La imagen en la que aparece Kim Phuc Phan
corriendo desnuda se volvió icónica.
Kim Phuc Phan, conocida como la "niña del
Napalm" es ahora una reconocida activista por la paz y en defensa de la
infancia.
La imagen
de una niña de 9 años llorando que corre desnuda abrasada por Napalm dio la
vuelta al mundo en 1972, en plena guerra de Vietnam, convirtiéndose con los años en una de las imágenes más icónicas y
representativas de la guerra.
La
conocida como “Niña del Napalm” se llama Kim Phuc Phan y en la actualidad es una activista por la paz que
ayuda a construir escuelas, dispensarios y orfanatos, y cuya labor acaba de ser
reconocida esta semana con el Premio Dresde de la Paz.
UNA
VIDA DEDICADA A LA PAZ
Las
heridas de aquella bomba siguen bien visibles en su cuerpo casi medio siglo
después. De hecho, todavía tienen que seguir tratándose, y tampoco puede escapar
de aquella fotografía asumiendo que siempre será aquella niña. “Cuando estoy sola intento
evitar esa imagen, pero sé que me permite trabajar por la paz, y me quedo con
eso”, ha asegurado Kim
Phuc a la agencia alemana DPA tras conocerse este galardón.
Aquellas
bombas marcarían su vida para siempre. Provocaron un gran dolor y sufrimiento,
pero también confiesa que acabaron llevándola a Cristo. “Siempre llevaré las cicatrices de ese día, y esa imagen servirá como
un recordatorio del mal indescriptible que la humanidad es capaz de provocar. Esa imagen marcó mi vida. Pero al final me
dio una misión, una causa. Hoy doy gracias a Dios por esa foto. Hoy, doy
gracias a Dios por todo, incluso por ese camino. Especialmente por ese camino”,
cuenta esta vietnamita en Christianity Today.
Explicaba
que "mirando hacia atrás en las últimas cinco
décadas, me doy cuenta de que esas mismas bombas que causaron tanto sufrimiento
también trajeron una gran curación. Esas
bombas me llevaron a Cristo",
Pero no
siempre lo vivió así sino que fue una conversión siendo ya adulta donde gracias
a unos Evangelios medio escondidos en una biblioteca de la ya comunista Saigon vio cómo Cristo también había sufrido por la
humanidad y por hacer el bien convirtiéndose así en el gran referente de su
vida.
CONVERTIDA
EN UN SÍMBOLO COMUNISTA
En aquel
bombardeo perdió a toda su familia, durante años las heridas produjeron en ella
un dolor terrible. Y cuando en 1982
soñó con estudiar Medicina el régimen comunista de Vietnam se enteró de que
ella era aquella niña de la foto. Querían convertirla en un símbolo del
gobierno.
“Por desgracia los agentes del gobierno se enteraron de que yo era la
niñita de la foto y vinieron a buscarme para hacerme trabajar con ellos y utilizarme como símbolo. Yo no quería
y les supliqué: ‘¡Déjenme estudiar! Es lo único que deseo’. Entonces, me prohibieron inmediatamente que siguiera
estudiando. […] Tenía la impresión de haber sido siempre una víctima. A
mis 19 años había perdido toda esperanza y sólo deseaba morir”. Por fin, y tras muchos ruegos, en 1986 el gobierno
permitió a Kim trasladarse a Cuba para estudiar medicina. Ahí conoció a
Bui Huy Toan, otro estudiante vietnamita. Se casaron en 1992 y pasaron su luna
de miel en Moscú. En el vuelo de regreso a la isla caribeña, la pareja huyó
cuando su avión aterrizó en Gander (Terranova) para repostar combustible.
Pero
mientras se producía todo esto ella experimentó esta conversión que cambió
radicalmente su vida y le permitió perdonar a aquellos que bombardearon su
pueblo. Kim Phuc fue criada en el Cao Dai, una religión sincrética nacida en
Vietnam a principios del siglo XX. Tras
aquel bombardeo rezó durante años a esos dioses, pero nunca se sintió escuchada
ni encontró la paz que buscaba.
EL
ENCUENTRO CON UN NUEVO TESTAMENTO
En su
corazón sólo había ira, amargura y resentimiento por el terrible sufrimiento y
dolor que sufría cada día. Pero
entonces, en 1982 en un rincón de la biblioteca central de Saigon vio los
libros de religión. Había obras sobre el budismo, el hinduismo, el islam o el
cao dai. Pero también había una copia del Nuevo Testamento. Lo empezó a ojear y
entonces no pudo dejar de leerlo.
“Una hora más
tarde me había abierto paso a través de los Evangelios, y al menos dos temas se habían vuelto muy
claros para mí”, aseguraba Kim Phuc Phan.
El primer
punto era la diferencia que había entre Jesús y la fe en la que la habían
educado de niña, cuando la dijeron que había muchos dioses y numerosos caminos
hacia la santidad, y que todo dependía del esfuerzo de cada uno. Sin embargo, Jesús se presentaba como “el camino, la verdad y la vida”. “Parecía –explicaba ella- que todo su ministerio señalaba una especie de afirmación
directa: ‘soy la forma en la que llegas a Dios: no hay otro camino que yo’”.
En
segundo lugar, a Kim le llamó poderosamente la atención todo lo que Jesús había
sufrido. Se habían burlado de él, torturado y luego asesinado. “¿Por qué soportaría estas
cosas, me preguntaba, si de hecho era Dios?”.
EL
DÍA QUE DECIDIÓ QUE QUERÍA SER CRISTIANA
Este
Jesús le cautivó. “Cuanto más leía, más creía que realmente era quien decía ser, que
había hecho lo que decía que había hecho y que, lo más importante para mí,
realmente haría todo lo que había prometido”, aseguraba esta activista
vietnamita.
Entonces
comprendió que era el cristianismo el que podía ayudarla a entender su dolor y
también a aceptar sus cicatrices. Esto
se materializó en las navidades de 1982 cuando acudió a una pequeña iglesia de
Saigón. Escuchando al pastor se fue dando cuenta de que algo en su
interior estaba cambiando.
Casi cincuenta años después las marcas del Napalm siguen muy presentes
en Kim.
“Desesperadamente necesitaba la
paz, el amor y la alegría. Tenía mucho odio en mi corazón, mucha amargura.
Quería dejar de lado todo mi dolor y continuar con la vida en lugar de
aferrarme a las fantasías de la muerte. Yo quería a este Jesús”, recordaba Kim.
LA
GRACIA DE PODER AMAR AL ENEMIGO
Aquella
Navidad literalmente Jesús nació en su corazón y halló la paz que tanto tiempo
llevaba buscando. “Ha transcurrido casi medio siglo
desde que me encontré corriendo, asustada, desnuda y con dolor por ese camino
en Vietnam. Nunca olvidaré los horrores de ese día: las bombas, el fuego,
los chillidos, el miedo. Tampoco olvidaré los años de prueba y tormento
que siguieron. Pero cuando pienso
en lo lejos que he llegado, la libertad y la paz que proviene de la fe en
Jesús, me doy cuenta de que no hay nada más grande o más poderoso que el amor
de nuestro bendito Salvador”, confesaba.
Esto le
ha hecho perdonar e incluso abrazar a los pilotos estadounidenses que lanzaron
las bombas que la hirieron a ella y mataron a su familia. Esta fe le ha permitido rezar por sus
enemigos y no maldecirlos, para poder amarlos de verdad. Por eso asegura,
que hoy puede dar gracias a Dios por esa foto.
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