Todo lo que hemos
vivido estas últimas semanas —¡la Iglesia entera lo ha vivido!— me lleva a
preguntarme qué es un sínodo. ¿Qué debería ser, de modo ideal, un sínodo?
Históricamente, se han dado todo tipo de sínodos desnaturalizados. La cuestión
no es tanto qué han sido, de hecho, muchos sínodos, sino qué es un sínodo en la
mente de Dios.
El sínodo no es tanto una serie
de votaciones, como un fluir de diálogo. Sucesión de intervenciones no es lo
mismo que diálogo. Tampoco el número de intervinientes asegura la
característica del diálogo. Un sínodo puede ser poco sinodal, aunque se conceda
la palabra a centenares de individuos.
La imposición teológica es
siempre una pobreza para la Iglesia. La fe se impone por la misma
característica de su carácter revelado. Pero ninguna teología lícita puede ser
desarraigada lícitamente. Hay pecados eclesiológicos.
Os puedo asegurar que, durante
las semanas del sínodo, no me he sentido tan inclinado a darle vueltas al
contenido de sínodo, como a la necesidad de repensar el mismo camino sinodal
por el que se andaba.
Existe un reto planteado acerca
de los límites lícitos de la interacción entre la teología progresista en
relación al núcleo irreformable de las verdades teológicas directamente
vinculadas al núcleo de la fe. Y ese reto es tan formidable que es el mismo
tema del camino para lograr un camino común el que se halla en el centro de la
solución de ese debate.
Nos hemos centrado en el objeto
teológico y deberíamos centrarnos más en el camino para lograr ese objeto,
porque el riesgo de imposición teológica se puede dar bajo la aparente
necesidad de promover la diversidad y la tolerancia.
Lo que digo es válido ahora y en la época de san Juan Pablo II.
Precisamente, si algo no deseo ser en estos pensamientos es partidista. La
búsqueda de lo pastoral, de lo mejor para las almas, está íntimamente
relacionado con la verdad. Nunca hay una lucha entre la verdad y la pastoral.
Lo mejor para la pastoral es la verdad. Y la búsqueda y profundización en la
verdad nunca puede ser partidista.
P. FORTEA
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