El sábado pasado mi hija mayor recibió su
Primera Comunión. Desde principios de año, mi
esposo y yo estuvimos muy entusiasmados con el evento. Asistimos a las
catequesis, conversamos mucho con ella. Todos estos meses de preparación han
sido una alegría constante. Cada charla escogida, para nosotros los padres,
cada actividad de las niñas nos tocó de una manera muy alegre.
Hemos recordado la ilusión con la que recibimos
nosotros hace muchos años atrás nuestra primera Eucaristía. Pero por más
ilusión, entusiasmo y preparación durante este tiempo no pudimos imaginarnos lo
que la Primera Comunión de nuestra hija podría traernos como familia.
Aquí algunos consejos que queremos compartir con
ustedes para que este día junto a sus pequeños, sea inolvidable:
1. NO
DEJES QUE EL NERVIOSISMO DEL MOMENTO TE ROBE LA ALEGRÍA
Fue un día agitado desde el inicio. Debo confesar
que tuvimos un par de momentos tensos, quería llegar muy temprano, hubo algún
berrinche de parte de los hermanos menores. Yo me tomaba todo con mucha
seriedad mientras que mi esposo reía sin parar haciendo bromas, lo cual movió
lo más profundo de mi ser y si no es porque Dios es amor y me ama tanto, en
cualquier momento alguna discusión podría haberse desatado.
Momentos como estos son comunes en las
familias. Muchas veces podemos perder la calma e incluso
tratarnos mal en un día en que todo debe ser alegría y celebración. Aquí los padres necesitamos
ponernos de acuerdo, anticipémonos a estos eventos, dejar todo listo y trabajar
juntos.
Que uno lleve a la calma del otro. Un acto de
cariño, un «no te preocupes», «todo está listo», o simplemente tratar de no
caer en la discusión por voluntad propia. Sirve mucho hacer
una oración juntos antes, la noche anterior antes de dormir tal vez. Verán que, si
bien el sacramento lo recibe alguno de sus hijos, el amor de Dios es tan grande
que cae sobre todos los miembros de la familia.
2. PON
ATENCIÓN A LA PALABRA DE DIOS
La misa fue muy sentida. Tuvimos la alegría de que
el Padre Enrique Granados (autor
de CatholicLink por cierto) preparara una homilía muy cercana para las niñas
que creo que muchas de ellas no olvidarán.
Presta atención a la Palabra y esto es válido para
todas las celebraciones eucarísticas, pero esta vez hacemos énfasis en esta. La
homilía de la primera comunión de tus hijos, el momento en que empieza una amistad que no tendrá fin.
Dios habla, y tienes el regalo de como padre ser
testigo del amor de Dios por tus hijos, escuchar lo que Él tiene para decirles
y no con el objetivo de «recordarles amablemente» las
palabras del padre para que se porten bien en casa. No, ese no es el objetivo (¡alejemos esa tentación!).
En primer lugar, porque Cristo te está hablando
directamente y en segundo lugar porque podrías atesorar en el corazón algunas
palabras para tus hijos que en un futuro ellos pudieran necesitar. Bien sabemos
que a veces hay momentos de prueba o de dolor en donde recordar las palabras de
amor de Cristo hacen mucho bien.
Me atrevo a decir que la huella de la Primera Comunión es imborrable, ayudar a
nuestros hijos a volver a ese encuentro de amor podría ser una ayuda muy grande
que tal vez ni imaginamos.
3. LA
HISTORIA DEL PUEBLO DE DIOS ES UNA SOLA
Sucedió que en el momento en que vi a mi hija
recibir la Comunión, fue como si el tiempo no existiera y de pronto me volví a
ver pequeña frente al altar acercándome por primera vez a Cristo Eucaristía. De
pronto estaba ahí, junto a mi niña viéndola recibir a Cristo sacramentado.
Recordando a aquellos que ya no están y que tuvieron que ver con mi
preparación, con el amor a Cristo que hoy crece en mi corazón y en el de mi
hija, como el padre que la bautizó, que nos preparó para nuestro matrimonio…
Como cristianos sabemos que la Eucaristía nos
une a Cristo, y así también nos une entre nosotros como católicos. Es un
signo de unidad profunda. Y así como me siento unida a mi hija y a todos
aquellos que no están, de pronto reconozco que así nos unimos todos en el
sacramento eucarístico.
Creo que hoy en día en que reina tanta división,
necesitamos volver una y otra vez a Cristo, a Cristo Eucaristía que nos dirija
y nos reúna en su sacrificio de amor.
4. CELEBRA
Y DA GRACIAS
No pocas veces la celebración, entendida como la
fiesta o reunión familiar, opaca el sentido del sacramento. Nos preocupamos por
el lugar, las flores, la comida, los vestidos y dejamos de lado la preparación
espiritual. Celebrar no es malo, es aconsejable celebrar y estar alegres, ¡cómo no estarlo!
No olvidemos qué es lo que estamos celebrando. A
veces dejamos incluso a nuestros niños de lado por atender a los invitados, no
conversamos sobre lo que experimentamos juntos o terminamos sometiéndolos a
mucha presión.
Seamos medidos y justos. Y sobre todo no nos
olvidemos de dar gracias a Dios por permitirnos formar a nuestros hijos en la fe y poder acompañarlos en su caminar. Al
terminar el día oremos juntos agradeciendo a Dios por las bendiciones recibidas
especialmente en ese día.
Escrito por Silvana Ramos
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