Por: Juan Pluma Alvarado | Fuente: elblogdelafe.com
Ocasiones sobran para reflexionar respecto a
nuestra vida. Lo que pasa o lo que deja de pasar, quien llega o
quien se va… Más, hay cosas que
de repente nos llevan a profundizar un poco más.
El hombre, por naturaleza,
siempre buscar dar una explicación a todo fenómeno o suceso en su vida diaria… Aunque hay situaciones a las que no damos crédito,
que incluso consideramos como injustas y de las que no concebimos las
consecuencias, una de ellas es la soledad.
Cuando vemos a alguien abandonado y en depresión
(sea cual fuere la circunstancia que lo haya llevado a encontrarse en ese
estado), nos preguntamos ¿por qué sucede? Pensamos en lo ingratos que han sido:
padres, hijos, sobrinos y demás familiares y
amigos; e incluso llegamos al extremo de exclamar: ¿por qué Dios permite esto?
¿Acaso esto es lo que quiere Dios para el/ella?
PERO… ¿REALMENTE DIOS LO
QUIERE? ¿ÉL LO PERMITE?
En nuestra vida, los seres humanos
experimentamos todo tipo de emociones, experiencias y sentimientos. Cada una va
haciéndonos crecer, madurar o aprender y ciertamente ¡Dios
las permite! El problema radica en que no es que Dios las quiera, es que
nosotros las ocasionamos o las llevamos al extremo.
Quienes experimentan sentimientos de ansiedad,
incertidumbre o de profundo sufrimiento… pueden estar cerca o quizás ya están
en esta situación de depresión. Sin embargo, te invito a pensar… Cuando esto
comenzó ¿Cómo era tú relación con Dios? ¿Cercana o
lejana? ¡Ahh, puede que ahí esté la respuesta!
Sí tú relación era cercana probablemente te
encuentras en un momento de aridez espiritual y… ¡Sí,
Dios los permite! Es necesario que te acerques con un sacerdote para
poder recibir la dirección espiritual adecuada y disponerte a orar, para que, a
la luz de la oración Dios te diga que es lo que quiere de ti o para ti en este
momento. Lo mejor de ello es que… ¡Así han
comenzado grandes Santos! ¡No te desanimes, búscale con mayor entrega!
Si por el contrario, tu relación era lejana (y
digo era, porqué ya no debe ser así) te invito a que busques un momento, un
lugar y te decidas a platicar con Dios. Probablemente te llevarás una grata
sorpresa. Encontrarás a aquél amigo que desde hace tiempo te espera y que
quizás te llevó a esa desolación, como decía San Ignacio de Loyola, para
sacudirte y hacerte volver hacía Él.
En resumidas cuentas, Dios sí permite la
soledad, la depresión o la desolación… Lo importante no es eso, sino, que te
quiere decir a través de ella. Pero ten por seguro que algo grande está por
comenzar en tú vida…








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