marfil que
Pigmalión podía contemplar y tocar sin sentirse expuesto. Pero la incongruencia
se siente tarde o temprano, especialmente cuando alguien habituado a este tipo
de encuentros quiere de pronto tener algo «de
verdad».
¿Crees que
puedes estar sufriendo el síndrome de Pigmalión?, ¿te has sentido
identificado?, ¿cómo estás queriendo a tu pareja?, ¿estás pensando solo en tu
satisfacción?, ¿luchas por buscar el bien de tu enamorado?
Escrito por Daniel Torres Cox








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