domingo, 6 de diciembre de 2009

UN SACERDOTE ENFRENTA SU JUICIO PARTICULAR ANTE LA PRESENCIA DE DIOS


(Enseñanza muy útil para los católicos)

El padre Steven Sheier fue ordenado sacerdote en el año 1973. Era un sacerdote diocesano. Fue asignado a la parroquia del Sagrado Corazón, en la ciudad de Fredonia, en el sureste de Kansas.

Durante doce años se preocupó más de lo que los demás pensaban de él, que de su ministerio sacerdotal. Se preocupó de su prestigio como sacerdote, especialmente ante sus compañeros de ministerio.

No asistía a la dirección espiritual con otros sacerdotes, o si lo hacía, se quedaba en cosas superficiales, como por salir del compromiso. No hacía las oraciones del breviario ni las que debe hacer todo sacerdote.

Para él la misa no tenía un significado especial. Incurrió en sucesivas negligencias en su labor pastoral y se dedicó a muchas actividades de corte social, en detrimento de los fieles de su parroquia. Huyó del sufrimiento propio de su misión y se portó de manera cobarde ante ese sufrimiento.

No amaba su vida de sacerdote. Faltó a los mandamientos. Se confesaba con regularidad, pero no apropiadamente. No tenía propósito de enmienda, ni dolor verdadero por sus pecados. Tomaba la confesión como un seguro contra el infierno. Sus confesiones no lo condujeron a un cambio verdadero de vida. Se confesaba cuando quería, porque pensaba que tenía suficiente tiempo. Él sabía que no estaba haciendo lo que debía, que no era el sacerdote que debía ser, pero no cambió su forma de proceder.

Los feligreses, sin embargo, consideraban que era un buen sacerdote. El 18 de Octubre de 1985 fue a Wichita, más o menos a 130 o 140 Kms de distancia. Hizo el viaje por la carretera 86, la única carretera accesible entre Fredonia y Wichita. Era una carretera montañosa y peligrosa, sin cunetas y de alto tráfico pesado.

Fue a ver a un sacerdote sobre algo que había sucedido en la parroquia de Wichita. Salió por la mañana y regresó por la tarde. En el recorrido de regreso, mientras adelantaba a un camión, se vio involucrado en un accidente de frente con una camioneta en la que iban tres personas que residían en Houston, Texas.

Fue arrojado del vehículo, sufrió laceraciones en la cabeza y el cuero cabelludo se despegó en el lado derecho. El lado derecho del cerebro fue cortado parcialmente y muchas células fueron aplastadas. Quedó prácticamente inconsciente. Una enfermera que iba en un vehículo detrás de él lo ayudó inmediatamente. Vio que tenía el cuello roto. Fue atendido de emergencia y llevado en ambulancia a un pequeño hospital cercano.

Un médico le suturó el cuero cabelludo que estaba rasgado. Todos pensaban que no iba a sobrevivir. Lo atornillaron por delante y por detrás de la cabeza, le pusieron una chaqueta rígida para evitar movimientos y lo llevaron en helicóptero a otro hospital en Wichita.

No se atrevieron a operarlo debido a la gravedad de la lesión. Sufrió fractura de tipo C2, o sea la segunda vértebra cervical. (es el mismo tipo de lesión que ocurre en las personas que mueren ahorcadas).

Cuando esta vértebra se rompe, la persona se asfixia. Si le hubieran movido la cabeza en el sitio del accidente, hubiera muerto. Fue colocado en tracción y los doctores le daban un 15% de probabilidades de vida. Permaneció en Cuidados Intensivos hasta el mes de Noviembre.

Estuvo bajo tratamiento de morfina y tracción. Cuando se supo del accidente, los miembros de su parroquia y de otras cercanas se pusieron en oración por él. Se recuperó de manera sorprendente y rápida.

El 2 de Diciembre lo dieron de alta. No esperaban que sobreviviera. Le dijeron que, a pesar de sobrevivir, pensaban que iba a quedar paralizado del cuello hacia abajo, usando un respirador, mirando hacia el techo por el resto de su vida y sin volver a hablar.

