Ahora tiene 27 años y alerta a las
jóvenes de los engaños y manipulaciones en relación al aborto.
Alba
Alonso, una joven gallega de 27 años,
sabe muy bien lo que es el síndrome postaborto pues durante los dos últimos
años ha sufrido en sus carnes sus devastadores efectos. Abortó al que iba a ser
su segundo hijo tras sentirse sola y sin salida, y los profesionales lejos de
ofrecer alternativas la condujeron directamente a las puertas del abortorio.
Arrepentida
por lo que hizo encontró una ayuda vital en la asociación Más Futuro dirigida
por Marta Velarde.
Ahora esta joven se ha convertido en
una firme defensora provida que además está experimentando una fuerte
conversión religiosa que la está ayudando a sanar sus profundas heridas
internas.
UN
EMBARAZO INESPERADO
En una
conversación con Religión en Libertad,
afirma que necesita contar su testimonio para que otras jóvenes como ella no
sean engañadas para abortar. Alba tenía
25 años y un bebé de ocho meses llamada Salma cuando se enteró de que estaba de
nuevo embarazada. En aquel momento se le vino el mundo encima.
Alba tenía 25 años cuando abortó a su segundo hijo.
“Mi vida era un caos, aunque al
lado de la vida de otras chicas no era tanto. Sentía confusión, miedo y
me sentí sola, porque no me lo esperaba”, asegura
esta chica natural de la ciudad de Vigo.
El mayor
problema con el que se encontró al quedarse embarazada fue el de su familia. “Mi madre es una
persona a la que le importa mucho el qué dirán en la familia, los
vecinos, y que si yo soy muy joven, etc. Y mi hermana es defensora del aborto y
me iba a presionar”.
MIEDO,
VERGÜENZA Y MALOS CONSEJOS
En
aquella situación de angustia, Alba afirma que sintió “vergüenza”
y “miedo” y que la iban a juzgar, por
lo que decidió no decir nada sobre el embarazo. ¿Qué
hizo? “Me apoyé en una amiga que ya
había abortado, ella me dijo que fuera a un centro de planificación
familiar y que allí me iban a ayudar mucho, pero al final fue todo lo
contrario”.
Haciendo
caso a su amiga acudió a ese centro para reunirse con la trabajadora social,
pero esta profesional sólo ofreció una vía posible: “Me dijo que estaba loca, que no podía tener ese
bebé, que iba a hacer mucho daño a mi hija, que la iba a dejar descuidada, y que esta situación me arrastraría a la pobreza.
Además, me llegó a decir que sólo era una masa de células, que no tenía sentido
seguir adelante porque no iba a poder mantener a dos hijos”.
Recordando
aquella situación con los ojos de hoy, Alba es consciente de que esta
trabajadora social la convenció y empujó a abortar. “Casi
que decidió ella que hiciera esto. Me
sentía débil, estaba sola y me apoyé en ella. Pensé que ella sabía de
estas cosas y tenía experiencia así que me fié de ella al cien por cien”, explica.
EL
MOMENTO DE ABORTAR
Un par de
semanas después tenía ya cita para abortar. Fue acompañada por esta amiga que
no había abortado una vez sino dos. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba en el
quirófano. Esta joven madre recuerda a la perfección aquel instante: “Estaba muy triste, no quería hacerlo pero todas las
circunstancias me llevaban hasta ahí.
Era un quiero y no puedo. Un no quiero pero tengo que hacerlo. En ese momento
estaba cegada”.
A Alba la
hicieron una ecografía. Ella quería verla, quería ver a su hijo, pero no la
dejaron y giraron el ecógrafo para que no pudiera vislumbrar que en realidad
aquello no era una masa de células sino un ser humano. “Me dijeron que iba a ser muy rápido, y que
me iba a sentir muy bien”, cuenta. Y poco después salía por la
puerta sin aquel bebé. Estaba embarazada de siete semanas.
LA
DURA REALIDAD DEL SÍNDROME POSTABORTO
Lejos de
sentirse tan bien como le decían que estaría tras abortar, Alba empezó a vivir
un infierno, que además tiene nombre: síndrome postaborto. “Existe y es
horrible, es una sensación muy desagradable, lo que peor que le puede
pasar a una chica”, asegura ella.
