martes, 19 de diciembre de 2017

LA FILOSOFÍA CRISTIANA, EL HELENISMO Y EL LUTERANISMO.


Es un hecho histórico que la filosofía cristiana hizo grandes aportaciones a la filosofía griega de tal forma que la historia de la filosofía cristiana posee un objeto propio. Sin embargo, no faltan quienes afirman que Platón y Aristóteles fueron monoteístas, que identificaron la noción de Dios con la noción de Ser y enseñaron la creación de la materia. Otros dicen que los motores inmóviles de Aristóteles, aunque increados, eternos y necesarios, no son sino los Ángeles tomistas creados en el tiempo y contingentes. Hay otros que sostienen que la relación entre la mente y la voluntad del hombre con Dios en los griegos es la de la criatura al creador, o del ser al Ser. Por si fuera poco, no faltan los que promueven que los “avances” de las “metafísicas” modernas se deben a su desvinculación de la religión.
A todo esto, hay que responder reconociendo el hecho de que los textos de los filósofos cristianos medievales están llenos de textos griegos citados y glosados, pero añadiendo que los filósofos cristianos obtuvieron conclusiones nuevas de los principios descubiertos, por ejemplo, por Aristóteles y por Platón. Tal es el caso de la distinción necesaria entre esencia y esse que alcanzó Santo Tomás. En la Filosofía aristotélica todo lo que no tiene materia es un dios, mientras que para un filósofo cristiano hay seres materiales que no son actos puros porque están en potencia respecto a su propio acto de ser. Santo Tomás, amplía la noción de potencia y la disocia de la materialidad. Siendo objetivos y justos, hay que reconocer que los griegos tienen el gran mérito de que se plantearon el problema del principio del ser. Pero los cristianos profundizaron en ese problema hasta llevarlo a su sentido más pleno. Y respecto a la filosofía moderna hay que decir que la terminología de la filosofía moderna no es otra que la de la filosofía medieval griega y cristiana de la que se ha nutrido, con lo que se ve claro que no puede desvincularse sin más de la filosofía medieval cristiana.
Si queremos ser objetivos, debemos superar la injusta difamación que la reforma luterana y la ilustración ha hecho respectivamente a la filosofía cristiana y que consiste, ya sea en acusarla de traicionar al cristianismo para reducirlo a una filosofía o de traicionar la esencia de la filosofía en aras de la religión. Sin la filosofía el Evangelio queda visto por el hombre como un moralismo que suprime lo religioso con la intención de salvarlo. Lutero consideró que la ética aristotélica es el peor enemigo de la gracia. Para él, el cristianismo no es una filosofía, ni hay filosofía compatible con el Evangelio. Pero, el filósofo cristiano sabe que, aunque el cristianismo trasciende radicalmente toda filosofía, no es posible prohibirle tener una visión filosófica del universo. Decir que la filosofía cristiana no es realmente cristiana por especular sobre la naturaleza, la materia prima, la unidad y la pluralidad de las formas, etc., porque en esos temas no hay un interés esencial en la salvación del hombre, es no entender lo que es el cristianismo ni lo que es la filosofía.[1]
Los filósofos cristianos medievales continuaron con la especulación griega llevándola a otro nivel de profundidad.  Es muy injusto decir que en la historia de la filosofía no existen principios auténticamente cristianos que se deban a la Sagrada Escritura. Porque si bien, la filosofía cristiana trasciende todos los sistemas filosóficos, es una continuación de la filosofía griega pero que la trasciende a la vez que la hace continuar. Los filósofos conversos vuelven a la filosofía con un espíritu nuevo. Hubo filosofía cristiana porque algunos filósofos se hicieron cristianos y siguieron haciendo filosofía inevitablemente. Mientras haya cristianos que piensen habrá filosofía cristiana. Y lo que hay que decir a Lutero es que la filosofía cristiana no surge de la gracia, que es lo esencial del cristianismo, sino de la naturaleza que perfecciona el cristianismo y que es el objeto propio de la filosofía. El filósofo cristiano reflexiona sobre el sujeto de la gracia.
La gran aportación de la filosofía cristiana es la afirmación de una realidad intrínsecamente buena de la naturaleza que los griegos intuyeron, pero no conocieron por no conocer su origen y su fin. Por eso la reforma protestante es tan destructiva, porque los filósofos que se convirtieron durante los primeros años del cristianismo y la Edad Media nunca pensaron que la predicación del Evangelio implicara la negación de la naturaleza, aun de la naturaleza caída o la negación del libre albedrío. Es el luteranismo el que ha introducido la idea de una gracia que salva al hombre sin producir un cambio en él, y una justicia que rescata la naturaleza corrompida sin restaurarla. Por eso el luteranismo es incompatible con el cristianismo, porque promueve un Cristo que perdona al pecador sus heridas, pero no las cura y eso es contrario al Evangelio. El cristianismo de los reformadores es la negación del cristianismo. En el luteranismo no hay lucha contra los vicios ni conquista de virtudes y por eso no hay lugar para una auténtica teología moral. La visión luterana y, en general, reformadora es pesimista en cuanto considera que el mundo natural está corrompido. Por eso en esa perspectiva no tiene caso estudiar la Física aristotélica, o la Metafísica y mucho menos la Lógica tomista que Lutero considera basura.[2] Si los primeros cristianos hubieran pensado como Lutero, no hubiese habido filosofía cristiana porque hubieran prohibido su obra. Todo luteranismo es alérgico a la filosofía. Pero los cristianos pensaban de manera totalmente opuesta a la de Lutero y por eso para Lutero todos los filósofos y los teólogos medievales son paganos ingenuos que sostienen que el pecado original no destruyó la naturaleza y que ésta fue restablecida por la gracia de modo que le es posible obrar, progresar y merecer. Lutero desprecia la naturaleza creada por Dios por la que Cristo murió para salvarla. A la filosofía medieval y auténticamente cristiana era menester mantener una filosofía de la naturaleza integrándola a una teología sobrenatural de modo coherente. Mostrando así que la gracia perfecciona la naturaleza.
Gracias a Platón y a Aristóteles el cristianismo ha podido tener una filosofía. Y por eso es muy grande la aportación del helenismo a la filosofía cristiana. Pero la deuda del helenismo con el cristianismo también es muy grande porque el helenismo aprendió mucho del cristianismo en cuanto le hizo avanzar en profundidad, y le hizo perdurar. Santo Tomás nos enseña que aun cuando Aristóteles no tuvo conciencia de la creación sus principios la contienen. La filosofía cristiana hace decir a Platón y a Aristóteles la totalidad de la verdad que desde sus principios se puede alcanzar. Los cristianos les hicieron decir lo que no habían dicho pero que podía decirse desde sus principios. Los cristianos se dejaron enseñar de los filósofos griegos y luego trabajaron en el progreso de la filosofía griega descubriendo lo cristiano que podía estar implícito en ella. Por eso entre el helenismo y el cristianismo hay continuidad y colaboración mutua; enriquecimiento y salvación, mientras en el luteranismo hay ruptura y destrucción.

[1] Cfr. Gilson, Étienne. El espíritu de la Filosofía Medieval. Rialp, Madrid, 2009, p. 380.
[2] Cfr. Lutero, a Spalatino. 13 de marzo de 1519. Tomo I, p.319.

Manuel Ocampo Ponce

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