En el mes de Abril le retiraron los aparatos que lo tenían inmovilizado. De regreso en su parroquia, una vez estaba celebrando misa entre semana, correspondiendo ese día el Evangelio de San Lucas, Capítulo 13, Versículo 6 y siguientes, sobre el Dueño de un viñedo, quien ordena al viñador cortar una higuera que no daba fruto desde hacía tres años. El viñador intercede ante el Dueño de la viña y le propone abonarla y cuidarla durante un año más para ver si da fruto, o si no, puede cortarla.

De repente, mientras se encontraba leyendo este pasaje, la página se volvió luminosa, se agrandó y se acercó hacia él. Sintió un gran sobresalto y terminó la misa como pudo; después tuvo que sentarse y tomar algo para calmarse. En ese momento recordó una conversación que tuvo lugar muy poco después del accidente. Él no vio a nadie pero sí escuchó las voces. En esa conversación, el P. Steven se encontró en la presencia de Dios. Al sentir el amor puro de Dios en la persona de Jesús, el Padre Steven se sintió realmente pecador, pero el Señor le dijo:Te amo, acércate.

El Padre Steven se vio enfrentado a su juicio particular, en el que fueron puestos en evidencia muchos pecados mortales que no alcanzó a confesar, porque había dejado todo eso para más tarde.

Sintió el Amor Justo de Dios cuando El Señor Jesús le dijo: Tu sentencia es el infierno por toda la eternidad. El P. Steven contestó: Sí Señor, lo sé. Porque sabía que era toda la verdad de su vida y eso no fue sorpresa para él. Comprobó que Dios nos conoce perfectamente por dentro y por fuera y que no se deja llevar por apariencias o simples opiniones. También supo que ante Dios no valen excusas, ni pretextos, ni justificaciones.

El P. Steven escuchó una voz femenina: Hijo, por favor, ¿puedes perdonar su vida y su alma inmortal?” El Señor contestó: Él ha sido sacerdote por doce años para sí mismo y no para Mí. Dejemos que coseche el castigo que merece.

La voz femenina replicó: Pero Hijo, si le damos gracias especiales, entonces veamos si da frutos; si no, hágase Tu Voluntad. El P. Steven sintió el amor Misericordioso de Dios cuando El Señor contestó: Madre, es tuyo.

El P. Steven no sentía devoción por la Virgen, y a partir de ese momento empezó a tenerla siempre presente en su mente y en su corazón. Se dio cuenta que le tomará toda la vida ser el sacerdote que debe ser.

Con el tiempo, el P. Steven ingresó a la comunidad de Intercesores del Cordero, fundada en Omaha, Nebraska, por la Madre Nadine Brown. Es una Comunidad contemplativa, no de clausura, que ora e intercede por los sacerdotes.

Dios le dio una oportunidad a su alma y a su vida física, corporal, y no hay un día en que no haya pensado en lo que le pasó. Ahora es mucho más consciente que antes de sus pecados.

Como enseñanzas de esta experiencia, el P. Steven puede mencionar las siguientes:
01-. Hay dos maneras de creer: Con la cabeza (es decir, intelectualmente) y con el corazón. Durante muchos años, el P. Steven creyó con la cabeza, es decir intelectualmente, en Dios, en el cielo y en los santos. Para él, no eran seres vivos, sino más bien representaciones o personajes imaginarios.
02-. El infierno existe y los sacerdotes no están exentos de él. Si faltan a los mandamientos, están expuestos a él. Los sacerdotes tienen que dar cuenta de más cosas que los fieles, puesto que tienen mayores responsabilidades en su misión.
03-. Dios nos ayuda a conocernos a nosotros mismos.
04-. Hay que corregirse. Uno tiene que hacerlo.
05-. Dios nunca le dice NO a la Virgen María.
06-. No conocemos ni apreciamos la importancia, la gracia y el poder que Dios ha dado a la Virgen María.
07-. Cuando uno huye de los sufrimientos y las cruces propias de su vida y su misión, después aparecen cruces más grandes, donde quiera que uno vaya.
08-. Dios dulcifica los sufrimientos y las cruces personales.
09-. El amor de Dios es más grande que su justicia.
10-. El Padre Steven tiene la misión de dar este testimonio para ayudar a mejorar a la Iglesia.
11-. No hay que tener miedo de decir las cosas como son. Puede que no sea muy popular para los demás, pero así está siendo fiel a Dios.
12-. Las personas pasan la vida tratando de agradar a alguien, pero esa persona o personas, no van a estar con nosotros en nuestro juicio particular.
13-. Pueden morir millones de personas en un mismo instante, pero el juicio es personal y uno lo enfrenta solo.
14-. Nuestro verdadero hogar está en el cielo. Aquí, en el mundo, nos preparamos para ir allá.