Tras
abortar –cuenta Alba- “comencé
a sentir una sensación de culpabilidad, me sentía una asesina que había matado
a mi hijo, estaba triste, se me caían las
lágrimas, tenía una sensación de angustia, agonía, de no tener nada de paz,
como si no me mereciera vivir por lo que había hecho”.
Esta
joven gallega tenía una profunda depresión, que lejos de desaparecer, con el
tiempo fue empeorando. “Es algo horroroso”,
incide.
Para
mostrar de nuevo el engaño al que fue sometida, ella asegura que preguntó a aquella
trabajadora social si después de abortar se sentiría mal. “Me dijo que no pasaría nada”, cuenta ella, que
afirma convencida de que “puedes estar con terapia psicológica pero las secuelas son para toda la
vida”.
Ecografía de su hija Salma. Sin embargo, no le dejaron ver la ecografía
del bebé que abortó. Por eso Alba cree muy importante que las chicas
embarazadas que quieran abortar vean estas ecografías, pues verán que es su
hijo y no una "masa de células"
De hecho,
en el hospital los psicólogos le dieron antidepresivos que aunque la calman no ayudan con el profundo
dolor que ha tenido en su interior.
EL
RESCATE DE LA DEPRESIÓN
Sin
embargo, en medio de toda esta oscuridad apareció una luz que ha cambiado su
vida por completo. Se trata de Marta
Velarde, presidenta de la asociación Más Futuro-Rescatadores Juan Pablo
II, que desde 2013 ha
logrado rescatar a 3.407 bebés en las puertas de los abortorios. A ellos
hay que sumar una importante cifra indeterminada de mujeres que han sido
ayudadas desde la distancia con el teléfono 24 horas. Y además, también ayuda a
chicas que ya han abortado y que viven un auténtico drama. Este fue el caso de
Alba.
Sufriendo
con esta depresión provocada por la decisión que tomó, buscó en internet ayuda para superar el síndrome postaborto y entonces
apareció un vídeo de Marta Velarde. Lo vio, y sintió que es lo que
necesitaba escuchar así que pidió su contacto, lo encontró y sin pensárselo dos
veces la llamó. Ahí empezó su salvación.
“Me llamó, hablamos y me ayudó muchísimo. Me comentó que lo que yo
estaba sufriendo los pasaba un 90% de las chicas que abortaba, que era normal
lo que estaba pasando, que era como un duelo. Me dio consejos sobre lo que hacer. Y me llama, siempre está ahí”,
explica esta joven gallega.
Dos años
después de haber abortado, Alba no sólo se arrepiente sino que se ha convertido
en una provida convencida. No quiere que ninguna chica pase por lo que ella ni
se deje engañar para acabar con la vida de su hijo. A su juicio, “hay mucho
engaño y desinformación” por
parte de personas a las que les interesa que siga este millonario negocio. Y
por otro lado, muchas mujeres que defienden el aborto “no
saben lo que es el aborto de verdad”.
DIOS
ES AHORA UNA FUENTE DE PAZ EN SU VIDA
Uno de
los elementos que está ayudando a Alba a salir de esta triste situación ha sido
la fe. Asegura que siendo niña sus
abuelas le transmitieron la fe, pero cuando creció se alejó de Dios y de
cualquier práctica religiosa.
“Al entrar en esta depresión he podido volver a esta fe de la que
llevaba muchísimos años apartada”, asegura.
Y fue también gracias a Marta Velarde, que cuando la ayudaba con el síndrome
postaborto la preguntó si era católica y le dijo la enorme ayuda que podía
recibir de Dios.
Alba
relata que “esta conversión se produjo justo cuando
estaba en esta angustia y depresión”, aunque este proceso está todavía
en marcha, al igual que su sanación interior, que va avanzando poco a poco.
Ella afirma convencida de que “Dios me ha ayudado con muchas cosas que no veía, y que ahora veo. Poco a poco estoy encontrando esta paz”.
Ella sabe
que Dios la perdona, pero el siguiente paso para ella es lograr perdonarse a sí
misma, algo que aún no ha conseguido y que no sabe si algún día podrá hacer.
Pero su encuentro con Dios es reciente y avanza, y ya dice la Escritura que para Dios nada hay imposible.
Javier Lozano / ReL
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