En la Misa celebrada en la Casa Santa Marta de este
24 de marzo, el Papa Francisco advirtió que la pereza es un pecado que “el
diablo puede usar para aniquilar nuestra vida espiritual”, que la tristeza “es
la semilla del diablo” por lo que invitó a recordar que el agua de nuestro
Bautismo es “símbolo de nuestra fuerza”.
“Pensemos en el agua, esa agua que es un símbolo de
nuestra fuerza, de nuestra vida, el agua que Jesús usó para regenerarnos, el
Bautismo. Y pensemos también en nosotros, si alguno de nosotros tiene el
peligro de resbalar en la pereza, en este pecado ‘neutral’: el pecado de lo
‘neutro’. Es esto, ni blanco ni negro, nadie sabe lo que es. Y es
un pecado que el diablo puede usar para aniquilar nuestra vida espiritual y también nuestra vida como
personas”, advirtió el Papa.
En su homilía, el Santo Padre reflexionó en las lecturas del día y
destacó que “la liturgia de hoy nos hace
reflexionar en el agua, como medio de salvación” pero recordó que “el agua también es un medio de destrucción, pensemos al
diluvio” universal, dijo.
En las lecturas de hoy “el agua es para la
salvación”, señaló el Papa al referirse a la primera lectura del libro
del profeta Ezequiel (47:1-9, 12)
que describe “esa agua da vita, sana las aguas
del mar, es una nueva agua que cura” y al pasaje del Evangelio de San Juan (5:1-16) que
describe cuando Jesús curó a un paralítico que esperaba ser sanado al lado de
una piscina durante 38 años.
En esta línea, el Pontífice se detuvo en el Evangelio para reflexionar
en “aquella piscina donde iban los enfermos, llena
de agua para sanarse porque se decía que de vez en cuando se movían las aguas,
como si fuera un río, porque un ángel descendía del cielo, y el primero, o los
primeros, que se arrojaban en el agua eran curados”.
“Muchos -como
dice Jesús- muchos enfermos, ciegos, cojos,
paralíticos, estaban esperando la curación, la agitación del agua”, subrayó.
Además, el Santo Padre se detuvo en el personaje del paralítico, un
hombre que llevaba 38 años esperando allí la curación.
“Hace pensar esto ¿no? Es demasiado… porque uno que
quiere ser curado, se ‘las arregla’ para tener a alguien que lo ayude, se
mueve… pero él, 38 años allí, a tal punto que no se sabe si está enfermo o
muerto”, afirmó el Papa quien añadió que
Jesús viéndolo allí, y sabiendo que llevaba mucho tiempo allí le preguntó: ¿quieres curarte?
En este sentido, el Santo Padre se detuvo en la actitud de aquel hombre
y en su respuesta, que no dice sí, sino que se queja porque no tiene a nadie
que lo ayude y advirtió que “la respuesta a la
propuesta de Jesús para ser curado es una queja en contra de los otros. Es así,
38 años quejándose de los otros. Y no haciendo nada para sanar” por lo
que explicó que “la clave es el encuentro de Jesús,
después, cuando lo encontró en el templo y le dijo: estás curado, no peques
más, para que no te suceda algo peor”.
LA TRISTEZA ES LA
SEMILLA DEL DIABLO
“El pecado de estar allí, de sobrevivir y quejarse
de la vida de los otros: el pecado de la tristeza que es la semilla del diablo,
de aquella incapacidad de tomar una decisión en la propia vida, pero si mirar a
los otros para quejarse, no para criticarlos, sino para quejarse: ‘ellos van
antes, yo soy la víctima de esta vida’. Las quejas, respiran quejas estas
personas”, advirtió el Papa.
De este modo, el Santo Padre comparó la actitud de este hombre
paralítico con la del ciego de nacimiento que escuchamos el domingo pasado
para ver “con cuánta alegría, con cuánta decisión
recibió la curación, y también con cuánta decisión fue a discutir con los
doctores de la ley” en cambio, el paralítico solamente informó: si, fue
aquel, “punto, sin compromisos con la vida”.
“Me hace pensar en muchos de nosotros, en muchos
cristianos que viven en este estado de pereza, incapaces de hacer algo,
quejándose de todo. La pereza es un veneno, es una niebla que
rodea el alma y no la hace vivir. Es también una droga porque si tú
la pruebas seguido, gusta. Y tú terminas como un ‘triste- dependiente’, un
‘pereza-dependiente’… Es como el aire. Y este es un pecado bastante común entre
nosotros, la tristeza, la pereza, no digo la melancolía, pero se acerca”, indicó el Papa.
Finalmente, el Santo Padre señaló que “nos
hará bien leer este capítulo 5 de San Juan para ver cómo es esta enfermedad en
la que podemos caer. El agua es para salvarnos, pero yo no puedo salvarme
porque la culpa es de los otros, y permanezco 38 años allí…”.
“Jesús me curó: no se ve la reacción de los otros
que son curados, que toman la camilla y bailan, cantan, dan gracias, lo dicen a
todo el mundo. No va hacia adelante. Los otros le dicen que no se puede hacer y
él dice: ‘quien me ha curado me ha dicho que si’, y va hacia adelante. Y
después, en lugar de ir hacia Jesús, agradecerle y todo, informa: ‘fue Él’. Una
vida gris, pero gris por aquel mal espíritu que es la pereza, la tristeza, la
melancolía. Que el Señor nos ayude a entender qué tan feo, qué tan maligno es
este pecado”, concluyó.
Al finalizar la Misa, el Santo Padre rezó en silencio nuevamente ante el
Santísimo Sacramento e impartió la Bendición eucarística.
POR MERCEDES DE LA
TORRE | ACI Prensa
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