El Padre Steven también se ha dado cuenta de cosas que ocurren en la Iglesiaen todo el mundo, como las siguientes:
-. En muchas homilías no se estimula a los fieles para acercarse a la confesión.
-. Hay sacerdotes que dicen a los fieles, que se confiesan demasiado frecuentemente, o que lo que confiesan no es pecado, o que no son culpables, porque lo que hicieron lo hicieron en un momento de tensión o de cansancio, o que la responsabilidad es del ambiente y no de las personas.
-. Muchos psicólogos inducen a la gente a no sentirse culpable.
-. Muchas personas ya no se sienten culpables de sus pecados y no van a confesarse.
-. A muchos jóvenes no se les enseña acerca de la confesión, ni se les instruye sobre los pecados mortales y veniales. Hay que capacitarse y hablar acerca de la noción de pecado.
-. Las opiniones personales de los sacerdotes a veces confunden, porque en ocasiones se emiten (o se interpretan) como si fueran posiciones oficiales de la iglesia.
-. Hay sacerdotes que no quieren incomodar a las personas que colaboran con grandes cantidades de dinero, para no perder esos aportes.
-. En diferentes Parroquias, se descuida la Adoración Eucarística, el rezo del Santo Rosario, del Vía Crucis, etc.
-. Se hacen con inusitada frecuencia reuniones más de corte social que evangelizador y no se fomenta la oración.
-. Se han ido quitando las imágenes de los templos.
-. En muchos casos, el sacerdote ocupa el lugar principal y no el Señor.
-. Se ha ido sustituyendo la genuflexión ante el Santísimo Sacramento por una leve inclinación de cabeza. Se considera pasado de moda doblar la rodilla ante Jesús Sacramentado.
-. Existen parroquias en donde no se está catequizando adecuadamente a los jóvenes acerca de la doctrina y la moralidad de la Iglesia. Prácticamente no se enseña, o se enseña muy poco, acerca de los mandamientos, los dogmas, los requisitos para la confesión y la recepción de la Eucaristía. Ya hay muchos padres de familia que no aceptan que estas cosas se enseñen a los hijos. Se acepta más una especie de catequesis light”: “Jesús te ama, y ya.
-. Dios quiere que todos nos salvemos y vayamos al cielo junto con Él. Él quiere que seamos católicos completos, de verdad.

Acerca de las gracias especiales que le fueron dadas, el P. Steven ha comentado lo siguiente:
-. No hay que esperar hasta el momento de la muerte para recibirlas. Hay que pedírselas a la Virgen. Ella misma las da aunque no se las pidamos.

Entre las gracias especiales que recibió el P. Steven están:
1. Apreciar y vivir la misa.
2. Entender y vivir las prioridades reales de la vida, sabiendo que primero está Dios, la relación con Él, y que todo lo demás se hace y se vive en función de esa realidad (o sea que el trabajo, el matrimonio, la familia, el tiempo libre, etc., son también caminos que nos conducen a Dios, si así los entendemos y los vivimos). La única prioridad es desear estar con Dios para siempre. Las prioridades del mundo no conducen a eso, pero se vuelven demasiado importantes para nosotros.

Notas: El Padre Steven sufrió con anterioridad otros dos accidentes de tránsito, el segundo un poco más serio que el primero. Sentía que iba a ocurrir otro mucho más grave, y finalmente ocurrió. El Padre Steven sabía que eran advertencias para su cambio de vida, pero no quiso hacer caso.

El Padre Steven pidió al Señor que le quitara sus debilidades, y Él le dijo: Yo no dejaré que las cargues más allá de lo que puedes. Siempre estaré allí para ayudarte.

La Comunidad de Intercesores del Cordero usa hábito azul y blanco. Enfatiza el sacerdocio de los fieles, la vida religiosa y el sacerdocio como tal. En la Comunidad también participan seglares, quienes reciben el nombre de Compañeros. Es una Comunidad relativamente reciente.

(Tomado de la serie de televisión Madre Angélica en vivo”, Canal EWTN)

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